En el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (Real Academia Española, 1985) leemos la siguiente definición del adjetivo rocambolesco: «Dícese de lo que por extraordinario, exagerado y apasionante, resulta increíble».
Como habrá advertido el lector, esta es la clave de esa variedad literaria que es el folletín, en la cual quedan reflejados los vicios y virtudes de toda la narrativa decimonónica.
Por lo demás, es en el folletín donde encontramos la etimología de la palabra que nos ocupa. Rocambolesco deriva de Rocambole, un personaje folletinesco de enorme fama, creado por el vizconde Pierre-Alexis Ponson du Terrail (1829-1871).
Fue en 1854 cuando el aristócrata dio a conocer el primer volumen de la serie protagonizada por el muy temible Rocambole: La herencia misteriosa (Les Drames de Paris). Una última entrega, fiel a los vaivenes aventureros de la serie, salió de imprenta en 1870. Analizando ese catálogo, la biografía escrita por E-M. Gaillard (Editions A. Barthélémy, 2001) recorre la producción del insigne folletinista y detalla el resto de su descomunal bibliografía.
Sin auxilio del editor ni ayudantes en la sombra, Ponson du Terrail llegó a redactar cinco novelas al mismo tiempo, con tal celeridad que sus obras completas suman 200.000 páginas. Las más afortunadas, sin duda, pertenecen a los volúmenes de la serie de Rocambole, aún admirada por una legión de lectores que disfrutan con sus tramas vibrantes y entretenidísimas.
Rocambole es una garantía de violentas pasiones y desenfreno. Quizá por ello, y ajustándose a la etimología que motiva estas líneas, refleja Umberto Eco su impresión de que el autor se dedica a introducir en un solo volumen los acontecimientos que, en un periodo anterior del género melodramático, hubieran nutrido sin problema alguno diez episodios enteros. Para orquestar este crescendo, nos dice el semiólogo que Ponson du Terrail «no escatima gastos; y no se trata tanto de las frases justamente famosas —como, por ejemplo, “tenía las manos frías como las de una serpiente”—, cuanto del empleo absolutamente despreocupado de todo el instrumental creado por el folletín clásico, ahora desnaturalizado y sacado de su contexto original» (El superhombre de masas. Retórica e ideología en la novela popular, traducción de Teófilo de Lozoya, Barcelona: Lumen, 1995, pp. 99-100).
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí, con el seudónimo «Arturo Montenegro», en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.