«Botón, botón», «Pesadilla a veinte mil pies», «Duelo», «Acero»… Hagan la prueba ustedes mismos. Con sólo repasar el índice de este maravilloso volumen, descubrirán las obras maestras de ese genio del relato breve que fue Richard Matheson, uno de esos raros ejemplos de escritor dedicado al fantástico que, sin contradicción alguna, mereció el tributo de quienes no siempre admiran dicho género.
Y aunque a estas alturas parezca anticuado mencionar ese prejuicio frente a la literatura fantástica, conviene recordar que Matheson y Bradbury figuran entre las excepciones de ese desdén que, hace unas décadas, solían merecer las tramas protagonizadas por vampiros, monstruos mecánicos o seres interestelares que petrifican con su mirada.
Leer a Matheson es un viaje al país de las sombras. Un viaje que nos conduce hasta el precipicio de nuestros temores, con esa fiebre que provocan la angustia, el misterio o el descubrimiento de un prodigio.
El escritor golpea sobre el yunque de la vida cotidiana, y precisamente por eso, sus ficciones nos dicen mucho sobre nosotros mismos, como si esos cortinajes que nos invita a descorrer ocultasen la auténtica realidad.
Nos identificamos con sus protagonistas, y cada criatura fantástica viene a ser un resorte que nos ayuda a comprender por qué ciertos temores son inseparables de la propia existencia. En este sentido, el humanismo de Matheson y su penetración psicológica son mucho más relevantes que los temas elegidos, por deslumbrantes que éstos sean.
En materia de amenidad y talento narrativo, el escritor no tiene punto de comparación con la mayoría de quienes le acompañaron en las revistas del género. Dada la calidad de los textos recopilados, me parece que aquí alcanza su cota más alta, con piezas breves cargadas de emoción, ingenio y melancolía, a la altura de Soy leyenda, su novela más celebrada.
Ricos en matices, impresionantes por su soltura literaria, muchos de los cuentos de este volumen parecen concebidos para plantar cara a esa narrativa experimental que, pese a sus ambiciones, no logra impresionarnos del modo en que lo hace Matheson.
Lo mejor de este autor, por otro lado, es su don para concentrar en pocas páginas la mayor carga emocional. Esa es la razón por la que estos relatos nos permiten comprender el espíritu contradictorio y paranoico de la segunda mitad del siglo XX, tan esperanzada ante los avances tecnológicos, y al mismo tiempo, tan desconfiada ante esos demonios ocultos que siguen anidando entre nosotros.
Sinopsis
Si Nacido de hombre y mujer, y otros relatos espeluznantes recogía los primeros trabajos de Matheson y abarcaba solo un lustro (1950-1954), este segundo volumen compila relatos escritos a lo largo de los siguientes diecisiete años (1955-1971).
Hasta que decidió abandonar el formato, sus cuentos le abrieron acceso a publicaciones cada vez más mayoritarias; mientras tanto, su carrera como guionista despegaba. Y es precisamente gracias a las versiones audiovisuales como sus relatos se han vuelto más conocidos. Desde Serling, Corman y Fisher, pasando por el mismísimo Hitchcock, hasta Spielberg o un triunfante George Miller, sus cuentos han constituido una fuente de inspiración continuada para el cine y la televisión y han dejado una huella indeleble en varias generaciones.
Richard Burton Matheson nació en 1926 en Allendale (Nueva Jersey, EE.UU.) y creció en Brooklyn. Durante la Segunda Guerra Mundial luchó en Europa, donde resultó herido. En 1949 se licenció en periodismo por la Universidad de Misuri. Las dificultades laborales para ejercer su profesión determinaron su dedicación a la narrativa. En 1950 se publicó su primer relato, “Nacido de hombre y mujer”, en The Magazine of Fantasy & Science Fiction; cuatro años después, su primera novela fantástica, Soy leyenda, eludía clichés e incorporaba por primera vez una explicación racional al vampirismo. En 1956 llegó a un acuerdo con la Universal sobre los derechos cinematográficos de El hombre menguante con la condición de hacerse cargo de la adaptación, lo que marcó el comienzo de su carrera en la industria del cine y la televisión. Cabe destacar en este campo los catorce guiones que firmó para La dimensión desconocida, así como las adaptaciones de obras de Edgar Allan Poe para Roger Corman y de su cuento “Duelo” para la ópera prima de Steven Spielberg El diablo sobre ruedas. Residió en Los Ángeles desde 1951, donde falleció en el año 2013.
A pesar de haber empezado escribiendo para pulps de ciencia ficción, Matheson fue abandonando los elementos más arquetípicos del género, con que dotaba de verosimilitud los terrores más dispares, para dar mayor relevancia a las características centrales de su obra: la irrupción de lo extraordinario en la realidad, la cotidianidad del miedo y la paranoia, y la angustia vital.
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