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«Cómplices» (2008). Versos alejandrinos

“Me interpuse en sus caminos / suavemente, / como niebla, / como lobo ante su presa / sutilmente la aceché. / Desperté pasiones negras / en el corazón de ella / y sembré la mala hierba / en el corazón de él. / Devasté su cuerpo, / me bebí su boca. / Y ahora / que prendí ya el fuego / me pierdo como las olas… / Y se amaban. / Se amaban. / Se adoraban.” («Se amaban», de Manuel Alejandro).

La canción más memorable de Julio Iglesias en los últimos treinta años (bueno, treinta y uno), es sin duda Que no se rompa la noche, de letra delicada como la seducción, perteneciente al álbum Un hombre solo (1987). Quizá destacaría también «La carretera» (1995), esa versión spaghetti-western del «Everybody’s talkin’» de Harry Nilsson, y la sorprendentemente inadvertida «Te voy a contar mi vida» (2000), logrado pastiche del «My way» sinatriano y de, mejor aún, «El Rey» jimeneciano, mejunjado al alimón por el propio Iglesias, el fiel escudero de la canción melódica española Luis Gómez Escolar, el nuevo romanticón Estéfano y, sobre todo, el enigmático R. Draco Rosa (al parecer, geniecillo detrás del soberbio, en todos los sentidos, «Sound Louded» de Ricky Martin).

En resumen, probablemente haya sido Manuel Alejandro quien proporcionó a Iglesias su último, hasta la fecha, gran momento dorado. Ya en los 70, el talento del jerezano ‒junto al de Ana Magdalena, pseudónimo de su esposa‒ proveyó al madrileño alguna que otra interesante melodía, como la abrumadora retahíla kierkegaardiana «Así nacemos». Alejandro ha dicho de Julio que es un tipo que todo lo canta bien. No es cierto, pero desde luego sus maneras están a años luz en clase y hondura de cualquier otro cantante hispano vivo.

El caso es que Alejandro también compuso los mayores éxitos de Raphael y de Rocío Jurado. En 2008, tras colaborar en el segundo trabajo de Falete, se ha embarcó en potenciar la discografía del cantante mexicano Luis Miguel (igual que también relanzó la de otro mexicano ilustre, José José). El resultado, Cómplices, pese a mis reparos eternos al talante artístico de la estrella de origen italo-español, contiene algunas perlas melódicas que conviene anotar.

La primera mitad del CD es muy superior a la segunda: a un inicio resultón («Te desean» contiene neologismos tan estimulantes como “cuando tú playeas descalza” o reiteraciones tan cautivadoramente pueriles como “…cuando cruzas tu mirada con la mía, y yo sé que tú lo sabes, porque sé que te das cuenta“) le sigue un correcto tema romántico, «Dicen», con el regusto tristón marca de fábrica M. A.

El tercer corte es el soberano: no por casualidad toma como patrón la antes mencionada joya alejandrina, «Que no se rompa la noche». Pues bien, desde el mismo título, «Ay, cariño» no resulta de confección tan delicada en su letra, pero su cadencia y varias melodías concatenadas convencen y subyugan a cualquier oyente sin prejuicios. Una canción preciosa que seguramente está propiciando a espuertas hijos no deseados en medio mundo.

Luego, una concesión al ídolo de los conciertos: «De nuevo el paraíso». Su único interés reside en presenciar el proceso de conversión de un himno a la recuperación de la libertad de escarceo en carne de baile para adolescentes suspirosas.

Pero la cosa no decae aún: «Si tú te atreves» es una balada de manufacturación clasicota, con una irresistible melodía punteada por un piano de lo más setentero. El texto, sobre un tipo intentando disuadir (o persuadir, no me ha quedado claro) a otra tipa de que se líen sexualmente, para evitar herir a sus respectivas parejas, también tiene su miga. Ojo a esta frase: “Es el momento: o fuera o dentro”. Más diáfano, el porno.

«Amar a mares» tampoco se sustrae del beneficioso influjo materno de «Que no se rompa la noche». No es una canción tan bonita como «Ay, cariño», pero es una bonita canción. Y no conozco a nadie capaz de seguir escribiendo, en pleno siglo XXI, versos inflamados como éstos y salir airoso apabullando de paso al personal: “Te quiero cerca para mi noche fría (…) Para morir contigo de muerte lenta (…) De mí voy a abrigarte si estás desnuda (…) Quiero estrenar contigo besos que guardo al rojo vivo (…) Y por fin habitarte con luz de luna sobre la arena”. ¡Dios! Manuel Alejandro reviste un calentón animal de seda fina. Anestesia de culpa al deseo: un “quiero follarte” lo convierte en un “Y por fin habitarte”. Es un genio.

A partir de aquí, el repertorio enfila un declive considerable: para la inútil «Estrenando amor» ‒otra excusa con que propiciar en vivo palmas enfebrecidas de manos morochas y uñas hambrientas‒, Alejandro cuenta con la asistencia de compositores más curtidos en la pachanga, igual que en «Tu imaginación». Entrambas, una balada algo soporífera (el título ya lo preambula: «Bravo, amor, bravo»), aunque su letra imposible tiene su qué.

Y la cosa ya no se recupera apenas: la titular «Cómplices» ni aporta belleza ni evita sopor; le sigue un clásico de Alejandro, «Amor de hecho» (que también revisitara Falete), donde Luismi cumple; y sólo el colofón de «Se amaban» (que parece narrada por el sociópata protagonista del Playlove de Miguel Ángel Martín) consigue remontar altura y despedirse con gracia merced a una letra demoledora con estribillo de aire andaluz.

En un conjunto tan irregular y jugoso, sorprende lo bien que se ajusta a las canciones la ejecución vocal de Luis Miguel. Nunca he soportado su visión del bolero, ni su cantar riendo canciones tristes, pero aquí parece por la labor de entregarse más al oficio y menos a sus fans.

Pues eso. Que viva Manuel Alejandro.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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