«La veneración rendida a Inglaterra ‒escribe Ignacio Peyró en este magnífico libro‒ contrasta con un dato de experiencia: nadie diría que Inglaterra haya sido fácil de admirar, ni siquiera de comprender».
Bien es verdad que, a efectos prácticos, las diferencias entre la Inglaterra que imaginamos y la Inglaterra auténtica parecen poco relevantes. En todo caso, antes de entrar en el terreno del mito inglés y de esa anglofilia que muchos compartimos, permítanme un par de tartamudeos de incredulidad, relacionados con esa costumbre tan nuestra de creernos los estereotipos propios ‒los negativos, se entiende, sobre todo si parten de la leyenda negra‒ y también los ajenos ‒aunque, en más de un caso, pertenezcan al terreno de la ficción‒. Leo en The Guardian el siguiente titular: «Spanish have highest healthy life expectancy in Europe» (5 de marzo de 2013), que contrasta con este otro: «UK has worst quality of life in Europe» (29 de septiembre de 2011). Añadan ahora esta tercera línea de impacto: «The most violent country in Europe: Britain is also worse than South Africa and U.S.» (Daily Mail, 2 de julio de 2009), y a continuación, intenten explicarse por qué el español medio aún cree ‒creemos‒ que el inglés es un pueblo moderado, materialista y excéntrico, vestido en Saville Row, que intercala en su diálogo pasajes de Shakespeare, tararea en voz baja «Here’s a Health unto His Majesty» y sujeta la taza de te con esa distinción que muestra Hugh Bonneville en la teleserie Downton Abbey.
Si, por supuesto que existen en nuestro imaginario el hooligan enamorado del fútbol y la violencia, pero lo cierto es que, gracias a la literatura, el cine, el teatro y la televisión, aún nos hipnotiza la faceta más idealizada y hermosa de aquel país. Una faceta que, dicho sea de paso, sale a relucir en las conversaciones ibéricas para subrayar lo poco que apreciamos los méritos propios.
Hay una expresión que menciona Peter Ackroyd en su admirable Albion. The Origins of the English Imagination (Vintage, 2004): «the song of the past». La canción del pasado. Quizá en ella podamos encontrar la quintaesencia británica: un estribillo nostálgico que, a lo largo de los siglos, resuena en la épica sajona, en la narrativa artúrica, en la novela histórica del XIX, en los pastiches victorianos, en el neoclasicismo artístico y en ese entusiasmo por las antigüedades que, a grandes rasgos, es propio de la ficción inglesa.
Recuerdos y tradiciones. Hay un buen puñado de ellos en la maravillosa enciclopedia de Ignacio Peyró, un manual imprescindible y original que nos permite analizar la anglofilia bajo un prisma apasionado y erudito.
Ordenado como un diccionario que se puede leer de principio a fin o a capricho del lector, este libro inagotable nos ofrece con detalle las numerosas imágenes que componen el ideal británico: magníficos escritores, acontecimientos memorables, políticos arropados por la elite intelectual, personajes consolidados como arquetipos, gentlemen de modales impecables, exploradores que llevan la Union Jack en su mochila, villanos de enorme carisma, héroes con tendencia a la melancolía…
La oscilación entre lo que hemos aprendido a admirar de Inglaterra y las certezas de una actualidad decadente es continua en Pompa y circunstancia. En todo caso, aquí la realidad se alterna con el espejismo literario, y al ser su límite la imaginación, no es posible divisar su fin. Los niveles de ilusión son múltiples: vale tanto un aforismo de Wilde como un lance de Robin Hood, y una pesquisa de Sherlock Holmes resulta igual de apasionante que la aventura (real) de Richard Burton en busca de las fuentes del Nilo.
Como certificación de este juego de espejos, quédense con una encuesta que menciona Peyró. Atención al porcentaje, un sesenta por ciento de los británicos considera que Holmes es un personaje histórico, y una cuarta parte cree que Churchill es un personaje literario. Ya lo ven: a ojos de un inglés, la leyenda y la historia siempre tienen una correlación necesaria.
Sinopsis
Pompa y circunstancia nace de una anglofilia serena y ponderada, inmune a la mala nota de lo anglófilo en España, y de un afecto por la cultura inglesa que ha quedado purificado de credulidades y entusiasmos acríticos. Este libro, que desde la erudición no renuncia a la amenidad, pretende ser desde acompañante en un viaje hasta volumen de consulta en el fondo de la biblioteca. De la galería de retratos a los ensayos parciales o el mero capricho estilístico, ha adoptado la forma concreta de una enciclopedia por permitir muy distintos tipos de aproximación, desde la lectura rigurosa hasta la lúdica y azarosa, sobre lo que se conoce o no se conoce.
Lleno de referencias cruzadas, que pueden leerse de modo autónomo, el libro, en el progreso en la lectura, revelará sus cientos de entradas como teselas de un mosaico más amplio, para así afirmar la congruencia y el sentido completo de una obra que busca aportar una cierta idea de lo inglés.
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