Fernando Fraga
Verdi triunfó con Nabucco cuando tenía 28 años. Una juventud, en ardor y energía, que emerge a través de todas las notas de tan espontánea, inspirada y vigorosa partitura.
En Génova, abril de 2004, un equipo mayoritariamente juvenil, entusiasmado y generoso, se encargó de poner en pie la ópera quizás más sincera del maestro italiano. Arropada por una sobria pero transparente producción de Jonathan Miller, la representación, desde la vital interpretación de la obertura que hace el bresciano Riccardo Frizza, transcurre bajo el enfervorizado entusiasmo que suele acompañar a Nabucco cuando se representa con categoría ante un público italiano, proclive a estas entregas cuando están por encima del mero espectáculo teatral y musical. Porque Nabucco es como la ópera nacional italiana, la voz de Italia. Y no importa que el tenor sea japonés, la mezzo rumana, la soprano norteamericana o el bajo eslavo. La italianidad de Verdi se hace universal sin perder sus semillas.
Susan Neves es una Abigaille hoy día habitual, capaz de enfrentarse con uno de los más terribles papeles de soprano, tal como lo viene demostrando en los escenarios más prestigiosos del mundo (Berlín, París, Montreal, Orange) y los más exigentes (Parma, Busseto). La mezcla de sus atractivos medios manejados con una rara inteligencia musical hacen que su Abigaille sea tan respetada como admirada, lo mismo que otros onerosos personajes del repertorio italiano asumidos por la cantante, como Odabella, Lady Macbeth, Norma, Elena de I vespri (que cantó en Bilbao, así como la misma Abigaille), Aida, Gulnara de Il Corsaro (que hizo en el Liceo barcelonés con José Cura) o la Leonora de Trovatore.
A Alberto Gazale, Nabucco, se le conocía ya a través de los discos de Elite donde en compañía de otros cantantes jóvenes se medía, en solitario o a dúo o terceto, con las páginas más populares del repertorio operístico. Su Nabucco es una feliz combinación de notables medios de genuina levadura peninsular con un temperamento desprendido y contagioso.
Avalado por el espaldarazo de Sir Colin Davis, que le eligió para algunos Berlioz de sus alabadas interpretaciones con la Sinfónica de Londres, Orlin Anastassov se fue evidenciando como uno de los grandes bajos de la actualidad. Su Zaccaria pierde algo de la solemnidad sacerdotal a la que estamos acostumbrados para ganar a cambio una fuerza y un empuje extraordinarios, asociables a una voz generosísima, capaz de afrontar el inhumano registro que Verdi exige al personaje, y a un artista de asombroso y desprendido talante.
El Ismaele de Yasuharu Nakajima se mantiene dentro de las coordenadas necesarias para que el casi comprimario personaje no pase desapercibido. Annamaria Popescu saca adelante su arietta muy por encima de la media normal y Alberto Rota da perfil al Sumo Sacerdote. Para remate, Sabrina Modena (Anna) y Alessandro Cosentino (Abdallo) no deslucen el conjunto, todo lo contrario. Para colmo, el coro, tan importante en Nabucco como los tres solistas principales, está a la altura de la enorme y variada tarea.
La tercera ópera verdiana está ya muy bien representada en DVD (Muti-Scala 1987, Carignani-Nápoles 1997, Lessky-St. Margareten 2000, Santi-París 1979, previas a la aparición de la de Levine en el Met). Esta genovesa es, con la de Muti, la mejor.
En su madurez, Verdi era afín a la ciudad de Génova, donde pasaba los inviernos huyendo de la humedad y la agresividad climatológica de Sant’Agata. La ciudad ligur respondía a estas preferencias del maestro, acogiéndole con respeto y cariño. Años después sigue perenne esta simbiosis, si juzgamos el afecto y la devoción que parecen emanar, también, de esta tan importante interpretación de Nabucco.
Disco recomendado: Giuseppe Verdi (1813-1901): Nabucco / Gazale, Neves, Anastassov, Nakajima, Popescu, Rota, Coro y Orquesta del Teatro Carlo Felice de Génova. Dir.: Riccardo Frizza. Dirección escénica: Jonathan Miller / Dynamic / Ref.: CDS 33465 (1 DVD)
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