Resulta curioso que en un género como la ciencia-ficción, que, al menos en parte, puede definirse por oposición a lo religioso y místico, esté tan presente una figura tan querida a la religión como es la del mesías.
El protagonista de este tipo de relatos asume el rol de valiente salvador enfrentado a sociedades corruptas o amenazas para la especie humana. Comoquiera que la ciencia-ficción es un género nacido en la tradición occidental, se tiende a relacionar este enfoque con el cristianismo, pero lo cierto es que el concepto de redentor/liberador está presente en otras religiones, mitos y leyendas de todo el mundo, por lo que podemos decir que es patrimonio cultural de nuestra especie. Dentro de la ciencia-ficción, personajes tan recientes como el John Connor de la serie Terminator o el Neo de Matrix se ajustan perfectamente a ese esquema y nos demuestran que aún es válido.
Un ejemplo mucho más temprano y menos conocido que los mencionados es el libro que nos ocupa. Victor Rousseau Emanuel (1879-1960) fue un escritor británico nacionalizado norteamericano, que gozó de cierta fama en su momento. Enormemente prolífico, cultivó en las revistas pulp de la época todo tipo de temas: westerns, historias policiacas, aventuras exóticas, fantasía y ciencia ficción. Aunque fue bastante popular en los años veinte, su estrella declinó a partir de la década siguiente y hoy apenas nadie lo recuerda. La mayor parte de su trabajo fue de calidad sólo regular, pero uno de sus relatos aún merece la pena leerse: The Messiah of the Cylinder.
Un durmiente despierta en la Inglaterra del futuro para encontrarse una antiutopía socialista, decadente y despreciable. El protagonista encabeza una rebelión contra el sistema que triunfa borrando a ese mundo del mapa.
La historia está considerada de forma general como una respuesta al libro de H.G. Wells Cuando el durmiente despierta (1899), cuyos elementos utópicos Rousseau no compartía. De hecho, Wells es citado en la narración como profeta e influencia directa de la sociedad futurista que se nos plantea, una sociedad que no es sino una tiranía dirigida por socialistas ateos. Rousseau no estuvo muy fino en su propuesta, ya que quienes se enfrentan a la situación con éxito resultan ser los cristianos rusos.
La Revolución comunista de Octubre en Rusia aquel mismo año 1917 dejó a los auténticos cristianos rusos fuera de juego durante setenta años, pero el que se trate de una visión del futuro que nunca se cumplió no quita valor a que se trate de una novela que se oponga a la fe wellsiana en la tecnología utilizando valores religiosos. Para Rousseau, el avance científico y la secularización de la sociedad equivalía a hedonismo sin límite, eugenesia, tiranía y corrupción; ni siquiera la democracia es un sistema político válido: mejor opción es la monarquía apoyada por la influencia moral de la Iglesia y un saludable cariño por las antiguas tradiciones. Desde luego, no se trata de una propuesta en la que la ciencia-ficción se prodigue mucho.
Literariamente, no es un buen libro. Como tantas obras utópicas y distópicas antes que él, la primera parte consiste en un aburrido recorrido del protagonista por el nuevo mundo, aprendiendo de boca de sus habitantes la organización de la sociedad en la que ha despertado. La segunda parte establece los bandos en conflicto y las batallas que tienen lugar entre ellos. La acción se demora demasiado y hay giros argumentales innecesarios y poco convincentes. El valor de la obra, no obstante, reside en su papel de precursora de otras mucho mejores.
Porque treinta años después, cuando el mundo se había transformado radicalmente, George Orwell y Aldous Huxley demostrarían que el planteamiento seguía siendo perfectamente válido al volver sobre las aberraciones de las utopías socialistas en sus inmortales 1984 y Un mundo feliz, si bien no harían hincapié en la vileza de la tecnología y el avance científico, sino en la perversidad de un sistema dictatorial que hace uso de aquellos para perpetuarse y controlar a la población. Algunos de los elementos presentes en estas dos novelas ya habían sido imaginadas por Rousseau: entre su jerga ultraconservadora anticipó los eslóganes oficiales omnipresentes, los eufemismos para referirse a instituciones repulsivas, el lenguaje artificial (Spikisi), las técnicas de control mental y el estado policial.
Es por eso por lo que El mesías del cilindro no es sólo una de las primeras novelas distópicas norteamericanas, sino un trabajo fundamental en el campo de la ficción especulativa. Quizá hayan sido las ideas reaccionarias de Rousseau lo que le haya robado la atención de los críticos e historiadores del género; quizá haya sido su carácter de relato pulp de aventuras; quizá su rechazo a dejarse ganar por el pesimismo y la tristeza (como sus ilustres herederas antes mencionadas); pero sea como sea, merece un puesto más ilustre en la historia de la ciencia-ficción.
Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.