William Shakespeare es un personaje que, tal como lo retratan las biografías oficiales, acaso jamás existió. En efecto, se ha venido observando que resulta inverosímil la historia de ese granjero de Stratford, casado con y padre de respectivas analfabetas, que no tenía un solo libro en su casa y en cuyo testamento aparecen tres firmas suyas pero de distinta mano y con una vocal menos en el apellido. Que, además, fuera el actor y director del teatro del Globo en Londres, aumenta la sospecha.
El único retrato de época que se guarda de Shakespeare es póstumo, lo mismo que la edición de sus obras. Sus sonetos aparecen con una sugestiva errata en el apellido, que se descompone en dos con guión. Nadie lo reconoció como escritor al morir y sus textos, culteranos y barrocos, resultan imposibles de atribuir a un granjero y a un cómico, profesión esta muy desprestigiada en la época.
Esto último ha sido el perno de las investigaciones a cargo de los desconfiados. Quien escribió como William Shakespeare era un hombre de cultura universitaria, vastas lecturas y gustos aristocráticos o, al menos, cortesanos. Es natural que si se trataba de un individuo de la nobleza, se ocultara tras un pseudónimo. Las atribuciones son variadas: Francis Bacon, Eduard De Vere conde de Oxford, Christopher Marlowe y la más fantasiosa de todas: que se trata de una impostura urdida por una piña de escritores a los cuales el cómico del Globo habría añadido algún chascarrillo reidero.
El asunto es fascinante porque no conozco nada parecido en la literatura comparada: el poeta por excelencia de la Gran Albión, una de las figuras canónicas de la literatura universal y protagonista del barroco europeo, resulta que no existió nunca y el relato de su vida es una patraña. ¿Con que nunca existió el autor de la obras shakespearianas? La respuesta de Borges, que se embrolló bastante al tratar de relatar la vida del bardo, es sencilla y tal vez irrefutable, como él mismo diría: el autor de las obras de Shakespeare es el autor de las obras de Shakespeare. Comento: un sujeto virtual que conviene buscar entre sus versos. En tiempo se lo llamaba autor anónimo y tan contentos unos y otros. En el barroco, siglo de máscaras, se le dio un nombre falso. El nombre falso de un escritor auténtico por ser autor de obras auténticamente suyas.
Al curioso que quiera abundar en documentos recomiendo un libro escrito en castellano y debido al investigador venezolano Gustavo Artiles: Un enigma llamado Shakespeare (Fondo de Cultura Económica). Quizás pueda contestar a esta pregunta: ¿Cabe esperar que algún día se publiquen las obras “atribuidas a William Shakespeare”?
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