Pueden hacer la prueba. Si conocen a un urbanita que haya decidido dar un giro a su vida e instalarse en el campo como agricultor, es más que probable que entre sus lecturas figuren La vida autosuficiente, El horticultor autosuficiente o La vida en el campo. Y es que, a pesar del tiempo transcurrido desde su primera edición, esos tres libros de John Seymour lo convierten en el principal mentor de quienes han elegido habitar lejos del humo, la ansiedad y el ruido.
Antes de convertirse en uno de los especialistas en agricultura más leídos del mundo, el londinense Seymour (1914-2004) tuvo una existencia sumamente ajetreada.
Criado en la villa costera de Frinton-on-Sea, al noreste de Essex, conoció de primera mano la vida de los pescadores y agricultores británicos, antes de que ésta se modernizara.
Después de pasar por escuelas de Inglaterra y Suiza, estudió agricultura en el Wye College, que por aquel entonces dependía de la Universidad de Londres.
En busca de un futuro más prometedor, viajó a Sudáfrica en 1934. Tenía veinte años y aceptó todo tipo de trabajos, primero como pastor de ovejas, jornalero, pescador y minero, y más tarde a sueldo del servicio veterinario gubernamental.
Entre las experiencias más inolvidables de ese periodo figura su relación con las tribus de bosquimanos, de quienes aprendió sus tradiciones y destrezas para la supervivencia en condiciones extremas.
Atraído por la vida castrense, se alistó en las filas del Kenya Regiment, formado principalmente por voluntarios. De ahí pasó al King’s African Rifles, otro regimiento colonial que llevaba en activo desde 1902. Junto a sus tropas, combatió al ejército mussoliniano en la Campaña de Abisinia.
En el peor momento de la Guerra del Pacífico, Seymour y sus camaradas fueron embarcados hasta la antigua Ceilán, donde luchó contra los invasores japoneses. También conoció de primera mano la durísima campaña de Birmania, donde los chinditas, la fuerza de choque del general Orde Wingate, ponían a prueba su resistencia más allá de las líneas enemigas.
Al término de la contienda y cansado de tantas atrocidades, volvió a Inglaterra. Allí ejerció como funcionario, en un comité que ocupaba a los prisioneros de guerra alemanes en labores agrarias, y luego trabajó en la BBC, un empleo periodístico que le permitió viajar a la India para informar sobre la vida en el entorno rural de aquel país. De ese periplo nació su primer libro, The Hard Way to India (1951).
Durante unos años, a medio camino entre Inglaterra y Holanda, habitó a bordo de un velero junto a su esposa, la ceramista autraliana Sally Medwoth. Después de esa experiencia, decidió que el mejor lugar para criar a sus tres hijas sería un terreno con dos cabañas cerca de Woodbridge, en Suffolk. Fue allí donde John Seymour experimento las técnicas de autosuficiencia que había ido descubriendo en el campo inglés, en la India y en África.
En 1963, la familia Seymour se acomodó en una granja cercana a Newport, en Pembrokeshire. Por aquel entonces, ya era considerado una autoridad en la vida rural, y sus consejos sobre autosuficiencia eran seguidos por multitud de lectores.
Gracias a sus constantes apariciones en la radio y la televisión, Seymour se convirtió en una celebridad. La publicación en 1976 del libro Guía práctica de la vida autosuficiente (The Complete Book of Self-Sufficiency) fue el toque de llamada para toda una generación de soñadores que quisieron dejar a atrás las preocupaciones de la gran ciudad.
Con esta obra, la editorial Dorling Kindersley emprendió su andadura lanzando un best-seller que proporcionó enormes ganancias. No era para menos: Guía práctica de la vida autosuficiente se tradujo a veinte idiomas, y por aquellas fechas, llegaron a venderse un millón de ejemplares.
Autor de 41 títulos, John Seymour fue asimismo un ecologista convencido, que aprovechaba cualquier ocasión para difundir su mensaje proteccionista.
En opinión de Seymour la autosuficiencia no era una fórmula escapista, sino una elección ética frente a las dependencias artificiales que origina la sociedad de consumo.
Sus admiradores acudían a visitarlo en su granja de Pembrokeshire, al oeste de Gales. Cuentan que la generosidad de Seymour al recibirlos era conmovedora. Ofrecía comida y cama a los visitantes, y gastó buena parte de los beneficios de Guía práctica de la vida autosuficiente cultivando esa hospitalidad.
Para completar este perfil, nada mejor que leer al propio Seymour. Como verán, en la siguiente cita, tomada de El horticultor autosuficiente (The Self-Sufficient Gardener, 1978; Blume, 1980) queda resumido el ideario de este admirable escritor.
«La cuestión global de la horticultura química frente a la orgánica ‒escribe‒ sigue siendo, en el momento actual, una controversia de gran importancia. Desde mi punto de vista, la mejor prueba está en lo que se come. Mi propia huerta está lejos de ser perfecta; siembro más de lo que puedo recoger, como la mayoría de las personas, y acabo teniendo demasiadas malas hierbas y poco tiempo para arrancarlas; en ocasiones obtengo cosechas de las que me avergüenzo. Pero en conjunto, está lozana y es fértil y logro una buena producción. Los horticultores ortodoxos, que utilizan productos químicos, vienen a veces a mirar mis plantas y se niegan a creer que no aplique fertilizantes inorgánicos. Pero no lo hago: en trece años no han entrado ni cien gramos de nitrógeno artificial en mi parcela»
«La teoría orgánica ‒nos dice Seymour‒ puede resumirse como la observancia de las seis leyes siguientes: primera, el horticultor debe trabajar con la naturaleza y no en contra de ella; segunda, la naturaleza es diversa, y por tanto, el horticultor debe practicar la diversidad ; tercera, debe criar otras formas de vida ‒animal o vegetal‒ en medios lo más parecidos posibles al que les sea natural; cuarta, debe devolver al suelo tanto, o casi tanto, como le ha quitado; quinta, debe alimentar al suelo y no a las plantas; y sexta, debe estudiar la naturaleza como un todo y no como una parte aislada.»
Como ven es todo un plan de vida. ¿Se animan a seguir el camino de John Seymour?
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