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Philip Seymour Hoffman. Historia de un legado

Un legado. Eso es lo que dejan tras de sí los más afortunados de nosotros.

Puestos a hablar de la mortalidad del hombre, yo prefiero hacerlo de la leyenda. De la inmortalidad. Del paso indeleble del tiempo a través de una obra, una pasión, un arte. Una vida. Una vida que mejora la de los demás en muchos sentidos solo por el hecho de existir. Personas destinadas por su propio genio a hacer de este mundo uno un poco más interesante, un poco más brillante, un poco más eterno. Una impronta.

Esa impronta que solo algunos escogidos son capaces de dejar tras su marcha.

En ese sentido, bien puedo pensar y decir que el actor neoyorquino Philip Seymour Hoffman (1967-2014) ha alcanzado la inmortalidad a lo largo de un legado cinematográfico, fruto de su arte, que nos sobrevivirá a todos.

Entre esa lista de grandes trabajos, de grandes películas, hay multitud de papeles secundarios. A veces no fueron papeles destacados, pero siempre fueron relevantes. Muestra de ellos son sus actuaciones en El gran Lebowski (Joel Coen, 1998), en Boogie Nights (Paul Thomas Anderson, 1997), en La última noche (Spike Lee, 2002) o en Radio Encubierta (Richard Curtis, 2009). Pero entre todas las que no están pero son, y todas las que son y están, quisiera destacar especialmente tres.

Tres grandes películas que además corresponden a tres grandes actuaciones de Philip Seymour Hoffman. Tres actuaciones que se comen la pantalla y a todos los que hay en ella a cada fotograma. Tres películas capitales, insustituibles, inevitables. Tres actuaciones de libro, camaleónicas, inmensas, y de una profundidad casi abisal.

Tres actuaciones que en definitiva, son las que siguen:

The Master (Paul Thomas Anderson, 2012)

Una película absorbente, puede que desquiciante para algunos, controvertida, polémica, creada por el director que parece llamado a ser la gran esperanza americana del siglo XXI. Una película eléctrica, con dos actuaciones estelares, mano a mano, de un Philip Seymour Hoffman y un Joaquín Phoenix irreconocibles, tan intensos y reales como se puede llegar a ser. Un ensayo, en definitiva, de la interpretación cinematográfica.

Truman Capote (Bennet Miller, 2005)

Posiblemente el autor de A sangre fría jamás pensó que sería retratado con la misma genialidad y realismo con que él inmortalizó el primer ejemplo de literatura periodística. Seymour Hoffman regaló aquí una de las mejores interpretaciones de su carrera en una actuación absolutamente magistral. Amanerado, cínico, agudo y brillante, la interpretación del genial escritor significó la ansiada estatuilla para el actor neoyorquino, que fue a parar a sus manos en febrero de 2006. Un galardón que si a veces parece desprestigiado, déjenme recordarles que arrebató en aquel año en dura pugna al tristemente también fallecido Heath Ledger por su papel en Brokeback Mountain, o a su compañero de reparto en The MasterJoaquin Phoenix, por su papel En la cuerda floja. O lo que es lo mismo: una de las ediciones más disputadas en el galardón de actor principal en cuanto a talento.

Antes que el diablo sepa que has muerto (Sidney Lumet, 2007)

Por último me gustaría reseñar la actuación que el actor regaló al mundo en esta película. Quizás porque me parece una de las mejores películas realizadas en los últimos 25 años. Quizás porque golpea al espectador con una dureza inusitada, o quizás porque admiro profundamente que un director de la talla y la edad de Sidney Lumet sacara lo mejor de un gran actor como era Seymour Hoffman. El caso es que Antes que el diablo sepa que has muerto, es una película imprescindible en todos los sentidos de la palabra. Con una actuación acorde. Quizás, inconmensurable, sea la mejor palabra para describirla.

Esto, no creo que a nadie se le escape, es un homenaje como puede serlo cualquier otro. No tiene todas las pistas, no es una guía a seguir. Es simplemente una muestra de respeto, de admiración profunda. Es una constatación escrita de que el sol brilla un poco menos hoy, de que el mundo no sigue su ritmo inconsciente a cualquier perdida. De que hay luces que tienen un brillo especial. De que todas lo tienen. Independientemente de que no a todos nos gustan las mismas películas. Los mismos autores. La misma mayonesa. El caso es, que elijáis las actuaciones, o películas, o momentos cumbres que queráis, resaltéis lo que queráis resaltar de la vida profesional de este magnífico actor, el caso es, que la conclusión debería ser solo una:

El tiempo prestado es finito.

Un hombre muere.

Pero su leyenda, pervive.

No es un mal epitafio.

Copyright del artículo © David Hernández Ortega. Reservados todos los derechos.

David Hernández Ortega

David Hernández Ortega (Cádiz, 1986), escritor, articulista y filólogo. Vinculado profesionalmente al mundo del cómic y la literatura desde 2012, ha trabajado con las principales editoriales de cómics de España: entre otras, Planeta DeAgostini, ECC Ediciones, Salvat o Panini Comics. En el ámbito universitario ha impartido distintos talleres sobre literatura y cómic, y ganado diversos premios literarios, entre los que destacan el Primer Premio Universitario Andaluz XXII El Drag y el Primer Premio Universitario de la Universidad de Cádiz Biblioteca UCA durante dos años consecutivos. Ha sido publicado en distintas antologías y revistas. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, entre otros el inglés, francés o portugués. Es articulista y corrector de Panini Comics desde 2017.