Trabajo difícilmente clasificable y atractivo no me resisto a hacer una reseña del mismo aunque su conexión con la ciencia-ficción sea menos clara que en otras obras. Concebida por un clérigo inglés, Edwin Abbot, el libro es esencialmente una ingeniosa fábula pensada para reflexionar sobre ciertas premisas matemáticas.
El narrador, A. Square, es un ser bidimensional (un cuadrado) que vive en un universo de dos dimensiones, Planilandia (Flatland en la versión original). Los habitantes de este lugar son líneas y polígonos. Los hombres son todos polígonos, generalmente cada uno de ellos con un lado más que el que tenía su padre. Cuantos más lados tiene un polígono, mejor es su posición social. Las mujeres, por otra parte, son siempre líneas, esto es, con poco peso social. Pero como una línea no se ve de lado y es más delgada que un cuchillo, es capaz de apuñalar fácilmente a un hombre –intencionadamente o no– por lo que son muy peligrosas. Así que, después de todo, disfrutan de algún poder.
La mayoría de los polígonos en Planilandia son blancos por ley, y esto no es algo que satisfaga a muchos. Un movimiento cada vez con mayor apoyo popular, el cromatismo, respalda los efectos liberadores del color. Pues bien, A. Square, de profesión abogado, tiene que defender a una mujer/línea que ha sido falsamente acusada de pertenecer a aquel movimiento sedicioso. Cuando los cromatistas lideran un levantamiento el último día del milenio, en 1999, A. Square se esconde en su casa y experimenta una revelación: durante un sueño visita un mundo unidimensional (“Lineland”) en el que todos sus habitantes son segmentos que no creen que pueda existir una segunda dimensión. A su vez, es visitado por A Sphere, un extraño ser esférico procedente de un mundo tridimensional (“Spaceland”). Ese mundo resulta tan incomprensible para A Square como él mismo lo era para los segmentos de Lineland. Cuando su visitante lo lleva a Spaceland, A Square se encuentra con un lugar muy extraño (debido a esa dimensión extra) pero, al mismo tiempo, tristemente parecido puesto que también allí se está preparando una guerra devastadora…
A pesar de que se publicó por primera vez hace 125 años, el libro no ha perdido popularidad y ha disfrutado de reediciones regulares, utilizándose como método escolar en muchos colegios anglosajones para iniciarse en el concepto de múltiples dimensiones. Efectivamente, algunas de las cuestiones que se plantean son fascinantes: ¿podríamos ser nosotros sólo una parte de un universo con más dimensiones, las cuales no podemos percibir? ¿Qué veríamos si pudiéramos trasladarnos a un universo con más o menos dimensiones que el nuestro? ¿Cómo nos percibirían a nosotros los habitantes de esos mundos? Pero Planilandia no trata únicamente de las limitaciones de nuestra percepción cotidiana debido a las leyes físicas, sino también a causa de los prejuicios.
Efectivamente, sin apartarse de su premisa matemática inicial, el autor sigue los pasos de relatos satíricos como Los Viajes de Gulliver, realizando incisivas observaciones sobre las restricciones de la clasista sociedad victoriana y las relaciones de género en particular. Ligando las matemáticas con la vida cotidiana, Abbot critica las estrictas compartimentaciones de clase y su estrechez de miras (las figuras planas son incapaces de mirar hacia arriba o hacia abajo) y defiende la igualdad de sexos y entre individuos, el derecho a ser diferente y la abolición de un sistema que perpetua una perniciosa fractura social. Un ideario ciertamente poco común para un clérigo victoriano.
Planilandia es una de esas obras fronterizas entre la ciencia ficción, la fantasía y la sátira social. Este cruce de caminos ha creado a menudo universos tan intrigantes en sí mismos como los personajes que los habitan: los mundos de Gulliver (desde Lilliput a Laputa), el País de las Maravillas de Lewis Carroll, Oz de L. Frank Baum, el Shangri-la de Hilton…. Flatland (Planilandia) pertenece a esa misma categoría, aunque con la peculiaridad de que puede resultar atractiva para un colectivo inesperado: los matemáticos.
Una peculiar secuela se publicó en 2001, Flatterland, escrita por Ian Stewart, profesor de matemáticas de la Universidad de Warwick (su subtítulo es “Like Flatland but More So”, Como Planilandia pero más) y en el que su autor lleva al protagonista (un tataratataranieto de A. Square) a viajar por toda una serie de mundos matemáticamente conformados.
No resulta difícil hacerse con versiones digitales del libro original, tanto en español como en inglés. Ediciones Laertes publicó la última edición en español en 2008.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Este texto apareció previamente en Un universo de ciencia ficción y se publica en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.