Se conoce muy bien la actividad del Teatro Lírico de Cagliari en Cerdeña, que cada año sorprende con una programación original con respecto a otros escenarios italianos, a través de la cual se van llenando inexplicables vacíos al plantearse el estreno de óperas de repertorios europeos (rusas, italianas, francesas, españolas, checas) no habituales en las programaciones peninsulares. Al norte de la isla, la actividad del teatro de la otra importante ciudad sarda, la capital Sassari, es más convencional y por ello resulta menos difundible, al regirse sus ofertas por criterios más habituales.
Bongiovanni nos acercó a este escenario que lleva el nombre del compositor italiano más universal, Verdi, justamente a través de una de sus obras de transición más interesantes, Luisa Miller.
Por los positivos resultados podemos constatar que allá las representaciones logran un cuidado nivel que agradece un público entregado y entusiasta.
No es tan fácil hacer hoy un Verdi de calidad, dadas las exigencias del compositor hacia cantantes, instrumentistas y registas. Marco Spada se vale de unos decorados sencillos y de un vestuario apropiado, ambos de Tommaso Lagattola, para contar con rigor y claridad la historia schilleriana.
De hecho, hace un guiño al autor dramático al presentar a Miller tocando el violín junto al coro femenino que se acerca a su casa para felicitar a Luisa en su cumpleaños nada más comenzar la obra. No olvidemos que en el texto original el padre de Luisa no es un soldado como en Cammarano–Verdi sino un músico. Pocos elementos son suficientes para definir cada cuadro, de ahí que la acción se presente fluida y ágil.
Los personajes están descritos con nitidez y marcados sus movimientos con sencillez y efectividad. Por todo ello el oyente-vidente puede concentrarse, sin interferencias de discutible gusto, en el disfrute directo y llano de esta gran partitura verdiana. La protagonista titular, Rachele Stanisci, una joven soprano de medios más bien líricos, se muestra capaz de solventar los complicados, aunque pasajeros, momentos de coloratura (actos I y III) además de los instantes de intenso dramatismo (encuentro con Wurm, especialmente), con una voz competente y firme sólo a veces ensuciada por sonidos algo hirientes en las zonas más altas del registro. Por juventud y físico resulta una pareja muy creíble al lado del apuesto tenor, Francesco Demuro, otro lírico de timbre luminoso y penetrante, completamente entregado a la composición de un Rodolfo apasionado y valiente.
Alberto Gazale, que en su aria de presentación ofrece un dispendioso alarde de posibilidades, retrata un sólido Miller con unos medios si no demasiado bellos sí ricos en volumen y extensión.
De este joven barítono se conocían ya otras previas interpretaciones verdianas, en especial un Nabucco en el Carlo Felice de Génova, por lo que no sorprende su notable composición. El antipático Walter halla en Antonio de Gobbi un correcto intérprete, cuyo aspecto físico y elegancia de modales le ayudan a redondear la prestación.
Vozarrón el de Taihwan Park para un ostentoso Wurm, enturbiado un poco por sus exagerados gestos, un poco a lo malvado de culebrón. Buenos modales, voz más que suficiente, excelente presencia la de Sarah Maria Punga (antes Sarah M’Punga) en una Federica a la que, acertadamente, el director escénico obliga en la última escena a ser testigo del descalabro final de la pareja amorosa.
Carlo Montanaro, desde el foso, pone mucho orden, más pasión y total conocimiento de la partitura que tiene entre manos. Sorprendente espectáculo, algo provinciano, sí, pero en el sentido más positivo del término.
Disco recomendado: GIUSEPPE VERDI (1813-1901): Luisa Miller. Stanisci, Demuro, Gazale, Punga, de Gobbi / Orchestra dell’Ente Concerti Marialisa de Carolis-Sassari. Corale Luigi Canepa. Carlo Montanaro, director musical. Marco Spada, director de escena / BONGIOVANNI / Ref.: AB 20012 (1 DVD)
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