Dicen las malas lenguas que Leonor nació en un retrete. Su madre Juana, pese a su avanzado estado de gestación, decidió que asistiría a aquella fiesta. Si estaba ella presente sería más difícil que su marido mariposease con unas y con otras.
Cuando se sintió indispuesta, y acudió a baño, pensó que sería un simple dolor de tripas. Pero no. Aquella indisposición se llamaba Leonor. A todos sorprendió la facilidad de Juana para parir, toda vez que Leonor era su primogénita. La primera de los seis hijos que habían de nacerles a Juana la Loca y Felipe el Hermoso
Criada en Flandes, junto a su hermano Carlos y su hermanas Isabel y María, fueron educados por su tía Margarita, una de las princesas más cultas de la culta Europa renacentista.
Bien sabía Leonor cuál era su destino, el destino de todas las princesas que en el mundo han sido: servir a los intereses políticos de su familia, matrimoniar con quien se elegía para ellas, parir muchos hijos y muy robustos, que asegurasen la continuidad dinástica. Bien lo sabía y no se negaba a ello. Sólo pidió tiempo, tiempo hasta que su hermano Carlos heredase los tronos de sus abuelos. Y se le concedió.
Cuando muere su abuelo Fernando el Católico, Leonor acompaña a su hermano Carlos hasta España. Es su primer viaje a su tierra materna. Es su primer encuentro con Fernando, su hermano Fernando, nacido en tierras castellanas y al que no había tenido ocasión de conocer. Y es allí cuando Carlos decide que ya ha llegado el momento de buscar marido para su hermana mayor. Y Leonor, que adora a Carlos, acepta.
El elegido será Manuel I de Portugal, su tío, que antes había estado casado con sus dos tías, Isabel y Catalina, hermanas de su madre. Ella tiene 19 años; él, 49. Ya hay un heredero al trono portugués.
El matrimonio de Leonor es simple conveniencia. Y le nacen dos hijos, a los que pone el nombre de sus dos hermanos adorados: Carlos y María. Carlos muere al poco y sólo quedará María, la pequeña María, un bebé de apenas dos años que debe ser abandonada por su madre cuando fallece su padre Manuel, víctima de peste, y Leonor debe volver al lado de su hermano. Así lo decide su primo y nuevo rey de Portugal, Juan III.
Deshecha por haber dejado a su hija, para Leonor empezaba, sin embargo, un nuevo calvario. Su hermano, el ya emperador, andaba enzarzado en una lucha de poder con el principal de sus adversarios europeos, el rey francés Francisco I, al que consigue finalmente derrotar. Entre las numerosas condiciones impuestas al vencido figura la de casarse con la hermana del vencedor. Y ahí tenemos a nuestra Leonor, reina viuda de Portugal, camino de Francia.
Aunque todavía es joven, su salud es frágil. Una fragilidad que se verá incrementada por la elefantiasis que afecta a sus piernas. Una enfermedad que provoca el rechazo inmediato de su nuevo marido y el desprecio de una corte refinada y lujuriosa como es la francesa. Diecisiete horribles años de humillaciones y afrentas que terminan el 31 de marzo de 1547, cuando fallece Francisco y Leonor regresa, por segunda vez, a la vera de su hermano Carlos.
Los últimos años de vida de esta desdichada princesa, doblemente reina y doblemente viuda, no serán mucho mejores. Después de numerosas gestiones con Juan III, gestiones en las que interviene el propio Carlos, se consigue que el rey portugués acceda al encuentro entre María y Leonor. Pero los años no habían pasado en balde. Y María no había perdonado el abandono de su madre. Un abandono que nunca quiso Leonor. Un abandono impuesto por los hombres de la familia, siempre interesados en sus jueguecitos estratégicos, ajenos a cualquier sentimiento íntimo que fuera más allá de su propio placer.
El reencuentro no funciona. María decide volver a su vida, a su palacio de sabias mujeres, a sus días entre poesías y pinturas. Una existencia conseguida gracias a la increíble dote que llevó su madre Leonor cuando casó con su padre y que quedó, íntegra, para ella. Fue así como Leonor aseguraba el futuro de su hija, permitía que viviera la vida que ella no había podido vivir, fuera independiente, eligiera no casarse, no someterse a la esclavitud masculina, e hiciera de su palacio un reducto de mujeres libres, una verdadera academia femenina del saber.
Golpeada por este nuevo abandono, el último, Leonor fallece al poco, poniendo fin a una vida entre lujos y comodidades materiales, si, pero terriblemente desgraciada en el terreno de los sentimientos.
Leonor (1498-1558), archiduquesa de Austria, Reina de Portugal, Reina de Francia, primogénita de Juana la Loca y Felipe el Hermoso.
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