Ahora que Jimina Sabadú publica Las palmeras, he podido ponerme con su anterior novela, Los supervivientes, y confirmar que es una de las voces más singulares entre los escritores españoles recientes.
Bueno, la verdad es que tampoco he leído muchos escritores españoles jóvenes, pero con ella no hay pierde. La excentricidad y el pensamiento por libre de Jimina no la hacen una persona fácilmente mercantilizable, porque la locura creativa per se, sin el ornamento de una manipulación deliberada o consignas facilonas que camuflen el narciso, no suele arrancar una adhesión pública multitudinaria: aún me admira cómo la deshonestidad enmascarada con el sermón adecuado es aceptada por la mayoría… sólo hay que ojear Facebook para advertirlo. Por suerte, Jimina no pretende embaucar a los demás ni venderles ningún discurso de falso idealismo. Nunca será la próxima Lucía Etxebarría.
Lo peor de este premio Ateneo Joven de Sevilla es su portada, que parece la carátula de la temporada 8 de El internado, cosa que estaría bien si hubiera algo intencional al respecto en el contenido. Pero no.
Lo mejor de Los supervivientes es todo lo demás: Jimina podrá envolver a sus personajes con los móviles de última gama o con encadenados ‒deliciosos‒ de correos electrónicos, pero su obra demuestra que los niños siempre serán niños, que el acoso escolar siempre basa su éxito en los mismos puntos vulnerables de un carácter sensible y que los raritos siempre nos llevaremos las mayores hostias, si no malvendemos nuestra alma por un plato de venganza. O, en efecto, si no nos volvemos como nuestros verdugos.
Lo que más me gusta de la Jimina narradora es que en todo momento zigzaguea por delante de las expectativas del lector: a cada párrafo sorprende con un quiebro, casi siempre con apenas cuatro palabras ya nos descoloca, nos lleva a su terreno, nos desarma con su inteligencia.
Y con el retablo que pinta su novela, con esa galería de personajes en el que hasta el más normal es el más freak, nos transmite prístinamente que sí, que ahí en ese mosaico también hay un espacio reservado para ti y para mí.
Que ahí estamos representados.
Sinopsis
La supervivencia empieza el primer día de curso… y dura toda la vida. El colegio Agustín de Foxá se halla en venta. Las personas que han estado vinculadas a él (profesores, alumnos, padres…) comienzan un baile de pequeñas mezquindades tras el que ninguno volverá a ser el que era. Un antiguo alumno comienza a preparar un encuentro entre compañeros que se convierte en una cruzada para traer al chico más popular y rico de la promoción, un inútil heredero de un equipo de fútbol de segunda. Y María Victoria, una profesora llena de algo tan peligroso como la ilusión y falta de algo tan necesario como la agudeza, acaba por unir a los únicos supervivientes de un mundo que se cae a pedazos.
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