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La vida secreta de las palabras: «Salacot»

Si bien el salacot es una de las prendas características de no pocos ejércitos coloniales, lo cierto es que fueron las tropas del Imperio británico las que lo usaron con mayor gallardía. De hecho, ya forma parte del acervo iconográfico occidental ese perfil del soldado inglés entre cajas de munición, luciendo su casaca roja primorosamente abotonada, el rifle Martini-Henry al hombro y, por supuesto, un impecable salacot blanco, útil para protegerlo del sol en los parajes más distantes de África y Asia.

Por lo demás, el tópico que he descrito se repite, siguiendo un patrón establecido con firmeza por los folletinistas, en buena parte del cine que aún cultiva el género aventurero.

Curiosamente, desde una perspectiva etimológica, la voz salacot no surge de una estirpe anglosajona, sino de un venero más próximo a nuestro dominio cultural. Así, en el Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española (duodécima edición, Madrid, Imprenta de D. Gregorio Hernando, 1884) leemos la siguiente definición: «Sombrero filipino en forma de cazuela o quitasol, más o menos adornado y rico, hecho de un tejido de tiras de caña, o de otras materias, como el filamento que se saca de los pecíolos del nito, la concha carey, etc.».

Reitera la misma descripción Aniceto de Pagés en su Gran diccionario de la lengua castellana autorizado con ejemplos de buenos escritores antiguos y modernos […]. Continuado y completado por José Pérez Hervás (Barcelona, Fomento Comercial del Libro, 1931). En su opinión, la palabra salacot deriva del tagalo salacsac, y sirve para nombrar un «sombrero usado en Filipinas y otros países cálidos, en forma medio elipsoide o de casquete esférico, a veces ceñido a la cabeza con un aro distante de los bordes para dejar circular el aire, y hecho de un tejido de tiras de caña, o de otras materias, como el filamento que se saca de los pecíolos del nito, la concha carey, etc».

Cuando leemos en tagalo la voz salakot (antaño salacsac o salacsat) hemos de acudir a la autoridad de Antonio Quilis, Celia Casado-Fresnedillo y María José Quilis-Sanz, para quienes dicha expresión filipina es «conocida por el 93 % de nuestra población». («Los filipinismos y otras palabras de Filipinas contenidas en el Diccionario de la Academia», separata del Boletín de la Real Academia Española, tomo LXXVII, cuaderno CCLXX, Madrid, Imprenta Aguirre, enero-abril de 1997, p. 44).

No obstante, añaden los citados investigadores que la palabra no figura entre las citadas por W. E. Retana en su «Diccionario de filipinismos,con la revisión de lo que al respecto lleva publicado la Real Academia Española» (Revue Hispanique, LI [1921], pp. 1-174).

Para comprobar o refutar esa pista filipina, Arturo del Hoyo cita diversas autoridades en el Diccionario de palabras y frases extranjeras en el español moderno. La descripción que hace del Hoyo es muy precisa: salacotes un «sombrero hecho con corteza de bambú, en forma de cono, sobre el que se formó un sombrero interiormente aireado, característico de los colonizadores europeos». Pero aunque la Academia admite la voz como derivado del tagalo salacsat, al especialista le parece inverosímil que ésta sea su procedencia. Por eso introduce una ascendencia viable: la malaya. Y por otra parte, indica que «en contextos españoles aparece con grafías diversas: salacot, que es un filipinismo (1842: Semanario pintoresco español, pese a que Corominas considere, erróneamente, que la primera documentación de esta palabra sea 1868: V. M. de Abellán); shalakó (1887: E. Gaspar); y las muy disparatadas (¿rusificadas?) salakof (1926: Ortega; 1918: País) y sarakof (1962: Carlos Fuentes)» (Arturo de HoyoDiccionario de palabras y frases extranjeras en el español moderno, Madrid, Aguilar, 1988, p. 334)».

Dado que Henry Yule y Arthur C. Burnell, peritos en las letras angloindias gracias a su Hobson-Jobson. The Anglo-Indian Dictionary (1886; reeditado en 1996 por Wordsworth Editions Ltd. a partir de la versión de 1902), no añaden ningún dato novedoso en torno al salacot, preferimos creer que la palabra se extendió hacia el Este, empujada por los vientos marineros de la Malasia.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí, con el seudónimo «Arturo Montenegro», en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.