Hay tantas variantes de la comedia que no vamos a intentar resumirlas aquí. En todo caso, ¡Qué guapa soy! (I Feel Pretty) intenta abarcar unas cuantas: la comedia romántica ‒hay que dar lustre al amor‒, la comedia desfasada ‒sin miedo al qué dirán‒, la comedia con mensaje ‒para los amantes del cine con moraleja‒ e incluso la comedia fantástica ‒tomando Big (1988), de Penny Marshall, como santo y seña‒. De esta forma, combinando lo irreverente y lo libertino, lo tierno y lo ingenuo, Amy Schumer se apropia de una trama construida a la medida de sus cualidades como actriz y humorista.
Sé que insistir demasiado en las referencias de una película puede resultar cargante, pero a veces, como sucede con las personas, la única forma de juzgar un film consiste en encontrarle parecidos familiares. En este caso, si prescindimos de dos o tres escenas de garrafón, ¡Qué guapa soy! se sitúa en un punto medio entre el descaro que el espectador actual espera de Schumer, las historias de cambio de identidad al estilo de El sueño de mi vida (Gary Winick, 2004) o De tal astilla, tal palo (Rod Daniel, 1987), la fábula sobre el éxito en la línea de Armas de mujer (Mike Nichols, 1988) y el tipo de humorada romántica que hubieran podido rodar en los ochenta Bette Midler o Goldie Hawn.
Quizá el rasgo más loable del film es ese misil que lanza contra una sociedad como la nuestra, tan superficial que impone su canon de belleza como máxima aspiración. Frente a este culto al cuerpo ideal ‒globalizado por Instagram‒, Amy Schumer convierte la autoestima en un sucedáneo de las dietas extremas o de ese maquillaje que recomiendan en los tutoriales de YouTube, y que sólo le sienta de miedo a un puñado de modelos. La película insiste obstinadamente en ese mensaje ‒muy oportuno, para qué negarlo‒ y lo aplica tanto al personaje principal como a la «pobre chica rica» a la que da vida, con su solvencia habitual, Michelle Williams.
Si la trama fuera un poco menos predecible, la película brillaría algo más (Es un problema que, por otro lado, afecta a otros guiones de Abby Kohn y Marc Silverstein). En todo caso, si uno va al cine en busca de un pasatiempo ligero y sencillo, y no reclama genialidades o elegancia al viejo estilo, ¡Qué guapa soy! sabe contentar a su público objetivo.
La película procura equilibrar la parodia y el sentimiento, pero es en las escenas de comedia física y en sus extras de chifladura ‒con una Schumer pasada de vueltas‒ donde mejor funciona. Como les decía, no se trata aquí de inventar la pólvora, sino de hacerle pasar un buen rato a los seguidores de la protagonista con un simpático cuento de hadas.
Sinopsis
Una chica corriente (Amy Schumer), que se enfrenta cada día a sus inseguridades, despierta de una caída creyendo que de repente es la mujer más bella y capaz del planeta. Con esta nueva confianza en sí misma se siente capaz de vivir su vida sin complejos ni limitaciones pero, ¿qué pasará cuando se dé cuenta de que su apariencia en realidad no ha cambiado?
Amy Schumer no dudó en aceptar el papel de Renee Bennett. Las esperanzas y los complejos del personaje ofrecían interminables oportunidades para el humor, así como auténticas verdades sobre la vida de las mujeres.
«Lo que me atrajo de la película fue el mensaje», afirma la prolífica actriz, guionista, cómica monologuista y productora. «Es justo lo que quería transmitir en este momento exacto. Lo único que he querido siempre es hacer reír a la gente y que se sientan mejor, y creo que eso es justo lo que consigue esta historia».
Fue fácil identificarse con Renee. «Es una recopilación de todas mis amigas y yo, y cómo deseas que tus mejores amigas pudieran verse como tú las ves», explica Schumer. «Renee no sabe el potencial que tiene. Espero que verla pasar por esa experiencia ayude a otras personas».
Aidy Bryant, que interpreta a Vivian, la amiga de Renee, cree que así será. «La esencia de la historia trata sobre querer vivir tu vida sin inhibiciones, sin permitir que una vocecita de duda cambie tu modo de comportarte», opina Bryant. «Y Amy es así, es la caña total. No se deja intimidar y mola ver eso en acción».
El actor y cómico monologuista Rory Scovell, que interpreta a Ethan, el novio de Renee, se muestra de acuerdo. «El diálogo social actual en torno a las mujeres, criticarlas por su cuerpo y las percepciones son temas que Amy trata en su humor y están todos en esta película», asegura. «Es importante que este mensaje venga acompañado por un rostro y el de Amy es perfecto para difundirlo».
La idea de una película sobre una mujer que sufre una lesión de cabeza que cambia la imagen que tiene de sí misma empezó a gestarse hace varios años con los guionistas y directores Kohn y Silverstein.
«Sabíamos que tendríamos que hilar fino con el tono, pero pensamos que podría resultar muy divertida y decir algo en lo que creemos», opina Kohn. «También sabíamos que queríamos dirigirla, así que la dejamos aparcada hasta que pudiéramos dedicarle tiempo».
La inspiración provino de algunas de las películas favoritas de los dos.
«Es un homenaje a Big, Tootsie y todas esas grandes películas de cambiazos con las que nos criamos y que nos encantaban, aunque a la vez se ríe de ellas», aporta Silverstein. «La verdad es que ya no se hacen películas así, por lo que tuvimos que hacer que esta pareciera actual, y no algo sacado de los 80 o los 90».
Su solución acabó siendo algo muy simple: mantenerla real. «Nada de magia, ni de trucos visuales, ni de planos que sean nada más que la realidad de la película que estás viendo», explica Silverstein. «Todo gira en torno a la percepción que tiene Renee de sí misma y la tensión con cómo la ve el mundo».
Kohn recuerda: «Uno de los retos fue convencer a todos de la idea de que nunca vamos a ver a esa chica de ninguna otra forma distinta a como es en realidad, ¡y ahí está la gracia!».
Aun así, la transformación interna de Renee la dota de un brillo y un porte que nunca había tenido, lo que fue divertido de interpretar. «El mayor reto fue hacer de Renee antes de que se golpee la cabeza», admite Schumer. «Dejar que fluya por ti esa vulnerabilidad y esa baja autoestima mientras lo representas ante las cámaras resulta duro y emotivo. Es mucho más fácil interpretar la versión Sasha Fierce del personaje, cuando se siente sexy».
La entrega de Schumer con ambas versiones de Renee entusiasmó al equipo responsable del proyecto. «Amy no le teme a nada y se lanza a hacer esas escenas sin ego ni vanidad, lo que resulta muy divertido en una comedia que gira en torno a una persona», opina Kohn. «No conseguirías que quedara tan divertido ni con la misma emoción con alguien a quien le preocupara cómo iba a quedar».
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