El siglo XXI ha reabierto puertas que nuestros antepasados quisieron cerrar. Como es lógico y natural entre quienes consideran que cualquier opinión es válida, cobran hoy protagonismo los delirios, la seudociencia, las conspiraciones, el fanatismo y las cábalas más extravagantes. En la acera de enfrente la cosa no mejora, y más de uno se ampara en un cientificismo dogmático y desinformado, que entre guiños y codazos, también excluye cualquier otro punto de vista.
Así, por fanatismo o por inercia, van ganando terreno los que desprecian la ciencia y los reduccionistas que no la entienden, o que hacen un uso inapropiado de ella.
¿Sirve, acaso, para algo la actitud científica cuando nos empeñamos en ignorarla? Lee McIntyre responde a esa pregunta en las páginas de este espléndido libro, en el que explora los métodos de la ciencia sin fundamentalismo, con rigor, y por supuesto, con gratitud hacia ese legado que cambia nuestro modo de interpretar la realidad.
Escuchen lo que a propósito de esto último se dice en la introducción: «Si de verdad queremos entender por qué la ciencia es especial, debemos mirar más allá de las victorias de las ciencias naturales y ocuparnos también de aquellas áreas de estudio que no son ‒y quizá nunca sean‒ científicas».
En este ensayo, McIntyre se acoge a la filosofía de la ciencia, y respalda o puntualiza a aquellos pensadores ‒Popper, Kuhn, Laudan…‒ cuyo poder de convicción y cuya autoridad intelectual tienen mayor peso en este campo. Con esa mochila filosófica, el autor puede enfrentarse con total seguridad a los ilusionistas que sacan estos dos conejos de su chistera: la superstición y la ignorancia deliberada.
Para criticar esas tácticas, el autor nos explica como se lleva a cabo la fundamentación de una teoría científica, y eso le permite subrayar otros dos problemas que también sufrimos en nuestra época: la interpretación interesada de los datos y el fraude científico.
Este grado de escrutinio y de transparencia por parte de la comunidad científica implica, obviamente, una gran diligencia en la erradicación de errores. Al fin y al cabo, el conocimiento científico no es un discurso tallado en mármol, sino un constante avance que nunca pone freno al descubrimiento. Voy a leerles un par de líneas de McIntyre que enfatizan esta idea. Dicen así: «Cuando no tenemos la respuesta a una cuestión científica, debemos seguir investigando. Los investigadores usan la actitud científica para criticar el estudio que critica otros estudios».
Como ya pudimos comprobar en un libro anterior, Posverdad, Lee McIntyre es un pensador muy preciso ‒hay párrafos de esta obra que son auténticos fogonazos‒, pero lo fundamental es que sabe equilibrar la erudición con un estilo sumamente ameno y con una prosa ágil, de fácil acceso, que invita a la reflexión sin ningún academicismo.
Sinopsis
La historia de la ciencia está contaminada por teorías que acabaron demostrándose erróneas. Pero la «actitud científica» demuestra que incluso una teoría fracasada puede ayudar a entender lo que distingue a la ciencia. El autor ofrece ejemplos que ilustran tanto el éxito como el fracaso de la ciencia. Explica cómo la medicina pasó de ser una práctica basada en intuiciones o impresiones a convertirse en una ciencia basada en pruebas. Analiza el fraude científico, examina las posiciones negacionistas y escépticas que rechazan los descubrimientos y las conclusiones científicas y arguye que tanto las ciencias sociales como las naturales deben adoptar una «actitud científica», la única y poderosa herramienta en defensa de la ciencia.
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