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«La tiranía del clic», de Bernardo Marín García

Décadas atrás, la teoría de la sociedad de masas y la sociología del conocimiento aún no estaban en disposición de vaticinar el disparate que hoy es el periodismo comercial. Quién iba a imaginar que las técnicas de persuasión en internet lo cambiarían todo: incluso el modo en que nos relacionamos con la propia información.

En el pasado, las teorías acerca de la opinión pública seguían un mismo recorrido. Los expertos nos decían que las tendencias mediáticas fluían de arriba abajo, impulsadas desde una élite ilustrada, más o menos admirable, o desde los propios gobiernos.

La tecnología fue variando el clima de opinión. A comienzos de los setenta, estudiosos como Elisabeth Noelle-Neumann descubrieron que la capacidad selectiva del consumidor disminuye frente al televisor. No en vano, este era, y sigue siendo, un dispositivo cuyo impacto es muy superior al de los periódicos.

A estas alturas, en la era de los móviles, tengo la certeza de que esos análisis sobre el clima de opinión se quedan muy cortos para comprender la metamorfosis del ecosistema informativo.

Si en 1973 alguien les hubiera contado a Noelle-Neumann o a Umberto Eco que un día el público consumiría noticias de forma descontextualizada, compartiéndolas en redes sociales, o que los medios ya no podrían jerarquizar su oferta ‒olvídense de conceptos como «noticia a cuatro columnas» o «portada exclusiva»‒, estoy seguro de que no lo habrían tomado en serio.

Pero ese futuro de ciencia-ficción ya nos ha alcanzó. Ahora el escaparate digital es inabarcable, produce vértigo y lo llevamos en el bolsillo. Aquellos lectores que decidían enfrascarse en un largo editorial o en una crónica detalladísima han sido sustituidos por una multitud distraída, que surfea sin rumbo entre miles de titulares (relevantes, estúpidos, triviales) que centellean en su celular.

Serán, como siempre, los historiadores del porvenir quien juzguen lo que ha sucedido. De momento, sabemos que la industria periodística cometió dos errores ante el desafío digital: primero, regalar su contenido en internet, y segundo, creer que cantidad y posicionamiento es lo mismo que calidad e influencia.

El resultado de todo ello es lo que estudia este libro breve y enjundioso: La tiranía del clic. En sus páginas, Bernardo Marín, subdirector de El País, explica el precio que paga el periodismo en su empeño por obtener tráfico a toda costa.

Aunque el problema tiene muchas aristas, queda bien ejemplificado con esos titulares-anzuelo que convierten cada noticia en un misterio que «no te imaginas», o cuyas consecuencias «te sorprenderán».

Este es un modelo de negocio que se parece más ‒mucho más‒ a la estrategia de los charlatanes de feria que a la prensa de la vieja escuela. Y no olvidemos que las noticias falsas se venden en el mismo lote.

La problemática relación del periodismo digital con la publicidad invita a la desesperanza. Esa necesidad de atraer la atención del lector como sea, caiga quien caiga, traerá nuevas decepciones. Lo sufriremos antes de ponerle remedio, quizá a través de los accesos de pago. Mientras tanto, es buena idea acotar el problema de la forma en que lo hace Bernardo Marín: con nitidez y con la mirada puesta en un futuro un poco más optimista.

Sinopsis

En el ámbito del periodismo digital, una acción tan fútil como un clic ha adquirido un poder extraordinario. El tráfico que consigue un periódico puede mantenerlo a flote o hundirlo completamente. De ahí nace el clickbaiting. Si ya nos preocupa quién controla los medios, que lleguen a estar al servicio del clic resulta alarmante. Y es que el paso de la prensa tradicional a la digital implica mucho más que un cambio de formato. Está transformando la información.

Bernardo Marín García analiza desde dentro cómo afectan nuestros clics en las redacciones y desvela las estrategias de los medios para sobrevivir en un entorno digital. Parece fácil lograr que piquemos —aun cuando reconocemos los trucos del clickbait—, pero el reto está en hacer el periodismo libre y de calidad que nos merecemos.

Después de estudiar Derecho, Economía y Periodismo, Bernardo Marín García comenzó una larga trayectoria en El País, del que actualmente es subdirector. Durante su carrera, desarrollada en Madrid y México, ha sido fundador de la web del periódico en América y se ha convertido en un experto en el proceso de digitalización de las redacciones

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.