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En serio, ¿esto nos importa un bledo?

Determinados dichos son bastante rotundos, tirando a mucho, y sin embargo, esconden grandes inexactitudes. En todo caso, si me diese por aburrirles con observaciones pesadísimas, seguro que emplearían contra mí la expresión que hoy vengo a comentarles.

No dársele a uno un bledo de alguna cosa, o no importarle un bledo son modismos que vienen a decir que algo es tan insignificante que no vale la pena ni detenerse en ello. Vamos… que de puro insustancial es casi despreciable. Recuerden, por ejemplo, a Clark Gable diciendo en Lo que el viento se llevó aquello de: Francamente querida, me importa un bledo.

¿Y qué es un bledo? Covarrubias, en el Tesoro de la lengua castellana (1611) dice lo siguiente: «Bledos. Hortaliza conocida: Hay dos especies de ellos, unos son blancos y otros rojos, modifican el vientre, son de suyo desabridos si no los guisan con aceite, agua, sal y vinagre y especias, y conociendo su calidad, una vieja no los quería comer, pero importunada, como los halló tan sabrosos con el guisado, comióselos todos sin dar parte a los que la habían convidado, y de allí adelante los buscaba y procuraba traer para guisar tales cuales, y de allí nació el refrán «Regostóse la vieja a los bledos, y no dejó verdes ni secos»»

Dentro del reino vegetal, el bledo pertenece al género Amaranthus (del griego amarantos, que significa inmarchitable), en el que se relacionan diversas especies. La que aquí nos interesa tiene un nombre científico muy sonoro, Amaranthus retroflexus L. Se trata de una hierba cuyas hojas tienen forma de lanza o de diamante, dependiendo de la altura a la que brotan del tallo. Este último es pubescente y llega a adquirir una tonalidad rojiza.

Aunque despreciada hasta el punto de originar el dicho con el que comenzaba este comentario, lo cierto es que el bledo es un alimento muy interesante desde el punto de vista nutricional, en especial por su riqueza en hierro, ácido fólico y vitaminas A, B2 y C.

Las hojas tiernas pueden comerse en ensalada y las más duras admiten variadas recetas. En América, tierra originaria de esta planta, la consumen hervida, con diversas especias. El agua del hervor, por su contenido en oxalatos, no es recomendable, pero créanme, el bledo tiene un gusto agradable y su consumo es tan robustecedor como el de la espinaca.

Suele aparecer el bledo en tierras ricas en nitrógeno. Por ejemplo, al borde de los caminos o junto a los surcos de un cultivo. Por desconocimiento o desinterés, figura entre esas especies que casi nadie se molesta en cultivar. Y sin embargo, se trata de una planta que, por su fácil crecimiento y su resistencia, podría pasar a formar parte de la economía agraria, y por extensión, de nuestra dieta cotidiana.

Parece que ya hemos olvidado que la FAO recomendó el consumo de bledo en 1979, y que figura entre las plantas que la NASA emplea en el menú de los astronautas desde 1985.

En el pueblo desde el que escribo estas líneas, Montejo de la Sierra, en Madrid, crece en los huertos otra planta, que preparo incluso en crudo, en ensaladas. Se trata del Chenopodium album, que también se le llama bledo, aunque con más frecuencia cenizo, ceñiglo en esta zona (voz que se emplea despectivamente en general a todas las «malas hierbas»).
En la América prehispánica el bledo era usado con fines alimentarios y medicinales. Recuperar esta buena costumbre depende de algo tan simple como dejar de menospreciar al bledo. Y como sé que entre nuestros lectores hay muchas personas predispuestas a la felicidad y a la vida sana, ahí les dejo este consejo: el bledo no es poca cosa.

Copyright del artículo © Mario Vega Pérez. Reservados todos los derechos.

Mario Vega

Tras licenciarse en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Mario Vega emprendió una búsqueda expresiva que le ha consolidado como un activo creador multidisciplinar. Esa variedad de inquietudes se plasma en esculturas, fotografías, grabados, documentales, videoarte e instalaciones multimedia. Como educador, cuenta con una experiencia de más de veinte años en diferentes proyectos institucionales, empresariales, de asociacionismo y voluntariado, relacionados con el estudio científico y la conservación de la biodiversidad.