Dos libros que, en apariencia, hablan de lo mismo. Aunque miran en sentidos enfrentados.
Dice Peter Kingsley:
“Esta vida de los sentidos no puede satisfacernos, aunque el mundo entero nos diga lo contrario. Su propósito nunca fue satisfacernos. La verdad es sencilla, de una hermosa sencillez: si queremos crecer, convertirnos en verdaderos hombres y mujeres, tenemos que enfrentarnos a la muerte antes de morir. Tenemos que descubrir lo que es para poder escabullirnos entre bastidores y desaparecer.
Nuestra cultura occidental nos lo impide cuidadosamente. Medra y prospera, convenciéndonos de que valoremos todo aquello que carece de importancia. Por este motivo, en los últimos cien años, tanta gente se ha alejado de ella, ha pasado a interesarse por Oriente, por cualquier otro lugar: en busca de algún tipo de alimento espiritual, para probar otra cosa. Primero fueron las grandes religiones del Este; ahora se trata de las pequeñas tribus y de las culturas ocultas.
Pero pertenecemos a Occidente. Cuántas más cosas encontramos en Oriente o en otro lugar, más nos fragmentamos en nuestro interior, más vagabundos somos en nuestra propia tierra. Nos convertimos en nómadas, en individuos errantes. Las soluciones que hallamos no son respuestas fundamentales y sólo crean más problemas.”
Dice Isabel Soler:
“Oriente era una presencia en Occidente; una presencia imaginada, recreada a lo largo de las épocas hasta formar una imagen, afianzada y asimismo abstracta, cuya finalidad era explicar lo oriental. Oriente fue, era y es una necesidad y una fractura. Un problema, una utopía. Durante los largos siglos medievales los centros de poder europeos estuvieron bien informados de la realidad oriental. Un conocimiento que llevó a Occidente a crear una imagen de sí mismo sostenida por un autorretrato estratégicamente diseñado desde la confrontación para justificar una identidad eurocéntrica y cristiana frente a una otredad imaginaria y antitética llamada Oriente que ha ido recorriendo las épocas hasta llegar al presente.”
Ayer, buscando el primero, encontré que estaba junto al segundo.
Los opuestos se atraen.
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