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«¡Qué noche la de aquel día!» («A Hard Day’s Night», 1964): Una historia oral

¡Qué noche la de aquel día! fue la primera incursión de los Beatles en la industria del cine. La película adopta el estilo verista de un falso documental, siguiendo “un día en la vida” de John, Paul, George y Ringo mientras experimentan las abrumadoras consecuencias de la fama.

La trama es sencilla. Por primera vez, el cuarteto ha decidido saltarse las reglas. Durante las siguientes 24 horas, los Beatles ignoran las obligaciones y saborean la libertad. Sin embargo, deben dar esquinazo a sus admiradores, evitar a los periodistas, desobedecer a sus mánagers y controlar al abuelo de Paul en la ficción (Wilfrid Brambell).

Con ¡Qué noche la de aquel día!, los Beatles aportaron por primera vez al cine el anárquico punto de vista del rock. Siguiendo esa misma filosofía, la película desobedece las leyes cinematográficas establecidas por aquellas fechas. Gracias a ese peculiar tratamiento narrativo, Richard Lester encabezó una revolución en cuanto al modo en que se abordaban las películas juveniles.

Richard Lester (director): Los Beatles me dieron una carrera cinematográfica. He podido sacar provecho de ello casi durante cuarenta años. Así que, hablando de gratitud, les debo más a ellos que ellos a mí. Todo cuanto hice fue tratar de asegurar que aparecieran del modo más aceptable, más honesto y más aproximado a lo que creo que les hubiera gustado haber hecho como película. Creo que cuando hicimos ¡Qué noche la de aquel día! sabíamos que los Beatles eran magníficos. A mí me gustaba su música. En cuanto a su perdurabilidad, nunca llegué a pensar en ello, ni me preocupaba. Sabíamos que el contrato nos obligaba a terminar con rapidez, dado que United Artists creía que su éxito sería cosa de un mes.

Walter Shenson (productor): Hay muchos jóvenes que no han tenido nunca la oportunidad de ver ¡Qué noche la de aquel día! En algunas ocasiones la muestro a los estudiantes de cine, y quizá unos seis de cada cien la han visto anteriormente. Sin embargo, nunca se les pasa por la cabeza que se trate de una película vieja. Su reestreno [en 2015] fue una maravillosa ocasión para ofrecer la película a una generación totalmente nueva, como de hecho era la intención del film en su momento.

Desde su estreno en 1964, ¡Qué noche la de aquel día! se ha convertido en una de las películas más influyentes de su tiempo. El estilo de la cinta —planos cortos y rápidos, con anécdotas cómicas que acompañan las canciones de los Beatles— se ha considerado por parte de muchos como precursor de los vídeos musicales. Además, el ritmo frenético y los personajes delirantes presagiaban el estilo de montaje trepidante y el alto nivel de energía de las películas actuales. La cámara al hombro y la soltura deliberada de Richard Lester también influyeron en otras películas de rock n’ roll que también adoptaron ese aire de cinema vérité.

Roger Ebert (crítico): Actualmente, cuando vemos la televisión y presenciamos un montaje rápido, las cámaras al hombro, entrevistas efectuadas en plena carrera a gente que se está moviendo, rápidos fragmentos de diálogo intercalados, música que acompaña una acción en un documental, y todo el resto de características del estilo actual, lo que estamos haciendo es observar a los vástagos de ¡Qué noche la de aquel día!

Fue el estilo de comedia iconoclasta propio de Lester lo que hizo que el productor Walter Shenson le contratara para dirigir ¡Qué noche la de aquel día! Aunque acababan de hacer su primer viaje fuera de Gran Bretaña, hacia los Estados Unidos, era ya evidente que Los Beatles apuntaban hacia un tipo de súper estrellato mundial absolutamente nuevo. Se hacía obvio que su siguiente destino era el cine. Sin embargo, los Beatles se mantenían firmes en que no querían hacer una película musical al uso.

Les sobrevino la inspiración cuando vieron una película de Richard Lester titulada The Running, Jumping And Standing Still Film (1959), protagonizada por Peter Sellers. La cinta era en parte un experimento vanguardista y en parte un slapstick. Se sustentaba en trucos de montaje sencillos y en el uso vertiginoso de la cámara al hombro.

Richard Lester: Cuando empezamos a escribir el guión, los Beatles se disponían a participar en el show de Ed Sullivan. Su personalidad y éxito dieron un gran salto hacia delante en el plano internacional. Al empezar el rodaje, nuestro mayor reto consistió en evitar que la gente supiera dónde íbamos a hacerlo; en mirar el modo en que los Beatles pudieran bajar del tren y volver a subir sin tener delante una gran muchedumbre. Y finalmente, estaba la pesadilla de si teníamos que afrontar una segunda toma. Creo que un buen ejemplo de cómo era ese histerismo lo hallaríamos cuando finalizamos el primer día de rodaje en el tren, y ellos se habían quedado en un campo fuera de Londres. El tren regresó a la estación. Algunos niños que salieron de ninguna parte empezaron a correr hacia el ferrocarril. En aquel momento, nuestro responsable de cargar las bobinas y de colocar toda la película y negativos en latas iba a llevar el material rodado a Technicolor o dondequiera que fuera, para su procesado. Tenía unos veinticuatro años, el cabello oscuro, con el mismo peinado que los Beatles. Bajó del tren sonriendo, habiendo acabado el primer día de trabajo con todos los negativos, y entonces empezaron los gritos. Le entró el pánico y pensó que yo debía llevarme el grupo fuera de ahí. Empezó a correr llevando consigo ocho o nueve latas de película, y los niños llegaron a su altura. La película cayó por los suelos, y así fue cómo perdimos la mitad del rodaje del primer día. Los negativos se desperdigaron alrededor, por las vías, mientras él corría para salvar la vida. Así era hacer una película de los Beatles.

Tras conocer de primera mano la extraña y casi orgásmica histeria que circundaba la Beatlemanía, Lester decidió que quería realizar lo que bautizó como una película “partidista” sobre los Beatles y su insólita y complicada situación. Ya desde las primeras escenas de ¡Qué noche la de aquel día!, el director quiere que el público sepa que no se trata de un documental. Sin embargo, hace uso de escenarios reales, con secuencias de admiradores enloquecidos [Phil Collins entre ellos], y los Beatles mostrándose muy auténticos, lo que convierte a la película a un tiempo en un cuento de hadas y en un  documento histórico.

Aunque la cinta da la impresión de haberse improvisado enteramente, tuvo un guión de Alun Owen, uno de los principales autores teatrales británicos, quien alcanzó la celebridad por su habilidad para captar el lenguaje y el espíritu de una nueva generación de jóvenes oriundos de Liverpool. Owen invirtió días y noches frecuentando a los Beatles, conociendo la personalidad y el talento de cada uno. De este modo, logró definir unos retratos inolvidables: John, como el espíritu anarco y rebelde de la banda; Paul, como un seductor encantador; George como un tipo tímido aunque impertinente; y Ringo, como el gracioso del grupo algo melancólico. Owen llegó a ser nominado por este trabajo para el Oscar al Mejor guión, y su impresión acerca de aquellos jóvenes caló hondo a lo largo de sus carreras.

Richard Lester: Alun Owen escribió unos diálogos con ritmo y cadencia que les resultó fácil memorizar. Una de las cosas en las que siempre confiábamos  ansiosamente era que funcionara la memorización, dado que había una tendencia —que se incrementó a lo largo de las películas que hicimos juntos— a que los guiones se olvidaran en los nightclubs, o en los asientos traseros de los taxis y limusinas. Se convirtió en una manera de rodar a la buena de Dios. Por lo general, si se trataba de una secuencia musical, usábamos tres cámaras. En el concierto final de ¡Qué noche la de aquel día! había seis. Durante el rodaje, el ruido era ensordecedor. Algunos operadores de cámara estaban en el mismo escenario; otros, detrás, captando el público, y otros, se hallaban entre los asistentes. Rodaron muchísimo material, dado el gran número de canciones que debían cubrirse. Uno de los operadores se hallaba entre las chicas, en medio de la muchedumbre. Tras cuatro días de rodaje, tuvo que ser evacuado urgentemente hacia su dentista porque todas sus muelas se habían aflojado debido a la intensidad del sonido. Perdió algunas piezas. Afortunadamente, la inglesa no es una sociedad proclive a los pleitos, pero así fueron las cosas. Era ensordecedor, absolutamente ensordecedor.

El rodaje de ¡Qué noche la de aquel día! empezó el 6 de marzo de 1964. Tres meses más tarde, la película se proyectaba en los cines. El plan se desarrolló con tal rapidez y frenesí, que los mismos Beatles apenas tenían una noción clara de lo que estaba ocurriendo. De hecho, pasaron bastantes noches en blanco, interviniendo en todo el metraje y grabando la mayoría de la banda sonora tan sólo en siete semanas. Una parte del rodaje se efectuó en el entorno de los Twickenham Studios de Londres, pero la mayoría se desarrolló en las calles de la capital, aumentando la sensación de caos y desórdenes. Más de una vez, el rodaje se vio absolutamente bloqueado debido a la tenacidad de los fans.

Richard Lester: Siempre he creído que John era una de las tres o cuatro personas más interesantes que he conocido, y eso teniendo en cuenta que he tenido la gran fortuna de coincidir con mucha gente bastante famosa. Sin embargo, John era único porque no aguantaba a los imbéciles; no sé cómo decirlo de modo más elegante. Soportaba a los idiotas muy mal. Él era agudo y devenía cínico con gran rapidez. Odiaba la pomposidad, y odiaba a la gente con autoridad que les trataba como criados contratados. Si uno estaba en el punto de mira de su cólera, podía ser peligroso, pero no duraba mucho. Entonces, se podía seguir con el trabajo. Simplemente decía lo que pensaba, y era algo estimulante. No creo que John pudiera aparecer en una película de otra manera. Él era como era. No se le iba a pedir que interpretara a Aramis. Se encarnaba a sí mismo. El gran acierto de Alun Owen fue que consiguió incluir suficientes elementos como para que John se sintiera como en casa. No había mucha improvisación en los diálogos. Lo que quiero decir es que la única ocasión en que hubo realmente libertad fue en una escena con una rueda de prensa. Así pues, creo que debería reconocérsele a Alun que logró convencer muy bien a John.

Paul McCartney: Fue muy emocionante; cierto día viajamos en tren hasta Marleybone Station, nos dejó allí y, súbitamente, nos vimos en un rodaje.

Richard Lester: Creo que Paul era el que estaba más interesado por la interpretación. Tenía una novia que era actriz. Tanto ella como sus padres y hermano iban mucho al teatro. Paul la acompañaba. Le gustaba el teatro y el mundo del espectáculo. En cierto modo, esto era una desventaja para él. Paul trataba de actuar con demasiada entrega; lo digo en el sentido más positivo posible. Se mostraba siempre voluntarioso y sigue siendo una persona excelente. Sin embargo, opino que si se hubiese apasionado menos con los ornamentos del cine y el teatro habría evolucionado de un modo un poco más relajado. De tanto en tanto, me preguntan sobre los Beatles, y frecuentemente me plantean quién de ellos me parece el mejor actor. Creo que fue George, porque nunca intentó pasarse o quedarse corto. Estaba siempre en el punto justo. Ya saben, es como Ella Fitzgerald. Fuera la nota que fuera la que emitiera, lo hacía en su punto justo. George lograba de la escena todo cuanto hubiera en ella. Las escenas no estaban escritas con tanta precisión. No había mucha cosa que él tuviera que hacer, pero fuera ello lo que fuera, lo hacía muy bien.

Ringo Starr: ¡Qué romántico que era todo! Había aquellas luces… Íbamos al trabajo en limusina. Pero levantarse temprano por las mañanas no era lo más divertido.

Richard Lester: Me parece que siempre existía la sensación —y resultaba sencillo mostrarlo en imágenes— de que Ringo era el que estaba detrás. Simplemente, compactaba el grupo. Creo, aunque parezca extraño, que era mejor batería de lo que mucha gente creía, porque era bastante fuerte. Parecía capaz de seguir lo que fuera preciso. Era el único que se sentía poco reconocido, a quien nadie prestaba demasiada atención. Ciertamente,  siempre mostraba un semblante lúgubre, y tuvo la habilidad de sugerir la incongruencia más absurda. Lo que quiero decir es que fue él quien inventó el título ¡Qué noche la de aquel día!. También fue él quien sugirió el título para el segundo largometraje: Eight Arms To Hold You (Ocho brazos para sostenerte). Gracias a Dios, no tuvimos que usarlo.

¡Qué noche la de aquel día! se estrenó el 6 de julio en el London Pavilion. Hubo tal tumulto que tuvieron que cerrar Picadilly Circus. Cientos de miles de seguidores trataron de tomar el cine por asalto. En los Estados Unidos se esperaba que la película tuviera un éxito menor. Sin embargo, fue uno de los lanzamientos más taquilleros de la temporada. Pronto, jóvenes de todas partes se dirigieron a sus peluqueros para pedirles el característico corte de pelo  de los Beatles. La crítica acogió inmediatamente la película como una comedia clásica que halla su parangón con las películas de los Hermanos Marx.

Richard Lester: Creo que los cuatro confiaron mucho en Brian Epstein. Algunos de los acuerdos que consiguió para los Beatles eran ingenuos, dicho del modo más amable posible. Era inocencia. Más tarde, cuando la gente estaba haciendo setenta y cinco mil dólares a la semana por los derechos de los chicles, y se llevaban el 90% de ello, y los Beatles sólo recibían el 10%, o cualquiera que fuera la cifra, creo que la gente empezó a preocuparse un poco más. El hecho de que la compañía cinematográfica detentara los derechos del disco de ¡Qué noche la de aquel día! difícilmente se interpretaría como un buen acuerdo. Por tanto, creo que la fuerza de Brian no residía en su manera de llegar a acuerdos, sino en el hecho de que era una influencia cortés, sofisticada, y tranquilizante en medio de todo aquel torbellino.

Entre los temas incluidos el el film, encontramos éxitos como “She Loves You”, “All My Loving”, “Can’t Buy Me Love”, “And I Love Her”,  así como la canción que da título a la película. De forma casi inevitable, la banda sonora se convirtió en un éxito instantáneo, y por razones obvias, sigue siendo un clásico imperecedero del rock n’ roll.

Richard Lester: Recuerdo la sensación de que estábamos haciendo algo que queríamos hacer, y que estábamos en sintonía con el espíritu de los tiempos. Cuando uno siente que el ritmo metabólico como realizador cinematográfico es más o menos el mismo que el del público al que trata de llegar,  le embarga una gran sensación de satisfacción, y ello junto a la gente con la que estás trabajando para crear esa imagen. Más pronto o más tarde, uno se hace viejo. Sería insensato que la gente pensara alguna vez en la posteridad. Las películas son un medio transitorio, el espejo de una sociedad en un momento dado. Igual que toda imagen reflejada en un espejo, aparecen y desaparecen, y eso es todo, y así debe ser. Si el público todavía se complace de una manera nostálgica, no se debe a nosotros, los realizadores, sino al apego duradero que la gente siente por aquellos cuatro chicos de aquella época. Haber sido parte de eso es uno de los grandes privilegios de mi vida. Y esto es todo lo que hay.

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