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Rossini, curandero del amor

Balzac escribió en 1839 una de sus noveletas italianas de tema musical, Massimilla Doni, ambientada en la Venecia romántica y decadente que, en materia de ópera, vive bajo la hegemonía de Rossini. Es un destructor de modas que ha dejado atrás en el gusto del público a los maestros del clasicismo como Mozart, Paisiello y Cimarosa. Si tenemos en cuenta que ya el Cisne de Pesaro se había retirado de la escena y producía sus obras religiosas tardías, la ruptura se justifica históricamente.

La historia balzaciana gira en torno a Emilio Cane, un joven heredero que ama a Massimilla Doni como su maestro Capraja ama la música, un instrumento interior que suena por ella a la vez que actúa como inhibidor sexual, con gran disgusto de la dama en cuestión. La música: el elemento de nuestro pensamiento y el anticipo de nuestras sensaciones, arte puro y desnudo al cual sobran las palabras y que luce en la voz humana cuando hace coloraturas y prescinde del verbo. ¿Rossini inspirador de Balzac? Pues Rossini.

Por su parte, Emilio es muy feliz en la cama con la Tinti, diva rossiniana que encarna a Elacia en Mosè in Egitto. El público la adora, la colma de ovaciones y de flores, y las señoras copian sus aderezos florales comprados en París. El poder de la Tinti se extiende a su compañero y rival el tenor Genovese. La pretende y ella lo rehúye, con lo que el divo se vuelve afónico, merece bufidos del respetable y arma una pelotera en plena función. Todo se arreglará cuando la soprano satisfaga sus intimidades y él pueda lucir sus talentos.

El conflicto sexual y amoroso de Emilio y Massimilla se arreglará a partir de una representación de la citada ópera. La Doni está en el palco junto a Cane y la Tinti, en la escena. Mientras una canta, la otra diserta sobre Rossini. Aprovecha la ocasión para enaltecer la música italiana, producida a partir de un sentimiento auténtico del cual carecen los franceses, que lo imitan sin experimentarlo. Así, mientras las demás artes encierran nuestra percepción en las cosas singulares, la música la abre hacia la naturaleza entera. Es el arte cósmico por excelencia.,

Mosè in Egitto no es en rigor una ópera sino un oratorio según la sabia exposición de la Doni. En él Rossini expresa el dolor de un pueblo prisionero. Los judíos son, en realidad, los italianos, y los egipcios, los austriacos. Al final, el tutti de la orquesta expresa el júbilo de la liberación. Massimilla demuestra, en sus observaciones sobre modulaciones y orquestación, sus conocimientos en tales disciplinas, a la vez que elogia la modernidad del compositor, el colmo del romanticismo como estética de la expresividad que huye tanto de la rigidez clásica como de la frialdad intelectual germánica y la vulgarización de las grandes ideas propia de Francia, con sus aires de contradanza, caricatura de la música. El ingenio francés, el famoso esprit, mata el alma lo mismo que el razonamiento mata la razón.

Emilio Cane logra, merced a Rossini, unir la espiritualidad inteligente de la Doni con la carnalidad apasionada de la Tinti. Esa noche la diva hará feliz al tenor, que recuperará la voz, y Massimilla será feliz con Emilio, curado de su timidez sexual por obra de la voz cantante de la Elacia rossiniana.

Pareciera que Balzac discurre a través de sus personajes sobre la música, tanto en lo estético como en lo técnico. Si no aplica su propio saber, ha recibido con eficacia el saber de los entendidos. La importancia de la música para este maestro romántico del realismo y este maestro realista del romanticismo, queda acreditada, sobre todo, a través de su personaje Massimilla Doni y no es casual que sea una mujer quien encarna la voz inteligente y otra mujer, la voz sensible.

El cotilleo, al cual Balzac fue afecto como la mayoría de los novelistas, quiere que la Tinti haya sido sugerida por una cantante famosa de su tiempo, Laura Cinti-Damoraux (1801-1863), francesa nacida como Laura Montalant en París, aunque se dio a conocer por los apellidos de su esposo, tenor. Fue, efectivamente, rossiniana y como tal estrenó Elisabetta Regina d´Inghilterra, Mosè in Egitto (también su versión francesa Moïse et Pharaon), Il viaggio à Reims Guillaume Tell. Viajó a los Estados Unidos y, tras su retiro, enseñó en el conservatorio parisino. Es posible que le debamos algo del personaje balzaciano. Lo demás se lo debemos a Balzac, que en él paga su deuda con Rossini.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Publicado previamente en Scherzo y editado en Cualia por cortesía de dicha revista. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")