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«Los viejos creyentes», de Vasili Peskov

Nuestra identidad social siempre se determina a partir del modo en que nos ven los demás. Procesamos la realidad de una determinada forma, y a partir de ciertas intuiciones morales, o por algún motivo inconsciente, nos identificamos ‒y desde luego, nos identifican‒ como innovadores o como chapados a la antigua. La medida real de todo esto es el discurso de valores dominante, que nos invita a pensar si estamos a la última o si nos hemos aletargado en la nostalgia.

Lo que nos plantea este maravilloso libro es un ejemplo extremo de todo esto. En el mundo occidental, diferimos en grado, pero en general, no somos tan distintos como tendemos a creer. Y sin embargo, de vez en cuando, nos sorprendemos con historias como la que nos narra Vasili Peskov en esta obra de 1983.

Los viejos creyentes describe un encuentro que casi parece de ciencia ficción. Se trata de un viaje en el tiempo, con la salvedad de que estos hechos no son fruto de la fantasía.

Todo sucedió poco más o menos así: en 1978, en un remoto rincón de Siberia, no lejos de las fuentes del río Yeniséi, un grupo de geólogos descubrió algo parecido a un huerto. El hallazgo era sorprendente, dado que esa región de la taiga está completamente deshabitada.

Explorando el lugar, dieron con una cabaña. Pero no era un yacimiento arqueológico, sino el hogar de una familia, los Lykov, que llevaba décadas sin contacto con el mundo exterior.

El patriarca de los Lykov era un anciano, y su apariencia, al igual que la de sus hijos e hijas, hacía pensar en un modo de vida extremadamente primitivo. Y de hecho, así era: caminaban descalzos, vestían con una tosquedad sorprendente, hablaban ruso antiguo y sus convicciones religiosas eran propias del siglo XVII.

Todo tiene una explicación. Peskov nos descubre que la familia Lykov formaba parte de una comunidad de disidentes religiosos, aislados en esa tierra de nadie, soportando larguísimos inviernos bajo una temperatura glacial.

Aquella familia venía a ser una cápsula temporal. Para entender su origen, Peskov relata viejos episodios de la historia rusa: la reforma religiosa llevada a cabo en 1652 por el patriarca Nikon, apoyada por el zar Alejo I, la persecución de quienes no la aceptaron y la huida de los partidarios del cisma a regiones remotas, convertidos en fugitivos que se negaban a abandonar la vieja liturgia de la Iglesia Ortodoxa Oriental.

En la actualidad, hay comunidades de viejos creyentes ‒también llamados ritualistas antiguos‒ en todo el entorno eslavo, e incluso en otros continentes. Su persecución cesó en 1905, por decisión del zar Nicolás II, aunque ya eran tolerados desde 1762, gracias a una ley dictada por Catalina la Grande. No obstante, el caso de los Lykov es muy especial.

Resulta conmovedor comprobar cómo estos eremitas, que filtran toda su realidad a través de una fe anclada en el pasado, van accediendo a algunas posibilidades que les brinda su contacto con el mundo moderno, pero sin renunciar jamás a su modo de vida.

Vasili Peskov ya contó parte de esta historia a través de una serie de artículos en el Komsomólskaia Pravda, coincidiendo con un momento muy complejo para el país, sumido en la Perestroika y cerca del colapso total. Quizá por ello, la figura de los Lykov se convirtió en un símbolo entrañable del alma rusa, como si fueran supervivientes de una época anterior a las reformas de Pedro el Grande.

Auténticos Robinsones de la taiga, los Lykov, y sobre todo una de las hijas, Agafia Lykova, son un testimonio vivo del aislamiento. Su exilio, más allá de lo que supuso el cisma tras la reforma Nikoniana, nos brinda la oportunidad de visitar un museo viviente. Pero esta historia es algo más. En cierto modo, Los viejos creyentes también nos lleva a reflexionar sobre las distintas velocidades de la historia. En un periodo acelerado y de cambios bruscos, los Lykov decidieron moverse a cámara lenta, volviendo la mirada hacia atrás para no perder la herencia de sus ancestros.

Sinopsis

Traducción de Marta Sánchez-Nieves

En Los viejos creyentes, Peskov narra la lucha épica de los Lykov contra una naturaleza salvaje e indomable, al tiempo que rinde homenaje a un hábitat natural que pronto podría dejar de existir.

A finales de los años setenta, un piloto ruso que sobrevolaba un tramo remoto de la taiga siberiana descubrió, en medio de una escarpada zona boscosa, una cabaña. Poco después, un grupo de científicos se lanzó en paracaídas sobre el terreno para advertir con estupor que en la primitiva choza de madera habitaba una familia, los Lykov, pertenecientes a la secta de los viejos creyentes, cuya vestimenta, noción de la vida y lenguaje se habían congelado en el siglo XVII, en tiempos del zar Pedro el Grande. Para cuando Vasili Peskov, prestigioso periodista del Pravda, conoció esta historia, no habían contactado con nadie en casi cincuenta años, rezaban diez horas al día, no habían probado la sal y no podían siquiera concebir que el hombre hubiera pisado la Luna. El único miembro que quedaba tras la muerte de sus padres y de sus hermanos era Agafia: la hija más joven de la familia.

Vasili Mijáilovich Peskov nace en 1930 en Orlovo, Región de Voronezh, muy cerca del sur de Ucrania.

Una curiosidad insaciable por el mundo que le rodea domina su infancia y hace de la lectura y del dibujo sus primeras pasiones tempranas, pero su sensibilidad hacia la naturaleza es, si cabe, aún mayor. Bajo el lema «Todo lo que respira es interesante», Peskov, de madre campesina y padre operador logístico, se convertiría en el pionero del «periodismo ambiental» o «ecoperiodismo». Reportero gráfico y presentador del televisivo In the animal world, escribió también durante más de medio siglo en el diario ruso Komsomólskaia Pravda. Su vinculación y fuerte compromiso con los parajes naturales, su personalidad de viajero infatigable, así como la gran influencia que en él tuvo el escritor ruso Prishvin se muestran fielmente en su obra narrativa y periodística, tan diversa como variopinta; casi tan inesperada, en ocasiones, como su amistad con el primer hombre que viajó al espacio, Yuri Gagarin, al ser quien lo entrevistó a su regreso a la Tierra e informó al mundo de tan magno acontecimiento histórico. En 1960, Peskov publicó su primer libro de ensayos, Notas de un fotógrafo, libro al que siguieron los siguientes títulos: Steps on Dew (1963), obra que le granjeó el Premio Lenin de Literatura en 1964, tras haberle sido negado a Alexandr Solzhenitsyn ese mismo año; White Dreams (1965); End of the World (1967); The Roads of America (1973), en colaboración con Boris StrelnikovBirds on Wires (1982), un texto sencillo, pero a la vez profundamente poético sobre ecología; y Los viejos creyentes (1994), libro que ahora publicamos en Impedimenta traducido del ruso. A lo largo de su vida, fue galardonado con el Premio del Presidente de la Federación Rusa y de manera póstuma, en 2013, con el Premio del Gobierno de la Federación de Rusia en el ámbito de los medios de comunicación. Terminó sus días la noche del 12 de agosto de 2013 a los ochenta y cuatro años de edad en Moscú, tras una larga enfermedad. A su muerte, deseó que sus cenizas se esparciesen por un campo cerca de su pueblo natal, al borde del bosque.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.