En 2010, tras dos crossovers que es mejor no tener en cuenta ‒Alien contra Depredador y su secuela‒, al fin llegó a las pantallas la tercera entrega de la saga de los cazadores interplanetarios. Predators recuperaba el suspense y los personajes duros en una película quizá no brillante, pero algo más que correcta.
Ya en los tiempos de Desperado (1995), el cineasta y fanático del escapismo Robert Rodríguez tenía preparado el guión de una tercera entrega de Depredador, pero los productores lo rechazaron por ser un proyecto demasiado caro –esta saga siempre se ha movido en presupuestos más bien modestos–, con lo cual el guión quedó aparcado sin demasiadas esperanzas de madurar.
De manera algo inesperada, quince años después se estrenó este noble intento de recuperar la serie, con una reescritura del guión de Rodríguez, quien ejercía de productor de la película.
Basándose en el nuevo guión reelaborado por los prácticamente novatos Alex Litvak y Michael Finch, el director Nimród Antal (Control, Vacancy, Blindado) trató de recuperar el aspecto y el tono de la película original de McTiernan, que uno de los personajes resumía para los no iniciados, sin contar los múltiples guiños destinados al fan de la saga: la ametralladora Gatling, las trampas o la banda sonora, que hasta incluye la canción de Little Richard «Long Tall Sally».
Los responsables del film no parecían tomar en consideración la muy reivindicable Depredador 2 (Stephen Hopkins, 1990), aquella pesadilla urbana y calurosa en la que el tono de cómic de la primera entrega era todavía más agudo.
En Predators se vuelve a la selva, a la música de tam-tams y, lo más importante, al suspense, un elemento poco apreciado en el cine de acción actual y que suele ser material de trabajo del director Nimród Antal.
El film se plantea en todo su primer tercio como un misterio, como si el espectador no supiera nada acerca de las otras películas. Los protagonistas caen en paracaídas en la jungla, sin saber por qué ni recordar cómo han llegado ahí, siguiendo un modelo clásico de historia que muchos asociarán a Cube (Vincenzo Natali, 1997), aunque en realidad la película tenga más ecos de El malvado Zaroff (Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack, 1932) o de los Diez negritos de Agatha Christie.
Algo que había sido dado de lado en las poco inspiradas películas de Alien Vs Predator era el carisma de los personajes humanos. Centrados en las criaturas y los gadgets tecnológicos, los responsables de esas cintas no parecían recordar la lista de tipos carismáticos y duros –nada realistas, pero ni falta que hacía– que poblaban los repartos de las dos entregas de Depredador, llegando a otorgar el protagonismo de Alien Vs. Predator 2 a un lamentable chaval repartidor de pizzas enamorado de la animadora del instituto.
En Predators se intenta enmendar este error, y los personajes son todos individuos cuya vida es la violencia: mercenarios, soldados, mafiosos y psicópatas se unen y dejan de lado su sed de sangre humana para enfrentarse juntos a la desesperada situación.
El líder de este grupo –un mercenario que lleva el arma de moda en el cine de acción actual, el AA-12 promocionado por Blackwater– está lejos de ser un héroe, y de hecho a veces es un auténtico bastardo, lo cual nos lleva al asunto más discutible de la película: el reparto.
Adrien Brody no es un mal actor, ni mucho menos, pero sí es uno de esos intérpretes de físico tan peculiar que condiciona sus papeles. El protagonista de El pianista mostraba un sorprendente desarrollo muscular en esta película, pero su rostro, su mirada, quizá no eran los más idóneos para un personaje hosco y despiadado que podría haber interpretado mejor cualquier miembro del reparto de Los mercenarios.
También resultaba a ratos molesta la actuación de Topher Grace, un actor que funcionaba muy bien en comedia –en especial, en la extinta serie Aquellos maravillosos 70–, pero cuyos tics son inoportunos en las cintas menos chistosas. Esto es algo en lo que estarán de acuerdo los fans de Venom.
En cuanto a la breve aparición de Laurence Fishburne: sí, resultaba algo estrambótica, pero se sitúa en la onda de los personajes bigger than life de la saga. Al fin y al cabo, tampoco es menos ridículo el adorado Blaine que encarnaba Jesse Ventura en la primera película.
El resto del reparto se prestó menos a la discusión, pues todos los actores estaban bien elegidos para sus papeles. Se lleva el gato al agua Louis Ozawa Changchien, quien roba la película con su silencioso yakuza Hanzo, que además protagoniza la mejor escena de acción de la película, nada menos que un duelo samurai contra uno de los alienígenas.
El gran Danny Trejo tiene un papel muy corto, y su presencia supone la única señal de que Robert Rodríguez está involucrado en el proyecto. Predators no tiene nada que ver con su cine habitual, y demuestra la veneración del productor hacia la película de McTiernan.
Los efectos digitales –bastante malos, eso sí– están usados con moderación. Durante la mayor parte del tiempo se emplean localizaciones reales y animatronics.
El ritmo del montaje es excelente, alternando suspense y acción, sin marear al espectador, quien sabe en todo momento qué es lo que está sucediendo delante de sus narices. Por otro lado, la fotografía se ajusta al aspecto de la primera película, por lo que ofrece un aspecto inusual dentro del cine de acción de esos años.
Curiosamente, las partes «de terrícolas» funcionan mejor que las de monstruos, y todo el planteamiento del film resulta más interesante que el enfrentamiento final, pero aun así, Predators es una secuela muy sólida, que quizá no llega a entusiasmar, pero que se disfruta plenamente.
Sinopsis
El protagonista de la película es Adrien Brody en el papel de Royce, un mercenario que a regañadientes se pone al frente de un grupo de guerreros de élite que se dan cuenta que han sido llevados a un planeta alienígena… como presa. A excepción de un médico desacreditado, son todos asesinos a sangre fría: mercenarios, yakuza, condenados, miembros de escuadrones de la muerte: depredadores humanos que están siendo sistemáticamente cazados y eliminados por una nueva raza de de depredadores alienígenas.
En 1987, Depredador dio a conocer a uno de los personajes más populares y perdurables de la historia del cine de ciencia-ficción: un guerrero extraterrestre dotado de invisibilidad que causaba estragos en la jungla. El público recibió entusiasmado la rica mitología de la película así como su continuación, estrenada pocos años después. En 1994, buscando revitalizar el mundo Depredador, Robert Rodríguez, un joven e inconformista realizador recién salido de El Mariachi, su sensacional debut como director, fue invitado a escribir un guión que girase en torno al personaje, tan amado como temido, del Depredador.
«Originariamente sólo me contrataron como guionista», explica Rodríguez. «Buscaban un nuevo enfoque del material, por lo que no dejé escapar la oportunidad. Yo era un gran admirador de Depredador. Cuando llegué a Hollywood por primera vez, conocí a Carl Weathers y a Arnold Schwarzenegger, así que me pareció que una nueva película sobre el Depredador sería un proyecto con cuya realización disfrutaría mucho».
«Lo que verdaderamente me entusiasmaba de la película original era su carácter híbrido; empezaba como una película de acción al tradicional estilo de los comandos de Arnold Schwarzenegger, en la que los personajes se ganan nuestro afecto y los acompañamos en su odisea. Entonces empieza a transformarse en una película de ciencia-ficción del modelo Alien. Personalmente me encanta realizar esta especie de mezcolanza… películas como Abierto hasta el amanecer. Me apasiona mezclar géneros».
«[Para el nuevo guión], yo sabía que quería escribir algo ambientado fuera de este mundo. Me cautivó el ambiente selvático del original, por lo que ambientando mi relato en otro planeta, podría regresar a un ambiente semejante y, pese a todo, hacer que pareciera nuevo. Así también quedaría aclarado por qué el Depredador sentía la atracción de la jungla de la Tierra [tal y como se describe en la película original], porque el planeta que le sirve de coto de caza tiene un terreno parecido».
«El guión que Robert escribió en 1994 tenía los exteriores, buena parte de la trama [que acabó siendo Predators] y los conceptos básicos de los personajes», comenta la productora de Predators Elizabeth Avellán. «Robert simplemente no volvió a pensar en ello. Le pagaron su trabajo y fue un divertido ejercicio de redacción. Debido a nuestra lista de proyectos, no hubo en realidad un momento en el que Robert pudiera haberse encargado [de la dirección]. Al mismo tiempo, creo que en su fuero más interno quería ver en la pantalla a los personajes que él había puesto sobre el papel».
«Para escribir esa película me dieron carta blanca», tercia Rodríguez. «Me limité a plantear cualquier idea atrayente que me gustaría ver en una película de Depredador y lo puse todo en un guión. Yo sabía que no tendría que dirigirla, por lo que ignoré toda restricción presupuestaria o logística de cualquier clase. Iba a dejar que ellos se encargaran de resolver todo. Entonces, como era de esperar, años más tarde tuve que pagar cara la idea. Con Predators, fui yo quien tuvo que calcular cómo realizarla», añade riéndose.
La obra de Rodríguez, que no llegó a producirse, acabaría convirtiéndose en los cimientos de esta nueva película de 2010. Mientras tanto, se encargó de dirigir un buen número de proyectos distintos con los que ganó fama como uno de los realizadores más influyentes de su generación. Además, él y su socia de producción Elizabeth Avellán fundaron los Troublemaker Studios en 1997 en Austin (Tejas). Al mismo tiempo, un cinéfilo llamado Nimrod Antal cursaba estudios en la Academia Húngara de Cine, convirtiéndose posteriormente en un solicitado director.
En 2009, unos ejecutivos de Twentieth Century Fox se presentaron en Austin para reunirse con Rodríguez y Avellán a propósito de una nueva película de Depredador. «Sin comerlo ni beberlo, Robert recibe una llamada de teléfono [del estudio] en la que le dicen: ‘Acabamos de encontrar el guión que usted escribió, creemos que es excelente y que necesita algún trabajo extra, pero, ¿desea usted realizar la película?'», recuerda Avellán.
«Cuando el proyecto volvió a mis manos, fue emocionante ver que aun después de otras varias películas de Depredador todavía quedaba mucho terreno virgen que explorar», comenta Rodríguez. «La idea de Predators era la de lograr que pareciera no la quinta o la sexta película de una serie, sino la primera. Esto no es una reiniciación ni una nueva representación. Cronológicamente, es posible ver esta película inmediatamente después del Depredador original y tener una línea argumental ininterrumpida. Los Depredadores son personajes tan perdurables que uno podría liarse la manta a la cabeza y crear nuevos mundos completos basados en ellos. Yo sabía que quería regresar a una película basada en personajes. Y para mí tenía la máxima importancia que cada uno se sintiera como si pudiera ser la estrella de su propia película. Y para quien haya visto nuestra película sin haber visto las otras, la idea también es eficaz».
Debido al apretado programa de Rodríguez como realizador de múltiples facetas y jefe conjunto de un estudio, la dirección del proyecto propuesto no era viable dentro del límite temporal que los ejecutivos de la Fox tenían en mente. En vez de ello, se hizo cargo del proyecto como productor, con la idea de colaborar con los nuevos guionistas para actualizar el guión, y contratar a un director que realizara la película con el consolidado grupo de colaboradores creativos de Rodríguez. «Yo estaba enfrascado en otra cosa y no podía dirigir Predators, pero dije que me encantaría producir la película aquí, en Troublemaker», explica Rodríguez. «En nuestro estudio tenemos una forma especial de hacer las cosas que nos permite sacarle mucho partido al dinero en la pantalla y realizar una película grande y estupenda aunque cueste lo suyo. A todo mi equipo técnico le apasiona el Depredador original y estaban tascando el freno esperando trabajar en Predators. Cuando dimos comienzo al rodaje de la nueva película, el momento más increíble para mí como aficionado al cine fue salir de mi oficina y entrar en nuestro plató trasero de Austin y tropezarme con los Depredadores», cuenta Rodríguez entre risas. «Fue de lo más impresionante».
«La decisión de contratar a un director y limitarnos nosotros a producir la película, también tuvo algo que ver con nuestro deseo de desarrollar Troublemaker Studios y ampliar lo que habíamos pretendido hacer aquí», añade Avellán.
«Disfruté de veras con la experiencia de productor», reconoce Rodríguez. «No lo habría hecho en una etapa anterior de mi carrera. Estaba enfrascadísimo dirigiendo, manejando la cámara y componiendo la música de mis películas. Pero mi equipo técnico es muy experimentado y hallé a un director inmejorable en Nimrod; lo mismo puedo decir de los guionistas Alex Litvak y Michael Finch. Ahora que me paro a pensar en ello, Predators no era mi propio proyecto. No era algo que yo hubiera creado, como la serie de Spy Kids; era algo preexistente, lo que me permitió rodar la película como lo haría un verdadero admirador».
Los realizadores querían que Predators fuera un nuevo thriller, mezcla de acción y ciencia-ficción, que captase la magia de Depredador. «Me atraía la idea de reunir a personajes procedentes de distintas partes del mundo, a los que se deja caer en este planeta y que tienen que utilizar sus habilidades para seguir con vida», comenta Rodríguez. «Eso nos proporcionaría un reparto de antihéroes muy internacional. Quería que el título tuviera un doble significado, que hiciera creer que es tan grande la tensión existente entre quienes aparecen en la pantalla que se matarían entre sí sin pensarlo dos veces antes de tropezarse con una de las criaturas. O sea; queríamos que dentro del grupo se establecieran precarias alianzas. Todos ellos son depredadores».
«El gran detalle que hace que ésta sea distinta de otras películas de Depredador es que los personajes se hallan en un planeta extraño en el que se sienten incómodos ya que desconocen las normas que rigen el lugar», comenta Avellán. Ellos son depredadores en la Tierra y ahora se ven depredados. Los humanos están inquietos porque no tienen ni idea de lo que acaba de sucederles y porque son personas acostumbradas a sentirse muy seguras dentro de su propia piel. No se conocen; no forman un equipo ni nada parecido. Estos ocho personajes son todos machos (y hembras) Alfa. Y de repente, tienen que renunciar a parte de su carácter dominante para lograr, al menos, sobrevivir, puesto que aquello con lo que empiezan a tropezarse se torna espeluznante por momentos. Es un relato con mucho suspense que gira en torno al sacrificio y al instinto de supervivencia que hay en nosotros. Es una fantasía pero también tiene una enorme emoción humana».
A medida que el misterio y el terror se van desvelando, los miembros del equipo de circunstancias que forman los asesinos comienzan a descubrir lo mejor de sí mismos. «Los monstruos de Predators no son forzosamente quienes uno piensa que son», dice Antal. «La película trata fundamentalmente acerca de un grupo de personas con las que uno no querría pasar un rato y que, en sus propios mundos, son monstruos. Están desorientados, confusos y paranoicos, y se ven lanzados a una situación que no pueden controlar, lo que les resulta aterrador. Los ‘monstruos’ humanos se enfrentan entre sí, sólo para aprender que en la jungla hay un monstruo [extraterrestre] más grande que los espera. Su odisea saca a relucir su humanidad».
Mientras que las estrellas humanas hacían grupo durante las primeras semanas del rodaje en Hawaii, el elenco de Depredadores y de otras criaturas estaba siendo preparado por un amplio equipo de artistas y técnicos para el rodaje en Austin. Los viejos colaboradores de Rodríguez, Greg Nicotero y su socio Howard Berger, que lo son en KNB Effects Group, Inc., fueron los encargados de dar forma a las criaturas extraterrestres y a los efectos especiales de maquillaje. «Esta producción es verdaderamente emocionante para nosotros. Estamos creando los personajes que dan título a la película y a múltiplos de los mismos», comenta Nicotero.
Los humanos que sobreviven descubren, sobrecogidos, que el Depredador «original» ha caído víctima de esta nueva «actualización», dándose cuenta a la vez de que éste será el cazador supremo… y el Depredador definitivo. Por tanto, además de devolvernos al que afectuosamente conocemos como el «Clásico» Depredador, KNB creó tres nuevos Depredadores Desenfrenados: el Adiestrador de Perros, el Halconero y Mr. Black. Éstos representan versiones más grandes, más largas, más delgadas y más mortíferas de la especie que los espectadores recuerdan de películas anteriores. También fueron ideadas otras criaturas que ensanchan la mitología de los Depredadores, incluido el extraterrestre Ram Runner y los Perros de Caza de los Depredadores.
Después que la producción diera comienzo el 12 de octubre de 2009 en las selvas de Hawaii, el reparto y el equipo técnico completaron el rodaje de Predators en el centro de Tejas. El director Nimrod Antal, junto con su antiguo colaborador Gyula Pados, director de fotografía, se unió a muchos de los miembros habituales del equipo técnico de Rodríguez en las instalaciones de Troublemaker Studios que éste último tiene en Austin. Entre dichos miembros habituales figuran los diseñadores de producción Steve Joyner y Caylah Eddleblute, la diseñadora de vestuario Nina Proctor, el coordinador de especialistas Jeff Dashnaw, los supervisores de efectos visuales Jabbar Raisani y Rodney J. Brunet (éste último de Troublemaker Digital), y Greg Nicotero y Howard Berger de KNB EFX Group, Inc. Ya que la mayor parte del relato se desarrolla en una selva, un departamento de vegetación excepcionalmente amplio, dirigido por el Diseñador de Vegetación Richard Bell, también se convirtió en un componente fundamental de la producción.
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