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«Marisol rumbo a Río» (1963), de Fernando Palacios

No, no digan nada. Ya sé que admirar a Marisol parece cosa de otro tiempo, y que proclamarlo ahora no es un rasgo de modernidad. Sin embargo, ahí lo dejo: Marisol ha sido una de las estrellas más rutilantes de nuestro cine, y en cuanto uno revisa sus películas y sus discos, confirma que el suyo era un talento estratosférico.

De entre todos sus films, me quedaría con Marisol rumbo a Río. Para empezar, porque cuando se compara este largometraje con su paralelo norteamericano, Tú a Boston y yo a California (1961), de David Swift, lo prefiero a este, y de hecho, creo que es bastante superior, por mucho que me guste ver a una Maureen O’Hara otoñal.

Hay más razones, por supuesto. Su director, Fernando Palacios, era un profesional como la copa de un pino, con una trayectoria breve pero muy sólida. Tras ser el asistente que dirección de Ladislao Vajda, Palacios se reveló como un impecable realizador en comedias como El día de los enamorados (1959), La gran familia (1962) y Tres de la Cruz Roja (1961).

Su estilo narrativo, claro y fluido, le va de perlas a esta comedia juvenil de aventuras, un vehículo idóneo para una Marisol que dejaba atrás la niñez y exigía nuevos retos. Se comprende, claro: tras sus películas infantiles a las órdenes de Luis LuciaUn rayo de luz (1960), Ha llegado un ángel (1961) y Tómbola (1962)‒, ella necesitaba un trampolín que la proyectase como ídolo adolescente.

El diseño del proyecto fue cuidadoso. Marisol rumbo a Río no prescinde de los números musicales, pero refuerza dos facetas: la comedia de enredo, en este caso protagonizada por dos gemelas, y la intriga con moderadas dosis de peligro.

A los entusiastas de los tebeos de Bruguera esto les sonará familiar. Al fin y al cabo, es el mismo tipo de historia que podías encontrarte en las páginas de revistas femeninas como Lily, Sissi o Blanca.

La joven actriz interpreta a dos gemelas quinceañeras, Marisol y Mariluz. La primera vive humildemente en una barriada madrileña, junto a su madre, Isabel (Isabel Garcés). En cambio, Mariluz ha sido criada en la opulencia por su tío, don Fernando (José Marco Davó), un millonario que reside en Río de Janeiro. Cuando Isabel y Marisol viajan a Brasil para reencontrarse con Mariluz, la armonía familiar parece recuperarse, pero eso no va a ser del agrado de los dos villanos de la función: Sandra (Gisia Paradis), la institutriz de Mariluz, y el secretario de don Fernando, Arturo (Fernando Cebrián).

Sandra y Arturo planean apropiarse del dinero de don Fernando, pero Marisol se interpone en su camino, con la ayuda de dos aliados: la doncella de Mariluz, Copito (la guineana Joëlle Rivero, que ya había actuado en Tómbola) y un caballero norteamericano que simpatiza con Marisol (el distinguido Jorge Rigaud, cuya afinidad con Fernando Palacios se advierte en otros títulos, como La gran familia, El día de los enamorados y Vuelve San Valentín).

Aparte de actuar con la desenvoltura y la gracia de costumbre, Marisol demuestra, una vez más, su talento para la comedia musical. En este caso, las canciones llevan la firma de un compositor imprescindible en la historia del pop español, Augusto Algueró, que aquí colabora con el letrista Antonio Guijarro. Entre los números de la película, quizá los más exigentes sean «Sueño» ‒con una coreografía realmente bonita‒, las «Guajiras» que Marisol baila y canta en el trasantlántico, y por supuesto, el tema central, «Bossa nova junto a ti». Sin embargo, estoy seguro de que los fans también recordarán temas como «Muchachita» y el rock «Tony», en el que se alude a un baile de moda en aquellos años, el Madison.

Marisol rumbo a Río también demuestra, entre otras muchas cosas, que en nuestro país había una industria cinematográfica a plena potencia. Los exteriores en Brasil y el diseño de producción, con esos decorados que Enrique Alarcón construyó en los Estudios CEA de Madrid, nos remiten a un cine popular, exportable, de una artesanía primorosa, hecho por profesionales que conocían muy bien su oficio.

Los ejemplos de esto último son legión, y una buena muestra de ello son los guionistas de la película: Alfonso Paso, José María Palacio y Arturo Rígel.

El primero fue uno de nuestros dramaturgos más comerciales, y su carrera en el teatro y en el cine apenas conoció el fracaso.

Por su parte, la producción de Arturo Rígel como guionista se centró en géneros, digámoslo así, «aventureros». ¿Conocen las películas de capa y espada hispano-italianas? Si la respuesta es no, busquen el nombre de Rígel en cintas como La máscara de Scaramouche (1963), de Antonio Isasi-Isasmendi, El capitán Intrépido (1963), de Mario Caiano, y El hijo del capitán Blood (1962), de Tulio Demicheli.

(Abro un inciso: el protagonista de las dos últimas fue Sean Flynn, el hijo de Errol Flynn y la actriz Lili Damita. Con un físico muy parecido al de su padre, Sean probó suerte en nuestro cine, pero se aburrió pronto. Fue cazador en Kenia, y cuando estalló la guerra del Vietnam, se convirtió en corresponsal de Paris-Match. A lo largo de aquella carnicería, Flynn se convirtió en una leyenda entre los reporteros, y como sucede con todas las leyendas, su final fue épico. En 1970, desapareció junto a su compañero Dana Stone. Un día antes de internarse en territorio comunista, ambos se fotografiaron subidos a sus motocicletas Honda, como dos ángeles del infierno. Poco después, se supone que fueron asesinados por el Viet Cong, aunque hay fuentes que culpan a los Jemeres Rojos).

Retomo el hilo. Alfonso Paso y Arturo Rígel se reencontraron para escribir el guión de otra película de Marisol, La nueva Cenicienta (1964), de George Sherman. Por su parte, José María Palacio, libretista de un buen puñado de comedias de la época, tuvo ocasión de guionizar dos éxitos de otra estrella juvenil, Rocío DúrcalCanción de juventud (1962) y Rocío de La Mancha (1963)‒, y también volvió a colaborar con Marisol en una cinta posterior, esta vez con una cierta ambición internacional: Cabriola (1965), de Mel Ferrer.

Cierro este repaso con un detalle para coleccionistas y también para fans fatales. Entre los productos derivados de Marisol rumbo a Río hay dos que todavía circulan por los mercadillos y las tiendas especializadas: el álbum de cromos que publicó la editorial Fher y el libro de la película, editado por un sello bilbaíno, la editorial Felicidad, dentro de su colección Cinefa. ¡Ya ven hasta dónde llega la arqueología pop!

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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