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Mírala, mira-la

La madrileña Puerta de Alcalá fue limpiada y restaurada en 2023. Nunca la habíamos visto más hermosa. Se diría que nunca la habíamos visto tanto, con tanta presencia y hasta tanto volumen. La limpieza ha clareado su color y subrayado sus líneas, incluidos los personajes que parece haber trepado por sus cornisas. La luz del sol se multiplica ante objetos claros, así como se atenúa ante los oscuros. En fin, que la Puerta ahora irradia, a pesar de que la Torre de Valencia haya estropeado su perspectiva y despreciado su escala.

En su tiempo, la Puerta era la entrada/salida de la capital. También en su tiempo, el sociólogo Georg Simmel nos dejó lúcidas reflexiones sobre la puerta y el puente. Aparte de su funcionalidad, simbólicamente son ambiguos. Un puente une orillas pero también diseña fronteras. Una puerta abierta nos cede el paso pero cerrada, nos lo impide. Publicidad y privacidad, correspondencia y apartamiento. Estas cosas son tan cotidianas en su vulgaridad como el hecho mismo de vivir. En efecto, vivimos una vida cotidiana, hecha de luces y sombras, de aperturas y encierros y viceversa.

La Puerta madrileña evoca esta duplicidad. Es un arco de triunfo para que desfilemos bajo sus dinteles y también una suerte de semáforo gigatesco, dieciochesco y premonitorio. Estos vaivenes han sido recogidos por la querida Puerta. Ahora, de tan pulida y tan nítida, semeja ser flamante. ¿No ha cumplido siglos, tiempos de paz y de guerra que la habían ensuciado, agrisado, carcomido y malherido pero asimismo convertido en el símbolo de la pervivencia? ¿La hemos despojado de su historia, de esa historia que es la nuestra? ¿Borra la cirugía estética la verdad del rostro?

Por mi parte, contesto que no. Restaurar un monumento no es falsear su historicidad. Al contrario, es la metáfora de nuestra misma historia. Es cierto que venimos de lejos pero también es cierto que queremos llegar lejos. Naturalmente, como especie somos habitantes vetustos de estas ciudades, estas naciones y este planeta. Mas también somos capaces de fundar juventudes, de rejuvenecer. La Puerta nos mira, asoleada y nítida. Nos dice: “Mírame, mira-me. Soy tu espejo.”

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")

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