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‘Pensar en tiempos convulsos’, de Augusto Klappenbach: el hacer pensar

Augusto Klappenbach, argentino del exilio y arraigado en España, ha cursado una larga carrera de trabajo en la docencia y la investigación filosóficas. No sometido a ninguna escuela excluyente, siempre ha valorado la filosofía como una suerte de involuntaria pero reconocible tarea de todos los filósofos. Éstos han coincidido y disentido, forjando la unidad en la diversidad.

Si bien nuestro autor no oculta el rol protagónico de Kant y la modernidad ilustrada, su kantismo se nutre, dado lo anterior, de un examen no sólo de las huellas racionalistas sino también de las aventuras y desventuras que colorean las rutas de lo no racional. No ha redactado una obra en el sentido institucional de la palabra pero ha ofrecido una cantidad de ensayos breves que ahora recoge y que alcanzan la calidad de una tarea cohesionada, en el volumen Pensar en tiempos convulsos. Idealidades, fanatismos y peculiaridades de la condición humana (Introducción de Feliciano Mayorga Tarriño, Anexo, España, 2024, 190 páginas).

Estricto y ordenado pero no permeado por tecnicismos ni jergas, este texto muestra a un conocedor preocupado tanto por conocimiento propio como por el conocimiento ajeno, de modo que leerlo hace del lector un partícipe dialogante con lo que se le ofrece. La dispersión de las fuentes cobra así una severa coherencia y ayuda de tal modo a comprobar que la filosofía es cosa de todos y no tan sólo de los filósofos, que filosofar es ocuparse de la vida compartida y no un ensimismamiento de espacios cerrados y sectarios dotados de cierta imponencia catedrática.

La guía de su inquietud es el hombre, un animal que se reconoce imperfecto y anhela la plenitud sabiéndola inalcanzable, de manera que ha de sostenerse en una identidad fluyente y crítica, es decir que su existencia aparece poblada de crisis. Esta postura es fuertemente resistida por una serie de corrientes filosóficas de nuestra época –pónganse las fechas donde se quiera– y en el examen de su desfile se detiene con minucia y calma el expositor.

Estructuralismos, posmodernidad, cerrazones identitarias, nihilismo, misticismos de alto y bajo nivel, relativismos y sectarismos militantes son estudiados señalando sus falencias discursivas y sus traspiés expositivos que a menudo están diciendo lo contrario de lo que pretenden decir.

En definitiva, cuando se cuestionan las luces, la sombra todo lo devora y la tarea secular del filósofo, el pensador de la Ciudad, se torna lirismo místico y clausura el pensamiento. Tachar al sujeto y borrar al hombre de la historia implora la llegada de los dioses, se los vista de ser absoluto, lenguaje oratorial, inconsciente obrador o estructuras definitorias construidas por una suerte de aliento sobrenatural, inefable y resolutor. A menudo estas tendencias han llevado al totalitarismo o a la conversión iluminada, haciendo que el filósofo cobrase la fisonomía del gurú.

Klappenbach, por el contrario, no sostiene que los derechos humanos sean una superstición occidental, que la razón universal sea un anhelo simpático, el sujeto una palabra más entre las palabras, la abstracción una negación de la pluralidad, y la filosofía, en último análisis, una conversación que nos distrae de la realidad inabordable que nos rodea y nos penetra. Por el contrario, la filosofía es una ocupación humana convertida en preocupación y que instrumentaliza la difícil pero irrenunciable faena de construir un mundo humano, imperfecto, mejorable, empeorable, inevitable pero también ineludible.

La temática concreta es muy rica y desciende a la tierra, la recorre, la reconoce y acepta su rasgo enigmático, tal vez misterioso pero que vale como único espacio donde el hombre se pregunta qué es, quién es y cómo llega a interrogarse. El índice temático es muy amplio; anoto sólo algunas precisiones: el sentido de la vida, la función de lo mortal en la existencia práctica, la venganza y la vindicta, la identidad del ser nacional, el derecho ante la ética, el progreso material y moral, la religión como estímulo y obstáculo, los animales y el animalismo, el sexos y los sexismos, la risa y el dolor. Seguramente, el lector hallará más subtítulos. En todo caso podrá leer una obra filosófica sin temer a los filósofos que, al fin y al cabo, son tan humanos hasta cuando divagan sobre la disolución del hombre.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")