Una misteriosa torre aparece en mitad de Central Park. En su interior, Lea, una muchacha procedente del lejano futuro –del año 7012 nada menos– reclama ayuda del presente para impedir que el malvado Doctor Wolf Turber triunfe en su objetivo de conquista universal. Dos arrojados héroes, Alan Tremont y Ed Williams, se embarcan con ella en una agitada aventura temporal que les llevará desde el siglo XVII hasta el 2445 d.C.
Sobre Ray Cummings hemos hablado ya en dos ocasiones: La chica del átomo dorado (1919) y El hombre que dominó el tiempo (1924). La obra que ahora comentamos dista diez años de la primera y cinco de la segunda y, sin embargo, el orden de todas ellas bien podría haberse alterado y nadie notaría la diferencia. Porque la base a la que Cummings recurre es siempre la misma: el protagonista ve a una hermosa mujer en apuros y acude a su mundo para ayudarla, ya sea en el universo microscópico o en el lejano futuro. Hay peleas, héroes, un villano libidinoso con ínfulas de conquistador y, en este caso, inventor de una máquina del tiempo que guarda en el sótano de su laboratorio.
Cummings fue un típico escritor de la era pulp de la ciencia-ficción. Prolífico hasta lo ridículo, mediocre en su calidad literaria pero efectivo en sus resultados.
Sus relatos eran productos de consumo rápido destinados a un público cuya única exigencia era pasar un rato entretenido al tiempo que sorprenderse con las ideas y mundos imaginados por los autores. Así que si reúnes ese perfil y no te importa que la prosa esté algo envejecida por el paso del tiempo, adelante, dale una oportunidad.
Si eres un lector más maduro, asiduo de las novelas de ciencia-ficción y no tan fácil de impresionar, existen obras de mayor calidad que también proporcionan una lectura sumamente entretenida. Sólo para incondicionales de la literatura netamente pulp.
Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.