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María de Hungría, gobernadora de los Países Bajos

María era una mujer afortunada. Había nacido en una de las más poderosas familias de su tiempo. Y aunque eso significaba un matrimonio temprano y una juventud dedicada a engendrar y parir herederos para el rey con el que la habían casado, siendo una adolescente de quince años, María tuvo suerte.

Suerte por dos veces. Primero, por enviudar (sin hijos) con apenas veinte años. Después, por conseguir evitar un segundo matrimonio. Su todopoderoso hermano, Carlos I de España y V de Alemania, sabedor de la inteligencia que destilaba su hermana, decidió mantenerla a su lado. Y, así, a la muerte de su tía Margarita, María se transformó en Gobernadora de Flandes, por decisión personal de su hermano, el rey emperador.

Tanto María como Carlos habían sido educados por su tía Margarita, otra mujer insigne, otra mater familias dedicada a criar la progenie engendrada por su hermano, el Hermoso Felipe, y nacida del vientre de su desdichada cuñada, la Loca Juana, loca de amor por los desmanes de su díscolo marido.

María era lista. Muy lista. Enérgica y diplomática. Excelente amazona. Interesada en la historia y la poesía. Capaz de manejar el griego y el latín así como de hablar con fluidez una docena de lenguas, entre ellas, el francés, el italiano, el español, el alemán o el húngaro. De ahí que su hermano la pusiese al frente de Flandes, uno de los territorios más conflictivos de su Imperio, con el peligro otomano por un lado y los recién nacidos protestantes por otro.

Libre de ataduras masculinas, vistió sus ropas de viuda ejemplar y se dedicó, además de a gobernar con mano dura e inteligencia demostrada, a hacer lo que le daba la real gana. Y, en ese darse gusto y placer, se construyó un nuevo palacio como residencia oficial, lo decoró con los más fastuosos cuadros, los más bellos tapices. Contrató a los más destacados jardineros y se hizo un destilatorio donde afamados alquimistas elaboraban para ella quintaesencias y elixires exquisitos. Practicó la caza cada vez que le apetecía. Compró las más bellas antigüedades. Atesoró una biblioteca descomunal. Se rodeó de eruditos y sabios…

Y, así, durante veinticinco años. Un cuarto de siglo que hizo de ella, a ojos de todos los que la conocieron, una «mujer viril», dotada de todas las virtudes propias de un auténtico caballero. La mentalidad de la época no concebía la inteligencia dentro de una cabeza femenina. Y eso, pese a los muchos ejemplos manifiestos.

De la misma forma que Margarita había inculcado el amor por las artes y las ciencias a sus sobrinos, María hizo lo propio con el primogénito de CarlosFelipe, llamado a ser el más poderoso monarca de la cristiandad. Le enseñó a amar la pintura flamenca, el arte de los tapices o la belleza de un jardín bien cuidado.

Prudente y diplomática, fue la verdadera artífice del trato entre sus dos hermanos, Carlos y Fernando, enfrentados desde niños por los derechos dinásticos de sus cuatro abuelos. Consiguió que no se rompiera la familia, influyendo en Carlos para que cediese la corona imperial a Fernando. Fue así como se crearon las dos ramas de los Habsburgo, la española y la alemana, siempre con predominio de la española, que era la primogénita y la que, en última instancia, tomaba las decisiones trascendentales.

Cuando Carlos decidió abdicar, María hizo lo propio, regresando a una España que la había visto nacer pero que apenas conocía. Instalada en la vallisoletana villa de Cigales, recibió el llamamiento de su sobrino predilecto, él ya monarca Felipe II, para que se hiciera cargo, de nuevo, del gobierno de Flandes. Pero no pudo ser: tremendamente afectada por la muerte de su hermano Carlos, murió apenas un mes después que él, un 18 de octubre de 1558, cediendo el paso a la nueva generación de mujeres cultas de su familia. Mujeres como Juana de Austria o Isabel Clara Eugenia. Pero esa ya es otra historia…

(Que no te cuenten la Historia, descúbrela tú)

María de Hungría (1505-1558), Reina de Hungría y Bohemia. Gobernadora de los Países Bajos. Hija de Juana la Loca y Felipe el Hermoso.

Copyright del artículo © Mar Rey Bueno. Reservados todos los derechos.

Mar Rey Bueno

Mar Rey Bueno es doctora en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó su tesis doctoral sobre terapéutica en la corte de los Austrias, trabajo que mereció el Premio Extraordinario de Doctorado.
Especializada en aspectos alquímicos, supersticiosos y terapéuticos en la España de la Edad Moderna, es autora de numerosos artículos, editados en publicaciones españolas e internacionales. Entre sus libros, figuran "El Hechizado. Medicina , alquimia y superstición en la corte de Carlos II" (1998), "Los amantes del arte sagrado" (2000), "Los señores del fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias" (2002), "Alquimia, el gran secreto" (2002), "Las plantas mágicas" (2002), "Magos y Reyes" (2004), "Quijote mágico. Los mundos encantados de un caballero hechizado" (2005), "Los libros malditos" (2005), "Inferno. Historia de una biblioteca maldita" (2007), "Historia de las hierbas mágicas y medicinales" (2008) y "Evas alquímicas" (2017).