De Engelbert Humperdinck suele recordarse una sola obra, su cuento musical Hansel y Gretel, así como su colaboración con Wagner en la instrumentación de Parsifal. Desde luego, no se puede hablar de coautoría, ya que Ricardón no tenía semejantes costumbres y con razón. De todos modos, hay un alma wagneriana en la música del discípulo y ella se sitúa en una de las dos mitades de la música alemana de su tiempo, si se admite la dualidad.
La otra mitad se puede adjetivar de brahmsiana. Música de ruptura y de vocación teatral y literaria/ música de continuidad y de vocación purista y de concierto.
Los esquemas facilitan las cosas pero no las resuelven. Así es que Humperdinck demuestra que se pueden tener dos almas y la música de cámara incluida en este compacto lo prueba. Detrás de estas obras no está Wagner, están Mendelssohn y Brahms, tan románticos como Wagner pero comprometidos por un lenguaje de estrictez formal y empleo sintético de los elementos. Hay un bosque wagneriano y un jardín brahmsiano. Los dos son vegetales pero uno se aventura en un bosque y habita junto a un jardín. Hacer lo contrario en cada caso sería perder la cabeza.
Humperdinck compuso para la sala de conciertos, como se ve en su cuarteto para cuerdas y su quinteto con piano. También lo hizo para el salón, según se percibe en su minué y su nocturno. Lo demás son fragmentos de cuartetos inconclusos.
En todos hay una consistencia de estilo y procedimiento. Se canta con claridad y las variantes son escuetas. La armonía se refiere a los magisterios ya citados. De este modo, podemos incluir al autor en la línea del romanticismo académico germano, expresivo y confiado en el sentimiento, pero cauto en la elocución. Tener dos almas no significa perder la cabeza. Ni mucho menos.
Disco recomendado: Engelbert Humperdinck (1854-1921): Cuartetos de cuerda; Quinteto con piano Andreas Kirpal, piano. Lydia Dubrovskaya, violín. Diogenes Quartett / CPO / Ref.: 777547-2 (1 CD)
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