La fusión entre la biología y el romance científico planteada por escritores como H. Rider Haggard, fue tomada prestada por Wells a partir del escritor Grant Allen. A finales de 1895, justo después de publicar La máquina del tiempo, Wells escribió al ya maduro Allen: “Me congratulo de tener cierta afinidad con usted. Creo que este campo del romance científico con un elemento filosófico que estoy intentando cultivar, le pertenece en justicia a usted”. ¿Y quién fue este Allen con el que el mismo Wells reconocía estar en deuda?
La carrera de Allen, tan corta como prodigiosa, merece la pena glosarse aunque sea brevemente porque ofrece un modelo de cómo salvar la brecha entre la ciencia y la literatura popular, procurando que el mero entretenimiento fuera coherente con un compromiso serio por el naturalismo científico.
Grant Allen nació en Canadá, trasladándose a Estados Unidos en su adolescencia y cursando estudios en Oxford y Francia –su madre pertenecía a la aristocracia europea–. En 1877, autofinanció la publicación de su primer libro, Physiological Aesthetics. Escrito mientras trabajaba en un fallido programa educativo con la población negra de Jamaica, estaba dedicado a Herbert Spencer, su maestro intelectual. Este seguidor del pensamiento evolucionista de Lamarck ideó un sistema filosófico en el que la evolución natural era la causa última de todo cambio, no sólo biológico, sino social, psicológico o material. Por consiguiente, la ley de la supervivencia del más fuerte es aplicable tanto a nivel individual como social y cualquier intervención estatal en forma de legislación o prestación de servicios sociales, supone una perturbación del proceso natural de las cosas.
Cuando regresó a Inglaterra, convertido en agnóstico y socialista, Allen no pudo conseguir un trabajo como científico: la preparación reglada para una carrera profesional como investigador era algo prácticamente inexistente, y el libro que había escrito no fue considerado más que como el trabajo de un amateur que no le legitimaba para relacionarse con los “auténticos” científicos. Allen se dedicó entonces al periodismo antes de que su estado de salud le obligara a escribir como agente libre en 1880. Desde entonces y hasta su muerte en 1899, publicó una amplia colección de ensayos, artículos científicos, monografías antropológicas, especulaciones sobre las teorías de Spencer, historias cortas, novelas realistas, ficciones detectivescas y cuentos de terror gótico.
La historia propiamente dicha de The British Barbarians es muy sencilla: el misterioso señor Ingledew aparece un día, de repente, en un pueblo de Surrey. Nadie sabe de dónde procede ni a qué se dedica y sus extrañas observaciones y comportamiento desconciertan a la comunidad. Durante su estancia, se va encontrando en diferentes situaciones que le inducen a criticar todos los aspectos de la sociedad inglesa del momento: desde el confuso sistema monetario, con sus extrañas nomenclaturas y ausencia de racionalidad, hasta las descabelladas reglas que rigen el vestir, el luto o la propiedad, el paletismo intelectual y vano sentimiento de superioridad de las clases altas, las rígidas maneras y convencionalismos y los tabúes y fetichismos sociales y sexuales, equivalentes a los de las tribus primitivas aunque invisibles para aquellos que los practican.
Como ejemplo del sarcasmo y el tipo de humor con el que Allen disecciona la sociedad inglesa, valga este pasaje: cuando el misterioso visitante le pregunta a su anfitrión si ha de realizar algún tipo de ritual religioso o existe algún tabú antes de ocupar la habitación que ha alquilado en una residencia, el inglés le contesta: «¡Qué absurdo! Está en un país civilizado, no entre salvajes australianos». Pero cuando el viajero pretende entrar en la residencia sin equipaje la recelosa casera le pone problemas, invocando lo que Ingledew entiende por el Tabú de la Respetabilidad de su Establecimiento, que sólo podrá salvarse mediante el talismán de una maleta o baúl. «La respetabilidad parece ser un importante objeto de culto en su pueblo. ¿Es un culto local o está extendido por toda Inglaterra?», pregunta con inocencia Ingledew.
El extraño visitante trata a los ingleses como si fueran salvajes dignos de un estudio antropológico. Sólo en el trágico final del libro se revela el por qué de su extraño comportamiento: es un antropólogo del siglo XXV que se encuentra realizando un trabajo de campo sobre los primitivos tabúes sexuales y sociales de la Inglaterra de fines del XIX.
¿Qué influencia tuvo pues Grant Allen sobre H.G. Wells? De acuerdo con la carta que citábamos al comienzo de este artículo, podemos asegurar que Wells leyó con interés a Grant y que su obra le animó a iniciarse en el género de la ciencia-ficción. Aquel mismo año 1895, aparecería La máquina del tiempo, otro relato de viajes temporales con mensaje social, si bien el tono, estilo y desarrollo de la novela de Wells era totalmente diferente de la de Grant. Mientras aquélla proyectaba a su protagonista al futuro y rodeaba su crítica social de aventuras, exóticos paisajes y fascinantes criaturas, Grant traía a su protagonista del futuro al presente, limitándose a utilizar el viaje en el tiempo como un recurso narrativo, un medio para su verdadero objetivo: la sátira despiadada.
Así, aunque los historiadores de la ciencia-ficción se suelen fijar únicamente en The British Barbarians por ser una novela de «viajes en el tiempo», en modo alguno fue el único trabajo de Allen que sentó las bases para el desarrollo del género. Por el contrario, su obra fue extensa y variada, permeando toda ella un sólido sustrato científico de corte spenceriano. El propio Allen, el científico frustrado, fue un novelista contra su voluntad, una persona que sólo deseaba escribir sobre profundos temas científicos y que sufría continuas decepciones por las chapuzas literarias que tenía que publicar para ganarse la vida, atrapado continuamente entre los imperativos estéticos de la cultura elitista y las exigencias de la popular.
En el prefacio a Strange Stories (1884), Allen se disculpaba por el hecho de que él, un “viajero de la ciencia” se hubiera atrevido a veces a “vagabundear clandestinamente y con vacilaciones desde mi propia esfera hasta los floridos campos de la ficción pura”. Cuando murió en 1899, la fusión entre ciencia y ficción ya no era algo excepcional. Allen había escrito toda una serie de obras imaginadas bajo un esquema evolucionista y había sido capaz de adentrarse con éxito en ámbitos tan dispares como el de las publicaciones especializadas en antropología, las revistas intelectuales como Fortnightly Review o el mercado de literatura popular de Tit-Bits.
The British Barbarians no cuenta con edición en español, pero se puede conseguir fácilmente a través de internet en formato digital. Aunque Allen utiliza un inglés rebuscado y no demasiado sencillo de leer –parodiando la afectada forma de hablar de las clases altas– no se trata de una obra larga y su humor e ingeniosa sátira la hacen muy recomendable.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.