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«La taberna del irlandés» («Donovan’s Reef», 1963), de John Ford

Casi todos los grandes directores han realizado películas menores que tienen un claro carácter de diversión personal. Alfred Hitchcock dirigió en 1955 Pero… ¿quién mató a Harry? (The Trouble with Harry), una especie de comedia negra que no recibió buenas críticas. De hecho, algunas de ellas, como la del New Yorker, fueron demoledoras.

Por su parte, John Huston firmó en 1953 La burla del diablo (Beat the Devil) como director y como coautor del guión junto a Truman Capote. Se trataba de una especie de parodia de El halcón maltés en la que trabajaron dos actores ‒y amigos‒ que habían participado en esta última: Humphrey Bogart y Peter Lorre. Sydney Greenstret, que ya había abandonado la industria en 1949, fue sustituido en este caso por  Robert Morley.

En realidad, la película es un delirio que, en su momento, me resultó un tanto incomprensible. Es natural que recibiera críticas tan feroces.

John Ford también hizo un proyecto similar. En 1963 rodó La taberna del irlandés (Donovan’s Reef), una comedia blanda, destinada al gran público. Como sucedía en los dos films antes mencionados, aquí había un grupo de buenos amigos pasándoselo estupendamente.

Los protagonistas eran John Wayne y Lee Marvin, dos viejos camaradas que ya habían coincidido en Los comancheros (The Comancheros, 1961), de Michael Curtiz, y en El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), de Ford.

Del guión se ocupó James Edward Grant, otro amigo de Wayne que colaboró en varias películas suyas: El bárbaro y la geisha (The Barbarian and the Geisha, 1958), El Álamo (The Alamo, 1960), Los comancheros, El gran McLintock (McLintock!, 1963) y El fabuloso mundo del circo (Circus World, 1964). Completando esta reunión, coescribía el libreto Frank S. Nugent, compañero de Ford desde los tiempos de Fort Apache (1948) y guionista de títulos tan legendarios como La legión invencible (She Wore a Yellow Ribbon, 1949) o Centauros del desierto (The Searchers, 1956).

Nugent y Grant trabajaron a partir de un argumento de James A. Michener, autor de superventas literarios como Centennial (1974).

La acción de la película se desarrolla en una improbable isla de la Polinesia Francesa: Haleakaloha. La protagonista femenina es Elizabeth Allen, una magnífica actriz, con experiencia en el cine y la televisión. Por su parte, César Romero interpreta un papel hecho a su medida, como inverosímil gobernador francés de la isla.

Rodado a partir de 1962 en Kauai, Hawái, el film se centra en dos personajes: el exmarine y piloto de yates Michael «Guns» Donovan (Wayne), dueño de la taberna local, y su rival y viejo compañero de armas, Aloysius «Boats» Gilhooley (Marvin).

Dado que «Guns» y «Boats» tienen por costumbre retarse a puñetazos, La taberna del irlandés incluye una bronca espectacular donde brillan Wayne y Marvin. La escena en cuestión es un trasunto de las tumultuosas peleas de bar, tan propias del western. De hecho, al final encontramos en ella, como participantes o simples testigos, a otros tipos duros, como Mike Mazurki ‒el gendarme Monk Menkowicz ‒ y Dick Foran ‒el contramaestre australiano Sean O’Brien‒, que nos recuerdan a los oficiales recios y bebedores de las películas clásicas de Ford.

Sinopsis

La vida en una isla al sur del Pacífico es casi perfecta para dos amigos ya retirados del ejército: pasan su tiempo en la taberna, lugar donde discuten, pelean y se liberan de la

monotonía de la vida tropical. Y en medio de este auténtico paraíso, llega una estirada bostoniana que busca a su padre.

«En La taberna del irlandés ‒escribe Rafael Narbona‒, el humor no se limita al terreno de las trifulcas multitudinarias. Todos los personajes están retratados desde una perspectiva cómica, pero no esperpéntica o degradante. Elizabeth Allen es puritana y distante. Intenta conservar su dignidad en todo momento, pero confunde babor con estribor y cae al mar mientras Donovan intentaba ayudarla a bajar del barco que la ha llevado hasta la isla. Cuando practica esquí acuático, se enfunda en un ridículo bañador de aspecto decimonónico, con falda y gorrito. Sin embargo, cuando se desprende de él para nadar hasta la costa, aparece una mujer escultural, con una belleza nada vulgar. El marqués André de Lage (César Romero) es un arribista sin escrúpulos, pero su malicia siempre fracasa de la forma más pueril. Gobernador de la isla, sus dotes como villano son bastante mediocres. Su imperturbable elegancia ayuda a perdonar sus defectos y conjunta perfectamente con el paisaje. Mr. Eu (Jon Fong), su astuto criado chino, nunca se separa de un enorme paraguas rojo y sueña con Miami y Hollywood. El sargento Menkowicz (Mike Mazurki) abre las cervezas con la boca y no interviene en peleas, pues entiende que proporcionan color a la isla y no afectan al orden público. Miss ¡ Lafleur (Dorothy Lamour) es una mujer de vida alegre, ya algo mayor, con aspecto de vieja estrella de cine. Su presencia en la película introduce un toque de sofisticación. Lo mismo sucede con el padre Cluzeot, que desliza en la trama la fe católica de John Ford. Una fe que no implica intransigencia, pues en el cementerio de la iglesia las cruces cristianas conviven con una estrella judía. La princesa Lelani (Jacqueline Malouf) cree en el Dios de su padre, el cristiano Dr. Dedham, pero reza a dioses y diosas, pues respeta las tradiciones de su pueblo. Dedham no cuidó de su hija Amelia, pero no fue por razones egoístas, sino por su incapacidad para soportar el ambiente puritano de Boston. En el fondo, su hija Amelia también es una inadaptada. De hecho, decide casarse con Donovan y no volver a Estados Unidos. En Boston, opinan que unirse en matrimonio con una princesa polinesia constituye un escándalo, pero ella se alegra profundamente de tener tres hermanos y considera irrelevante el color de su piel. En la película, los términos «nativo» y «mestizo» sólo producen incomodidad y rechazo. Ford era un patriota estadounidense, pero consideraba que la mezcla racial, lejos de ser una desgracia, había forjado la grandeza de su país. En fin de cuentas, él era irlandés y, en el pasado, los yanquis trataban a los irlandeses casi con el mismo desprecio que a los judíos y los negros».

Copyright del artículo © Joaquín Sanz Gavín. Reservados todos los derechos.

Copyright de la sinopsis © Filmoteca de Andalucía. La cita procede de la hoja de sala correspondiente a marzo de 2020. Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía. Reservados todos los derechos.

Joaquín Sanz Gavín

Contable y licenciado en Derecho.