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«La cuarta edad interglacial» (1959), de Kobo Abe

No hay disponibles muchas obras de ficción apocalíptica de culturas distintas a la occidental, pero una de ellas es esta, una novela escrita por el japonés Kobo Abe, el primer novelista moderno japonés de ciencia-ficción. Escritor, dramaturgo, fotógrafo e inventor, a menudo se le compara con Franz Kafka por sus pesadillescas visiones de la existencia individual en una sociedad contemporánea.

Los soviéticos han inventado una supercomputadora capaz de pronosticar el futuro con asombrosa precisión. El japonés Dr. Katsumi diseña una máquina similar, pero cuando los soviéticos predicen que en unas décadas todo el mundo será comunista, el gobierno nipón paraliza el proyecto, asustado por las consecuencias sociales, económicas y políticas que puedan derivarse de la utilización de su propia computadora. Buscando nuevos usos que darle a su trabajo, Katsumi intenta aplicar la máquina al ámbito policial, tratando de resolver un asesinato aparentemente pasional. Pero su investigación le llevará a penetrar en una peligrosa conspiración que incluye la compra de fetos humanos a mitad de gestación.

Efectivamente, los gobiernos de diversos países han tenido conocimiento de que un cambio en el clima fundirá inevitablemente los casquetes polares, inundando en el proceso casi toda la superficie emergida. Dicha información se oculta a la opinión pública para evitar el pánico, pero una élite toma, por su cuenta y riesgo, una serie de medidas para asegurar la supervivencia humana: crear una nueva raza de niños con agallas que puedan sobrevivir en el nuevo mundo. Sin embargo, el buen fin del plan pasa por mantenerlo en secreto y ello conlleva decisiones difíciles en el plano ético.

La novela es una historia policíaca de tintes oscuros y premonitorios sobre un futuro orwelliano. Varios son los aspectos interesantes aquí. En primer lugar está la supercomputadora, la plasmación casi literal del viejo sueño que el matemático Laplace había tenido en 1814: “Tengamos en cuenta por un instante una inteligencia que pudiera comprender todas las fuerzas por las que la Naturaleza está regida y las respectivas situaciones de los seres que la componen, una inteligencia suficientemente vasta como para someter estos datos a un análisis que abarcaría en la misma fórmula los movimientos de los grandes cuerpos del universo y los de los átomos más ligeros. Nada sería pues incierto y el futuro, como el pasado, estaría abierto a sus ojos”.

Aunque no lo sabía, Laplace describía lo que hoy conocemos como computadora. En 1959, la informática aún estaba en su tierna niñez y Abe utilizó el sueño de Laplace para dar cuerpo a su novela.

Su computadora cobra autoconciencia en el momento en que deja de limitarse a dar respuestas para comenzar a plantear (y plantearse) preguntas. Y las implicaciones que se desprenden de su capacidad para predecir el futuro a partir de la información suministrada, ya sea de las decisiones que tomará un individuo, de los movimientos bursátiles o la evolución del clima, enfrentan a Katsumi con una serie de dilemas interesantes: ¿hasta dónde se puede llegar tratando de cambiar el futuro? ¿Es ético ocultar información aun cuando los destinatarios de la misma nada puedan hacer para cambiar lo que se avecina? ¿Queremos realmente conocer lo que nos espera? ¿Es la manipulación genética peor que el aborto? ¿Debemos juzgar el futuro con los parámetros éticos que gobiernan nuestro presente?

La creación de una nueva raza a través de la manipulación genética es otro de los aspectos interesantes de la novela. En una época anterior a la comprensión de los mecanismos genéticos y el ADN, el escritor se desenvuelve bien a la hora de mostrarnos los pasos dados para culminar con éxito la tarea. Destaca también cómo los individuos en la sombra que financian la operación se preocupan de modificar animales originalmente terrestres (perros, cerdos, vacas…) con miras a su explotación económica en granjas submarinas, un panorama no muy alejado de lo que ocurre hoy, con multitud de empresas embarcadas en la búsqueda de patentes genéticas sobre todo tipo de seres vivos.

El último capítulo de la novela nos narra los pasos que sigue la catástrofe que devastará la humanidad «terrestre». El comienzo es un tsunami con origen en movimientos tectónicos que arrasa la costa del Japón. Después, paulatinamente, las aguas irán subiendo y la humanidad se irá desplazando hacia regiones más elevadas, abandonando ciudades, cultura y civilización y convirtiéndose en nómadas mientras sus primos acuáticos avanzan, se multiplican y desarrollan. Las páginas finales transcurren siglos en el futuro y nos describen, concisa pero acertadamente, el fascinante mundo submarino de nuestros descendientes. El final, de tono bellamente elegíaco, es un canto al espíritu humano, independientemente de la forma de su cuerpo.

Una obra interesante, a mitad de camino entre la intriga policiaca, la filosofía y el relato de catástrofes que, por desgracia, no cuenta todavía con edición en nuestro idioma.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".

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