Al prestidigitador italiano Alessandro Gilardi le trajo Paul a su circo. Entre los juegos de física que presentó figuraba la «suspensión aérea de Robert-Houdin». Tenía que competir con una obra de teatro de magia, «El diablo verde», en el teatro Variedades.
La decoración trasladaba a los espectadores a Oriente, tal como lo soñaban los europeos de entonces; “un magnífico bazar de esclavas, el interior de un harem, un kiosco oriental, un jardín, asiático, salones árabes, una extensa marina donde las odaliscas del serrallo cruzan las aguas en vistosas góndolas…»
El vestuario era lujoso, la iluminación con sorprendentes efectos de bengala, la música y la coreografía expresamente compuestos para la función, Abundaban los juegos escénicos, los efectos sorprendentes que recibían el nombre de trasformaciones. Algunos de estos efectos eran similares a los de una sesión de magia. Apariciones, desapariciones, metamorfosis, levitaciones. Aunque la presentación era distinta y estaban al servicio del desarrollo dramático, convirtiéndose de ese modo en efectos especiales, No obstante sin perder del todo el poder de provocar sorpresa y cierta emoción mágica.
Con este tipo de espectáculo tenía que competir el buen Gilardi, que también realizaba «la botella inagotable», “qué siendo de un tamaño regular arroja de sí hasta 1200 copas de varios licores que el señor Gilardi sirve á los espectadores”, según decía en su publicidad.
Gilardi representa la llegada a España de los modos de hacer y el repertorio de Robert-Houdin. Sin embargo, el ilusionista de referencia en la época en el país seguiría siendo durante mucho tiempo Hermann, al que sencillamente se identificaba con la magia. Hermann era el canon. El recuerdo de sus actuaciones se comparaba con cualquier nuevo espectáculo de prestidigitación para valorarlo.
Imagen de la cabecera: grabado del circo de Paul, publicado en 1849 en «La Ilustración».
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