Rosny aîne era el seudónimo del escritor belga Joseph-Henri Boëx, discípulo de Emile Zola y sólo segundo tras Julio Verne en la ciencia ficción francesa del siglo XIX. Estudiante de paleontología, a partir de 1887 empezó a reimaginar la historia de la humanidad desde sus oscuros orígenes hasta el momento en que el Homo sapiens es destronado como rey de la creación por una especie nueva y superior que podríamos traducir como «Hierromagnéticos». Semejante epopeya es narrada en una serie de novelas: Les Xipéhuz (1887), Un autre monde (1888), La mort de la Terre (1910), La Guerre du feu (1911) y Les navigateurs de L’infini (1925).
En el primero de esos libros, los hombres primitivos entran en contacto con unos extraterrestres incorpóreos con los que no pueden comunicarse y a los que acaban venciendo y expulsando. Fue esta una de las primeras ocasiones en las que el autor describía una raza alienígena no sólo no antropomórfica, sino radicalmente diferente al ser humano. En «Otro Mundo», los humanos comparten la Tierra con dos razas inteligentes, los terrestres Moedingen y los voladores Vuren, ambas invisibles al ojo ordinario.
H.G. Wells y Julio Verne han pasado a la posteridad como los fundadores de la ciencia-ficción moderna, si bien hemos ido viendo en este espacio las contribuciones de multitud de autores, hoy injustamente olvidados por el gran público, que destacaron por sus originales ideas e influencia en autores contemporáneos y posteriores. Rosny aîne es uno de ellos, un prolífico escritor que dedicó el grueso de su obra a la ciencia-ficción (también escribió relatos de fantasía, vampiros y ficción realista) pero cuya popularidad declinó tras su muerte. Su estilo amanerado y sentimental no consiguió superar la prueba del tiempo y sus libros son difícilmente digeribles hoy. No obstante, en algunos de ellos, como los mencionados, se pueden encontrar conceptos muy interesantes, como en el relato corto que he seleccionado para comentar, «El cataclismo», en el que una aislada región de Francia sufre una alteración en las leyes de la naturaleza y las propiedades de la materia como resultado de la llegada de una misteriosa entidad electromagnética procedente del espacio exterior.
Al igual que Wells, Rosny aîne sentía un vivo interés por la biología, pero mientras que el primero se concentraba en el potencial de la evolución humana y la capacidad del cerebro para encontrar la forma de sobrevivir a los peligros de este mundo, Rosny prefería describir la biología de formas de vida alienígenas y cómo la química, la física y la astronomía se combinaban en su relación con los seres humanos, ya sea en el pasado, el presente o el futuro. Fue además uno de los pioneros en el género de las aventuras prehistóricas, campo fronterizo en el que se solapa la temática aventurera y la fantacientífica, y cultivó las historias de Mundos perdidos. Su estilo y enfoque puede haber caducado, pero sus ideas y su imaginación siguen conservando su encanto.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.