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Un curioso epílogo de Shakespeare

En La segunda parte de Enrique IV (c. 1597) hay dos epílogos. Uno era tal vez para su presentación en el teatro, el otro para Whitehall, ante la reina. En el segundo, dice James Shapiro, es la única vez que oímos hablar a Shakespeare por sí y como él mismo, pues se supone que “Shakespeare en persona recitaría el insolente epílogo”:

“Primero mi temor, después mi reverencia; por fin mi discurso. Mi temor es no haberos agradado; mi reverencia, mi deber y mi discurso, es para pediros perdón. Si ahora esperáis un buen discurso, estoy perdido, pues lo que tengo que decir es de mi cosecha y lo que habría que decir me temo que sería mi ruina. Pero al grano, y de ahí el riesgo. Sabed, como ya es sabido, que hace poco estuve aquí al final de una obra desagradable, rogándoos paciencia y prometiéndoos otra mejor. Pensé realmente pagaros con ésta y si, cual mala expedición, no arribó a buen puerto, yo doy en quiebra y vosotros, amables acreedores, perderéis. Prometí que aquí estaría, y aquí está mi persona a merced vuestra. Hacedme una rebaja y algo os pagaré; y como tantos deudores, os prometeré infinitamente. Y con esto me arrodillo ante vosotros, aunque, la verdad, es para rezar por la reina”.

Es un texto realmente interesante. Shapiro se pregunta si la obra desagradable a la que alude es la Primera Parte de Enrique IV o Las alegres comadres de Windsor. Sería interesante investigarlo, aunque a primera vista parece extraño que sea Las alegres comadres de Windsor, que se supone escribió por encargo de la reina. Si le molestó Enrique IV, Primera Parte, parece que debió ser por motivos políticos, más que por la calidad de la obra. Pero son sólo suposiciones que hago a vuelapluma.

También hay una comparación interesante con lo de la deuda y los barcos, que podría relacionarse con El mercader de Venecia (Shapiro alude a ello, aunque sin mencionar el barco que no llega a puerto).

No estoy del todo de acuerdo con Shapiro en que cuando dice “os prometeré infinitamente” Shakespeare quiera también decir “indefinidamente” y aluda a que los espectadores “serán recompensados con obras inmortales durante mucho tiempo”. Eso es lo que prometerá, como cualquier deudor, pero no quiere decir que se afirme que eso va a ser cumplido: existe en ello una ironía, creo: como cualquier deudor, prometeré cumplir, pero eso no es garantía de que lo haga.

También da la impresión de que Shakespeare parece dirigirse a cierto sector de la corte, pero que parece contar con la satisfacción de la reina por la obra.

Por cierto, hay un fragmento sobre el que quienes dudan de la autoría de Shakespeare podrían echarse como lobos (no sé si alguno lo habrá hecho). Me refiero a cuando dice: “Si ahora esperáis un buen discurso, estoy perdido, pues lo que tengo que decir es de mi cosecha y lo que habría que decir me temo que sería mi ruina”.

Algo que podría ser entendido como una admisión de que el discurso final es suyo, pero la obra no.

Imagen superior: Jeremy Irons y Tom Hiddleston en una escena de «The Hollow Crown» (2012) © PBS. BBC.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.

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