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Crítica: «Predator» («The Predator», Shane Black, 2018)

La saga Depredador (o Predator, como la llamamos ahora que somos más internacionales) siempre se ha beneficiado de la falta de expectativas artísticas, algo que ha presionado a otras franquicias como su serie casi hermana Alien.

Desde el primer film de John McTiernan (Depredador, 1987), lo que uno espera de estas películas son simples y efectivos tebeos de acción y terror protagonizados por personajes caricaturescos y violentos que se enfrentan a una especie alienígena con afición a cazar tipos con exceso de testosterona.

Si la primera entrega era un Hazañas Bélicas de la Era Reagan (Shane Black, en su papel de Hawkins, aparecía leyendo un cómic del Sargento Rock), Depredador 2 (Stephen Hopkins, 1990) nos servía una pesadilla urbana seudo-futurista muy propia de los cómics de los 90, con abundancia de polis duros y narcotraficantes estrambóticos. Por su parte, Predators (Nimród Antal, 2010) no se alejaba mucho del típico episodio de la serie televisiva de ciencia ficción The Twilight Zone, trasladando a un grupo de soldados y asesinos a un planeta que ejercía de reserva de caza para la extraña especie extraterrestre.

Sin que nos quede todavía claro si las dos películas que enfrentaban a los depredadores con los “xenomorfos” de Alien son canon o no, consideramos que Predator es la cuarta entrega de la saga y, sin lugar a dudas, la más extraña.

Viejos compinches en los tiempos de Una pandilla alucinante (The Monster Squad, 1987), Fred Dekker y Shane Black firman el guión de Predator, algo que, en principio, es capaz de entusiasmar tanto a los fans de la saga como a los admiradores de Black, guionista y director de las extraordinarias Kiss Kiss Bang Bang (2005) y Dos buenos tipos (2016). El problema es que ese Shane Black apenas está presente en Predator, película dirigida por el Shane Black de Iron Man 3.

Y no es que aquella entrega de la franquicia de Los Vengadores fuera en absoluto mala, pero en ella el talento y la mala leche de Black brillan poco entre tanta pirotecnica digital y exigencias comerciales. Predator también es pródiga en efectos digitales que estorban más que ayudan, y está repleta de secuencias de acción de gran escala que, para ser sinceros, no son el punto fuerte del director. Pero el principal problema de Predator viene de un montaje apresurado y tirando a caótico, en el que son evidentes los numerosos problemas con los que se ha encontrado la película en su rodaje y postproducción.

Uno sale de ver la película con sensación de desconcierto, de haber visto un film al que le falta una hora de metraje y que intenta condensar una tonelada de ocurrencias en menos de dos horas. Black & Dekker no ponen freno a su imaginación, y pierden cualquier sentido de la vergüenza dentro de una película protagonizada por pintorescos personajes con problemas psicológicos, con más ciencia-ficción que terror, y mucho humor de trazo grueso, que incluye chistes verdes (una de las señas de identidad de la franquicia), guiños a los fans y alguna que otra loa a los perros de presa, uno de los amores de Shane Black.

Lo mejor de la cinta son los personajes y sus intérpretes, todos con potencial de ser mostrados como seres torturados y trágicos, pero que optan por el sentido del humor para sobrellevar sus problemas mentales. Entre todos, cabe destacar a un Thomas Jane con síndrome de Tourette y a un niño autista (Jacob Trembley) que ejerce como uno de los principales de héroes de la función.

Al igual que en las anteriores películas, Predator es un cómic cinematográfico, pero va derivando peligrosamente hacia el género de superhéroes y al videojuego, alejándose en temática y estética del espíritu de la saga. Queda en manos de espectador decidir si tanto cambio radical es algo de agradecer dentro de una franquicia cinematográfica, por aquello de dejar que entre “aire fresco”, o bien supone una especie de traición a los seguidores de toda la vida.

Sinopsis

Desde los confines más remotos del espacio a los poblados más aislados del sur del Georgia, la caza vuelve a casa en la explosiva visión de Shane Black de la serie DepredadorAhora, los cazadores más letales del universo son más fuertes, inteligentes y mortales. Está en las manos de un variopinto conjunto de exsoldados y una profesora de biología evolutiva evitar el fin de la raza humana.

Además de ser guionista de variadas y sensacionales películas entre ellas Arma letal, y dirigir cintas como Iron Man 3, Dos buenos tipos y Kiss Kiss Bang BangShane Black es actor, conocido por el papel de Hawkins en Depredador, el clásico de 1987 del director John McTiernan. Pero, según Black: “En esta película el Depredador es más letal y aterrador”.

“Treinta años después es el mismo Predator, pero con el paso del tiempo el Depredador se ha actualizado” dice John Davis. “No se trata de una nueva invención o de rehacer lo existente. Es simplemente la franquicia que amas 30 años después. Son las consecuencias de lo que ha ocurrido. Es es lo que ha pasado en los últimos treinta años. Son peores y más grandes –han evolucionado. No es el Depredador de antaño”.

Dice Davis: “Creo que esta es una de las franquicias queridas por el público a través de los años. El primer Depredador sigue gozando de su público internacional y en todo el mundo se sigue viendo en televisión por cable y vía streaming. Cuesta creer que 30 años después, la cinta sigue cautivando a generación tras generación”.

Black dice que el mayor homenaje que podría hacerle a la original era fichar a actores con la misma hermandad que desprendía el reparto de DepredadorBoyd Holbrook es Quinn McKenna, un mercenario que impensadamente se convierte en el líder de un variopinto equipo de veteranos que hacen frente al letal alienígena. En palabras de Black: “Son soldados olvidados, inadaptados. Todos frágiles. Por esto o por aquello su entorno ha decidido que no son de fiar y los han excluido por errores que han cometido. Todos han sufrido y de alguna forma se encuentran. No son un equipo A de soldados. Les lleva un tiempo hacerse los unos a los otros. Quieren hacerlo bien, pero les falta la chispa. El espíritu que los uno es el mismo, una llama en su interior que centellea. Y entonces llega esta oportunidad de hacer algo en la vida y arriman el hombro para enfrentar juntos al monstruo. Sería impensable que alguien los eligiera para tal tarea, pero son perfectos para ello porque son duros y peleones, máxime cuando las cosas van mal. Tienen garra y corazón y son leales hasta la muerte”.

“Cuando lo piensas es de locos, que un grupo de inadaptados salve el mundo” dice Davis. “Tal vez porque están demasiado locos como para temer lo que debería darles miedo”.

John Davis, productor de la cinta original y de todas las posteriores entregas de la franquicia, recuerda lo que en un primer momento le llamó la atención de Depredador hace más de 30 años: “Era la idea del cazador. De que había una criatura de otro planeta que ansiaba la caza mayor y recorría los planetas en busca de sus presas. Y el comando americano en la jungla representaba eso. Un juego. Y al final lo vencieron por ser ellos más inteligentes por lo que, aunque el Depredador era fuerte y poseía armas potentes, fue la creatividad y las ansías de sobrevivir del hombre que equilibraron la balanza”.

Shane Black acababa de terminar el guion de Arma letal, y Davis y sus compañeros productores le pidieron que colaborara en el guion de Depredador. Recuerda Davis: “Pensamos que podríamos ficharle, asignarle un personaje, y una vez en México estaría dispuesto a ayudarnos con esto. Pero nos dijo: “No, me habéis contratado como actor y es lo que voy a hacer”. Cuando vimos que estaba decidido pensamos, vale, pues tú serás la primera víctima, por lo que no duró mucho” recuerda Davis. Apunta Black: “Me negué. Tal vez mi comportamiento fuera un tanto, como se diría… capullo, en realidad. Pero de buenas maneras. Consideraba que el guion no necesitaba una revisión”.

Dice Davis: “Lo irónico es que ha vuelto para escribir y dirigir esta película por la larga trayectoria que tiene con el material. Creo que es un director brillante, tiene un sentido del humor gamberro y una forma maravillosa de observar la realidad. Creo que por eso el guion es fantástico y la película también”.

El Yautja, el aterrador alienígena de la cinta conocido como el Depredador en la cinta de 1987, fue una creación del gurú de efectos especiales en maquillaje Stan Winston, el cerebro tras icónicas criaturas del cine como Alien Terminator. Dice el guionista Fred Dekker: “Considero que el Depredador es una de las criaturas más emblemáticas del cine por lo elegante de su diseño. Como todos los grandes monstruos, nos llega al subconsciente. Cuando miramos esta criatura nos vemos de algún modo reflejados casi como en un espejo, en una visión más oscura, primitiva, y aterradora. Es difícil de lograr”.

Dice Davis: “Esa estética, humanoide hasta cierto punto y alienígena por otra parte, me sorprendió. Daba miedo, pero a la vez era interesante. No había nada nada ñoño en su diseño y creo que eso es lo complicado a la hora de crear un alienígena de otro planeta”.

Predator supone el debut actoral de Brian Prince, el artista del parkour de dos metros y once centímetros de altura que hace de la criatura que da nombre a la película. Una vez enfundando en su vestuario de Predator, su altura supera los dos metros y trece centímetros.

Alec Gillis y Tom Woodruff, hijo, copropietarios de Amalgamated Dynamics, son los diseñadores y creadores del traje de Predator que luce Prince. Tanto Gillis como Woodruff trabajaron para Stan Winston en la entrega original. Dice Gillis: “La razón del éxito del Predator se explica en parte por su forma humana. Partimos de moldes corporales con las proporciones de Brian. Procuramos que no fuera demasiado voluminoso el traje porque el movimiento era importante. Y lo mismo puede decirse del rostro. Partimos de la base del ser humano bajo la máscara”.

Predator se rodó en Vancouver y su extrarradio, en Canadá desde finales de febrero a principios de junio de 2017, y se grabaron imágenes adicionales en marzo de 2018.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Davis Entertainment, 20th Century Fox. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).