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Veinte libros contra el 2024

Como le sucede a Carlos Monsiváis, tengo muy claro que «la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan»

La imagen siempre es la misma: alguien está a punto de escribir unas líneas en su diario, para resumir el día, después de haberse levantado muy temprano, seguramente con dolor de cabeza, desayunar mientras le echa un vistazo a los periódicos, ir al trabajo y luego, ya por la tarde, a la escuela de natación.

Es el 2 de agosto de 1914 y quien escribe es Franz Kafka en Praga. Alemania le acaba de declarar la guerra a Rusia, pero ni siquiera eso va a disuadir a nuestro pequeño héroe literario de nadar en una piscina.

Da igual si la Historia con mayúsculas se ha puesto en marcha, porque la pequeña historia de un escritor judío sigue su curso. Para Kafka, los dos historias —la oficial y la suya— avanzan en paralelo, sin que él permita que se lleguen a tocar jamás. De haber sido así, quizás él se habría alistado y habría partido hacia el frente, como muchos jóvenes impulsivos y nacionalistas que murieron inútilmente durante la Primera Guerra Mundial, dejando diarios y poemas inconclusos, música sin componer, promesas de amor no atendidas, demasiado dolor entre sus seres queridos y sus amigos, y trincheras, campos de batalla y composantos dispersos por toda Europa. No. 

Hoy mismo yo me siento como Franz Kafka aquel 2 de agosto de 1914, no porque Alemania le haya declarado la guerra a Rusia y por la tarde yo vaya a ir a la escuela de natación, sino porque la ofensiva israelí en Gaza continúa, con sus tentáculos extendiéndose por Irán, Líbano, Yemen y Siria, donde se acaba de derrocar el régimen de Bassar al-Assad y muchos grupos de insurgentes cantan embriagados por el presente pero observan al mismo tiempo el futuro sin saber qué les deparará; Rusia invade y conquista territorios en Ucrania con la ayuda de Corea del Norte, y en Estados Unidos Donald Trump ha ganado las elecciones y muy pronto volverá a ser presidente de uno de los países más importantes del planeta, con sus modales de gañán privilegiado y su jactancia cada vez que hace lo que le da la santa gana simplemente porque tiene dinero y porque en nuestro mundito el dinero —y no la inteligencia, la bondad o la imaginación— es poder.

Escuela de supervivencia

Me siento como Franz Kafka, mientras leo, veo y escucho las noticias internacionales con profunda inquietud, y a pesar de todo ello me pongo ante el ordenador para escribir estas líneas sobre mis 20 lecturas favoritas de 2024, que son mi particular inmersión en la piscina de Kafka, son su escuela de natación, son mi escuela de supervivencia, son su forma de respiración, son mi mejora vital y mental.

Este año he leído 246 libros de diferente extensión (entre 16 y 715 páginas) y me asomé y hojeé varios cientos  más (por curiosidad y por necesidad, antes de animarme a comprarlos o antes de comenzar a escribir líneas como estas).

Algunos, no muchos, fueron relecturas; la mayoría, sin embargo, fueron publicados en los últimos diez años. Libros cuya primera edición es de 2024 son los que más abundan en mis lecturas de los últimos 365 días, pero eso no quiere decir que necesariamente sean los mejores que he leído en ese período de tiempo.

Madre de corazón atómico, de Agustín Fernández Mallo, es seguramente el libro editado en 2024 que más me ha gustado, iluminado e inspirado, sin ser el que más me gusta de los suyos, porque tiene contendientes como El hacedor (de Borges), Remake y Trilogía de la guerra.

También me gustó mucho Hay un monstruo en el lago, de Laura Fernández, que es buenísimo aunque no tiene la ambición formal y conceptual de La señora Potter no es exactamente Santa Claus.

Muchos libros están en mi lista de mejores lecturas de 2024 porque ya conocía a sus autores y porque sé por tanto hacia dónde apuntan y qué arrastran tras de sí, lo cual los coloca en una situación más privilegiada que la que ocupan los libros de autores a quienes leo por primera vez y cuya obra previa desconozco. Los libros que ya tienen un universo literario construido para mí los leo con mejores herramientas que los que comienzan a construirlo.

Una tercera vida

Como le sucede a Carlos Monsiváis, tengo muy claro que «la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan. Lo que importa es cómo se anda, ve y actúa después de leer. Si la calle y las nubes y los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales».

Además, tengo muy claro que mi vida como lector es la tercera vida más importante que tengo, después de la de trabajador y la de soñador. De modo que a los libros les pido dosis de realidad las justas, sobre todo teniendo en cuenta que hoy en día es necesario prepararse para tener una vida mental cada vez mayor si uno no quiere venderse por completo a la explotación a la que nos somete la tecnología de los móviles, con sus tiktokadas, con sus redes sociales, con su inquietante inteligencia artificial y con sus rollos algorítmicos.

Cada vez las opciones se ciñen más a vivir por tu cuenta, sin esperar que alguien vaya a interesarse demasiado por lo que te pasa por la cabeza, lo que piensas sobre las películas o las exposiciones que ves, o los países adonde viajas; o por convertir tu experiencia en datos informativos para llenar de contenido tu TL, porque más allá de eso a la mayoría de tus seguidores en X, Instagram, Facebook o Bluesky les importa un comino lo que sea de tu vida.

Fuera de la tecnología informática, no obstante, también hay vida, sigue habiéndola. Hay gente que lee y debate, gente que piensa y escribe, gente que habla con elocuencia y escucha; acontecimientos vitales, sociales y culturales por los que vale la pena estar vivo y bien despierto.

Uno todavía puede conocer a personas muy interesantes, ver el Perito Moreno en Argentina o disfrutar de una carrera por el bosque, más allá de luces navideñas y multitudes; uno todavía puede leer, con poco o mucho ruido a su alrededor, en la intimidad de su salón o en una bulliciosa cafetería, y uno todavía se siente privilegiado cuando reúne el dinero suficiente y encuentra las condiciones para viajar a lugares distantes, donde normalmente se contradicen los agoreros que homogeneizan el mundo y lo describen al borde del abismo, según los occidentales.

Creo, de hecho, que hoy no existe nada tan fatigante como ser occidental, de ahí nuestro interés por otras culturas y la insistencia de muchos para desplazarnos del centro de la vida en el planeta, por si de ese modo el planeta aún puede ser salvado.

Terreno conquistado al vacío y la nada

Las 20 lecturas que propongo a continuación son un resumen con algunas de las mejores cosas que me han pasado durante el año 2024, cosas que me han pasado mientras leía y que no me han sucedido haciendo otras cosas, quizás por eso cada día leo más.

Quiero dejar claro, no obstante, que no soy de los que desatienden a sus hijos o a sus esposas por leer, pero sí soy de los que se interesan poco o nada por lo que ofrecen casi todos los canales de televisión, la mayoría de las galerías y museos, las plataformas de streaming o los cines, porque llevo mucha vida de televisión, galerías y museos, streaming y cine a las espaldas y me doy perfecta cuenta de que hoy en día se hacen demasiadas cosas con escasa autoexigencia y se aplauden banalidades que no llevan a ningún sitio, sin que exista un criterio crítico capaz de seleccionar lo que vale la pena rescatar de tu vida y de tu experiencia al final del día, de la semana, del mes o del año.

Yo aún recuerdo mis lecturas favoritas del 2024 porque tuvieron un profundo impacto en mí y porque en los márgenes de mi diminuta vida se han convertido en terreno conquistado al vacío y la nada, son horas concretas frente al tiempo abstracto.

Son mías, de nadie más, por eso hoy puedo compartirlas con quienes tengan curiosidad por saber dónde está de verdad mi mente la mayor parte del tiempo, mientras mi cuerpo simplemente está en Guadalajara, España.

MADRE DE CORAZÓN ATÓMICO, de Agustín Fernández Mallo (en Seix Barral

HAY UN MONSTRUO EN EL LAGO. EL MUNDO COMO LUGAR FANTÁSTICO, de Laura Fernández (en Debate)

DAVID CRONENBERG. INFECCIONES Y MUTACIONES NARRATIVAS, de Oriol Alonso Cano (en Ediciones del Subsuelo)

AGNÈS VARDA. MUJERES QUE CONDUCEN, de Juan Laborda Barceló. (en Sílex Ediciones)

BIOGRAFÍA DE X, de # Catherine Lacey (en Alfaguara)

THEODOROS, de Mircea Cărtărescu (en Editorial Impedimenta)

LIBRO DE VISITAS. HISTORIAS DE FANTASMAS, Leanne Shapton (en Ediciones Comisura)

SAMUEL & BECKETT, de Javier Olivares – illustration & Jorge Carrión (en Salamandra Graphic)

SOBERBIA, de Recaredo Veredas (en De Conatus Editorial)

LOS REGRESOS, de Juan Vico (en Galaxia Gutenberg)

CORDERO NEGRO Y HALCÓN GRIS, de Rebecca West (en Reino de Redonda)

MINIMOSCA, de Gustavo Faveron Patriau (en Editorial Candaya)

BAUMGARTNER, de Paul Auster (en Seix Barral)

LOS DOS BEUNE, de Pierre Michon (en Editorial Anagrama)

RAÍZ DULCE, de Juan F. Rivero (en Editorial OlgayPaco Candaya)

FERMAT’S NIGHT, de David Delfín (en Librería Proteo)

LA ÚLTIMA FRASE, de Camila Cañeque (en La uÑa RoTa)

LOS VIOLENTOS. UNA NOVELA DE LAVAPIÉS, de José José Ángel Barrueco (en Bunker Books)

EL ESPACIO SALVADO. ÁLBUM DE IMÁGENES, de Alberto Ruiz de Samaniego (en Shangrila Ediciones)

EL BARÓN WENCKHEIM VUELVE A CASA, de László Krasznahorkai (Ediciones Acantilado)

Copyright del artículo y las imágenes © Hilario J. Rodríguez. Reservados todos los derechos.

Hilario J Rodríguez

Hilario J. Rodríguez es profesor, viajero y escritor. Ha vivido en España, Portugal, Reino Unido, República de Irlanda y Estados Unidos, donde ejerció la docencia. Ha colaborado con medios de prensa y ha escrito, entre otros, los libros 'Nostalgia del futuro. Contra la historia del cine' (Micromegas, 2016), 'Las desapariciones' (Newcastle Ediciones, 2011) y 'Construyendo Babel' (Editorial Contraseña, 2023). Actualmente colabora con 'Zenda', 'Librújula' y 'CTXT', además de trabajar en un libro de viajes sobre los Balcanes y en una novela.