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‘Scaramouche’ (1921), de Rafael Sabatini

Por fin he leído una novela íntegra de Rafael Sabatini, el autor británico de aventuras más popular de hace un siglo: Scaramouche, tal vez la más célebre de todas.

La he transitado en su idioma original, remolcado por el audiolibro en inglés para ganar ritmo y no perecer en su extensión (17 horas de recital en su versión declamada). La manera idónea de escucharlo, por cierto, es acelerando medio grado la velocidad del audio.

Esta novela posee la mejor frase inicial que ningún escritor podría soñar en inglés: «He was born with a gift of laughter and a sense that the world was mad». Tras alumbrar esa frase uno ya puede sentarse a disfrutar la gloria literaria. Sonoridad, musicalidad, sentido, brío aventurero… buf.

Scaramouche es una típica propuesta de correrías de espadachines situada en el período de la Revolución Francesa. Ojo: la trama escapista es más o menos formulaica, no así el comentario político y social de Sabatini, que me parece muy atinado y sorprendentemente transgresor para el mainstream anglosajón, no digamos ya para Hollywood.

La trama gira en torno a las peripecias de Andre-Louis Moreau, un bastardo acogido en familia bien, figura habitual del género para situar nuestros ojos justo entre los privilegiados y la plebe a través de la mirada de quien pertenece a ambos estamentos… y a ninguno. Moreau es el típico héroe reticente que a mí me encanta (y cuyos trazos capitales he mamado desde niño a través de otros héroes herederos como El Coyote, un justiciero ya con identidad desdoblada en la línea de la Pimpinela Escarlata o El Zorro): descreído y cínico inicialmente con los supuestos valores solidarios de los desposeídos, pero verbalmente ingenioso y crítico con las prerrogativas de la aristocracia, que por esas mismas prerrogativas suele ser también más educada y culta. Consciente por un hecho sangriento de los abusos de la nobleza —en este caso la muerte de su mejor amigo a manos de un petimetre ricachón—, su indignación lo convierte, ironías del destino, en un líder social de masas (él que de tan sensato odia la política y a los políticos), primero; luego, en un fugado de la ley, obligado a integrarse camuflado en una troupe de actores bohemios (de ahí su tapadera como el bufón Scaramuccia de la Commedia dell’Arte); y, finalmente, en maestro de esgrima, su instrumento definitivo de venganza.

Todo el subtexto me encanta, así como la pintura de personajes (algunos reales, para los que el autor no escatima palos) y su interacción. Me chirrían la por otro lado característica duración eterna del culebrón y que como aventura de capa y espada termine habiendo tanta capa pero tan poca espada: en concreto, el desenlace resulta descorazonador, pues opta por el puro melodrama folletinesco y carente de acción. Y, encima, cabrea el destino voluntario del protagonista, pues en su resolución última desmiente todo su fiero compromiso adquirido con el pueblo y las propias simpatías del narrador.

Pese a ello, y si lo comparamos con otros autores contemporáneos de la aventura galante, Sabatini me merece, por su apaño formal y su inteligencia natural, todos los respetos. Incluso me han quedado ganas de meterme con su Capitán Blood o su Cisne Negro.

Aunque conociendo mi afición a los seriales, me decantaré seguramente por la secuela, Scaramouche, el hacedor de reyes, que al parecer contiene todavía, ay, un mayor número de páginas…

Es que a mí me va mucho la espada y bulería.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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