Los que, como José María Iribarren, estudian los refranes, han sido atraídos con frecuencia por la figura del lobo. Una atracción sin duda arriesgada, pues meterse en la boca del lobo implica meterse en grave peligro.
Lo explica mejor un autor citado por Iribarren, don Ramón Caballero, que en su Diccionario de modismos de la lengua castellana (1942) define así la fórmula: «Caer inconscientemente en el lugar o con la persona que ofrece más peligro».
En la misma referencia, se añade la opinión del lexicógrafo portugués Juan Ribeiro. En su obra Frazes feitas (1909), Ribeiro recuerda la fábula de aquella cigüeña que introdujo el pico en las fauces del lobo para extraer un hueso. Se comprende que esta breve historia, narrada por autores como Samaniego, sirviera de fuente al modismo que hoy comentamos.
Pero Iribarren no está de acuerdo. A su modo de ver, frases como meterse en la boca del lobo, sacarle de la boca del lobo y escapar de la boca del lobo son realmente metáforas de origen pastoril, «que aluden a la oveja, no a la cigüeña de la fábula». Desde luego, no se puede omitir aquí el peligro que las manadas de lobos ‒hoy protegidas como un tesoro de nuestra biodiversidad‒ significan para los ganaderos.
Otra expresión afortunada, Oscuro como boca del lobo, nos sirve para evocar las tinieblas de la noche o la oscuridad de alguna estancia temible. José María Sbarbi, responsable de la Monografía sobre los refranes, adagios y proverbios castellanos (1891), brinda una explicación literal: la frase connota la textura y color de las tragaderas lobunas. Algo más sutil, Julio Cejador recoge en su Fraseología o estilística castellana (1921-1925) la idea de que esa oscuridad no afecta a la boca del lobo, sino a su cueva, ennegrecida por las hogueras con las cuales los cazadores azuzaban a la bestia.
¿El hombre es un lobo para el hombre? Ese adagio tiene traducción latina: Homo homini lupus. Su creación se atribuye al tratadista inglés Thomas Hobbes (1588-1679), teórico del absolutismo. A decir verdad, el origen de la frase tiene una fecha más temprana. El comediógrafo latino Plauto ya la plasmó en Asinaria, donde podemos leer Lupus est homo homini, non homo.
Es posible que Plauto repitiese un refrán frecuentado en sus días. Por su parte, Néstor Luján cita a René Berthelot, quien explica en Un Romantisme utilitaire una variante anticlerical de dicha sentencia. En este caso, el dicho es aplicado al odium theologicum, y dice así: Homo homini lupus, Femina feminae lupio: Sacerdos sacerdoti lupissimus.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí, con el seudónimo «Arturo Montenegro», en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.