Freud, Jung y otros psicoanalistas y psicólogos recurrieron a los mitos griegos para poner nombre a ciertas características psicológicas: narcisismo, complejo de Edipo, complejo de Electra.
Pero es importante recordar que la mayoría de los héroes griegos de las enfermedades psicológicas freudianas no padecían los complejos o enfermedades a los que han dado nombre.
Edipo no se enamoró ni deseó sexualmente a su madre, sino, como mucho, a la reina viuda cuya verdadera identidad él no conocía.
Tampoco mató a su padre (cumpliendo literalmente aquello que decía Freud de que hay que «matar al padre»), sino que tan sólo mató a un hombre con el que tuvo una disputa en el camino a Tebas.
En cuanto a Narciso, Marshall McLuhan discute la atribución de narcisismo que se le hace: «Es nuestra cultura narcótica y narcisista lo que nos ha hecho interpretar a Narciso como enamorado de sí mismo» (Comprender los medios de comunicación).
Es probablemente cierto. Narciso no estaba enamorado de sí mismo, sino de ese joven que veía en el reflejo que le ofrecía el agua. Por eso se ahogó al intentar alcanzarlo. Podemos pensar que Narciso era tonto, pero no narcisista: si se amaba a sí mismo, le habría bastado con abrazarse y besar su cuerpo (que siempre llevaba consigo): no hacía falta lanzarse al agua.
Por otra parte, existía otra versión, tal vez inventada por Pausanias (quien consideraba absurdo el mito de Narciso) que decía que Narciso buscaba en el agua a su hermana gemela muerta.
Dalí aseguraba que este fue el primer cuadro que pintó siguiendo su método paranoico-crítico. Además, tuvo ocasión de enseñárselo a Freud, quien se quedó impresionado por las explicaciones de Dalí, pues hasta entonces pensaba que los surrealistas eran más o menos locos sin demasiado interés. Dalí escribió un poema que debía ser leído mientras se contemplaba el cuadro. Probablemente no es casualidad que Dalí eligiera este mito, porque él mismo tenía una cuenta pendiente con un doble suyo: su hermano Salvador, nacido antes que él y muerto con sólo dos años.
En el mito de Narciso interviene el adivino Tiresias, uno de los personajes más interesantes de la mitología, que también está presente en la leyenda de Edipo. Curiosamente, Tiresias, representa el mismo papel en ambos mitos: advierte al héroe (a Narciso o a Edipo) que es mejor no conocer.
En el caso de Edipo, no conocer quién era ese hombre al que mató en el camino a Tebas; pero Edipo insiste hasta que Tiresias le muestra lo que no debería querer ver. La visión enloquece a Edipo: ha matado a su padre y se acuesta con su madre. Estaba ciego porque no veía, así que, ahora que por fin ve, se arranca los ojos. Sutilezas como estas, que pueden parecer casuales, asombran por la precisión con que se repiten en el sistema mitológico griego.
Porque, como dije antes, Tiresias interviene en la tragedia de Narciso, y también intenta evitarla al advertirle: «Tendrás una vida feliz siempre y cuando no veas tu rostro». Es una manera de invertir el consejo que la sacerdotisa de Delfos le dio a Sócrates: «Conócete a ti mismo». Tiresias le dice a Narciso: «No te conozcas a ti mismo».
Para hacer más complejo el mito, resulta que Narciso, que acabará viendo una repetición de sí mismo en las aguas del lago, es amado por una muchacha que también ha dado nombre a la repetición, en este caso no visual, sino sonora, la ninfa Eco. Eco ama a Narciso, pero él la desprecia. ¿Por qué? Unos dicen que por altanería, otros que porque era homosexual. Eso es coherente con el hecho de que Narciso se enamora de un muchacho: ese reflejo que ve en las aguas.
Según parece, fue Ovidio quien introdujo la historia de la ninfa Eco en el mito de Narciso, pues un mitógrafo anterior, Conon, decía que lo que en realidad sucedió es que un joven espartano llamado Aminias estaba enamorado de Narciso y que éste le dio una espada. Aminias entendió el mensaje y se mató con la espada. Fue para vengar su crueldad, que los dioses hicieron que Narciso se enamorara de su imagen y se ahogara en el lago al intentar besarse.
Muy recientemente, la versión de Conon parece que ha quedado respaldada por un papiro encontrado en el basurero de Oxyrrinco (de allí salen casi las tres cuartas partes de papiros conservados). Pero ese texto, anterior en cincuenta años a Ovidio y tal vez escrito por Partenio, parece sugerir que Narciso se mató con su propia espada (aunque tal vez se trate de Aminias), y que de la sangre derramada nació la flor del narciso.
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