Se suele decir que la originalidad de Tucídides como historiador reside en que es un autor ‘serio’, ‘riguroso’ o ‘científico’, pero habría que deshacer este malentendido. Dice Hermann Strassburger: “La aportación de Tucídides a la historiografía no es el paso de la falta de crítica a la actitud crítica, sino de una consideración no política a otra política.
José Alsina Clota está de acuerdo: “No es un buen método atribuir a Tucídides mayor agudeza crítica por el simple hecho de que los documentos no hayan delatado en nuestro historiador errores importantes de información. También de amplios capítulos de la historia de Heródoto es válida esa afirmación».
La verdad es que resultaría bastante extraño que se hallasen errores graves en la narración de hechos estrictamente contemporáneos por parte de Tucídides. Tales errores sólo podrían ser atribuidos al descuido, cosa difícilmente achacable a Tucídides, al interés o a la mentira.
En cuanto a Heródoto, los capítulos a los que se refiere Alsina que son también fiables y rigurosos, supongo que son aquellos más próximos al nacimiento del propio Heródoto. Eso no quiere decir que Heródoto no acierte en acontecimientos más lejanos, pero tales aciertos no son un, mérito directamente atribuible a Heródoto, sino a sus informadores: Heródoto, dada la amplitud de su propósito, se expone mucho más al error, pero gracias a ello nos trasmite datos, sea cual sea su grado de fiabilidad, maravillosos y que, de proponerse un absoluto rigor, se habrían perdido.
Nota en 2016
Recientemente he podido observar un debate semejante acerca de los primeros historiadores griegos, en especial Sima Qian, al que casi se le llamó, como a Heródoto, “padre de la mentira”. Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos del siglo XX y XXI han dado la razón en algunos asuntos a Sima Qian hasta extremos asombrosos, en especial en lo que se refiere a su lista de reyes de la dinastía Shang, que se consideraba una invención fabulosa (más de mil años separan a Sima Qian de esos reyes). El descubrimiento de más de 200.000 huesos de animales o caparazones de tortuga con oráculos shang ha permitido reconstruir la segunda parte de la dinastía Shang, que coincide con las listas de Sima.
Por otra parte, hay que tener en cuenta cuáles eran las herramientas de las que disponían Heródoto (y Tucídides incluso): algunos textos escritos aquí y allá, casi siempre procedentes de los aduladores de los monarcas, registros históricos escritos en lenguas desconocidas o semidesconocidas (egipcio, persa, asirio). Hay que suponer que Heródoto conocía algunas lenguas, pero casi siempre necesitaría de traductores más o menos fiables. Aparte de eso, testimonios de viajeros y antiguos cuentos y leyendas. Tal vez pudieron acceder a algún texto de uno o dos historiadores anteriores, pero poco más. El resultado, en tales condiciones, es deslumbrante, en especial en el caso de Heródoto. Sima Qian, sin embargo, probablemente contaba con registros históricos mucho más elaborados, aunque en ningún caso comparables a los de un moderno historiador.
Imagen superior: «Un romano amante del arte», de Lawrence Alma-Tadema.
Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.