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John Carter en los cómics (1972-1979)

Por alguna razón, John Carter, el famoso y ya centenario personaje de Edgar Rice Burroughs, nunca ha tenido demasiada suerte en el cómic –tampoco en el cine, ya puestos–. Diferentes editoriales lanzaron comic-books con sus aventuras sin conseguir la menor repercusión: Dell Publishing (tres números entre 1952 y 1953 adaptando las tres primeras novelas), World Distributors Ltd (dos números en 1953), Gold Key (3 números en 1964–en realidad reediciones de los números de Dell) o House of Greystoke (1 número en 1970).

Pero en 1971, una editorial de mayor peso, National Periodical Publications, más conocida por DC Comics, se hizo con los derechos para la publicación en viñetas de la obra de Burroughs. Parecía que ahora sí, las cosas podrían despegar, especialmente teniendo en cuenta que los superhéroes estaban de nuevo en recesión y los lectores recibían con entusiasmo otros géneros (terror, espada y brujería, artes marciales, ciencia ficción…).

Fueron los populares Tarzan y Korak (el hijo adoptivo del hombre-mono) quienes obtuvieron sus propias cabeceras, debutando a comienzos de 1972 y continuando la numeración de las colecciones de la anterior compañía editorial propietaria de los derechos, Gold Key. Un atractivo adicional –especialmente para los fans más devotos de Burroughs– fueron las historias de complemento protagonizadas por varios de los personajes menos conocidos del escritor. Por desgracia, estas páginas secundarias no se publicitaban en las portadas de los comic-books y nunca llegaron a tener una oportunidad real de enganchar a los lectores.

Aunque una antología de BurroughsWeird Worlds , permitió a dos de esos personajes una trayectoria algo más prolongada, lo cierto es que permanecieron en un oscuro anonimato, al menos en lo que a los aficionados a los comics se refiere. Y es una lástima, porque las cuatro series que en ese título se serializaban –John Carter de MarteCarson de VenusPellucidar y Más allá de la más lejana estrella– merecieron más oportunidades de las que se les dio. Los iremos analizando en entradas separadas, pero en esta ocasión detengámonos en el primero y más popular de ellos.

John Carter, Guerrero de Marte, las aventuras de un ex–soldado confederado místicamente transportado a un planeta rojo desértico y decadente, hizo su primera aparición en DC como historia de complemento del número 207 de Tarzán (abril de 1972, recordemos que la numeración retomaba la de la colección de la editorial Gold Key), un título editado por Joe Kubert. La serie continuó en los números 208 y 209 de esa misma colección sin hacerse mención de su existencia en ninguna de las cubiertas (bellamente ilustradas por el propio Kubert).

Cuando DC abandonó su formato de 52 páginas y volvió a los cómics de 36, ya no había espacio suficiente para las historias de complemento. Así, se creó la colección Weird Worlds, editada por Denny O’Neil, un título que nacía con la vocación no declarada de darle a John Carter un nuevo hogar en la editorial. Sus aventuras ocuparían la mitad de cada número y varias portadas. Carter apareció en los números 1 al 7 (agosto-septiembre de 1972 a septiembre-octubre de 1973) totalizando diez capítulos. Sus aventuras tuvieron un abrupto final cuando se decidió que otra serie de ciencia-ficción creada por Howard ChaykinIron Wolf, pasaría a ocupar la totalidad del cómic a partir de su número 8.

El guionista Marv Wolfman recibió con el personaje de John Carter el primer encargo de su larga trayectoria profesional. Efectivamente, él fue el encargado de glosar la ascensión del héroe de alienígena en apuros a héroe reverenciado, adaptando las dos primeras novelas de la saga: Una Princesa de Marte y Dioses de Marte –si bien Wolfman no apareció como responsable en los créditos de los tres primeros capítulos–. El veterano dibujante Murphy Anderson ilustró los episodios 1, 3, 4, 5 y 6, mientras que Gray Morrow se encargó del segundo y Sal Amendola del séptimo y décimo, cuando Anderson pasó a ocuparse de los lápices de la serie principal, Korak, Son of Tarzan.

Durante esta primera etapa, Carter pasaba de ser perseguido por los indios a verse transportado misteriosamente a Marte, donde adquiría gran fuerza gracias a la menor gravedad de ese planeta; era capturado por los Tharks (una raza de grandes seres humanoides de piel verde y cuatro brazos), evadiéndose de su ciudad acompañado de la bella princesa Dejah Thoris, todo ello en los cinco primeros episodios.

En los cinco siguientes, ya separado de su amada y aliado con el poderoso guerrero Thark Tars Tarkas, corre varias aventuras enfrentándose a diversas criaturas y encontrando antiguas civilizaciones, como los hombres planta del Valle de Dor; los sagrados Therns; Thuvia, señora de los Banths, los piratas negros e Issus, Diosa de la Vida y la Muerte. Cuando Carter llega finalmente a Helium, el hogar de Dejah, es recibido como un gran héroe, se casa con su amada y es nombrado Guerrero Supremo de Marte. Wolfman consiguió comprimir muchísima acción, aventura, historia y geografía en la serie, adaptando a un ritmo endiablado las dos primeras novelas.

El suyo fue un trabajo meritorio. No en vano él mismo había sido en su adolescencia un gran fan del trabajo de Burroughs y estaba encantado de tener la oportunidad de trasladar la saga al mundo de las viñetas. Por desgracia, la editorial no se lo puso fácil. Cada vez que comenzaba la historia de un número, le decían que el comic iba a ser cancelado y que tenía que terminarla inmediatamente. En el último momento, le comunicaban que no, que continuara con el siguiente guión, sólo para avisarle otra vez del inminente cierre del título. El resultado no podía ser otro que historias deslavazadas y algo incoherentes. Tampoco ayudó el mediocre dibujo. Murphy Anderson era un veterano bastante sólido, pero su labor en estas páginas apenas traspasó la línea de lo correcto. Su sucesor, Amendola, era sencillamente nefasto.

Tras su periodo en Weird Worlds, Carter haría una aparición en la cubierta de Tarzan Family nº 60 (noviembre–diciembre de 1975), dando inicio a una serie de sosas y confusas apariciones hasta que DC dejó definitivamente de lado al personaje.

Wolfman tuvo una segunda oportunidad con el personaje cinco años más tarde, cuando Edgar Rice Burroughs Inc, propietaria de los derechos de la obra, contactó con él para realizar un cómic de John Carter que publicaría esa compañía y que se editaría en Europa. Para este nuevo proyecto Wolfman unió fuerzas con el dibujante Dave Cockrum, por entonces muy apreciado entre los fans gracias a su trabajo en los X-Men y la Legión de Superhéroes. Al final, Cockrum sólo ilustraría tres páginas de ese proyecto antes de que ERB, Inc sorprendiera a los implicados anunciando que se retiraba y que cedía los derechos a Marvel Comics. Para Wolfman esto fue un jarro de agua fría, otra oportunidad perdida… hasta que Roy Thomas se puso en contacto con él.

Porque mientras Wolfman y Cockrum trabajaban en el encargo de ERB, en Marvel Comics Stan Lee había ordenado a Thomas, antiguo editor en jefe de la editorial y entusiasta de la obra de Burroughs, que redactara una propuesta a ERB para conseguir la licencia sobre sus personajes. Thomas, llevado por su entusiasmo, sugirió la publicación de toda una línea de nuevos comics, pero Marvel no quería que su aún incierta aventura creciera demasiado, al menos al principio, y sólo aceptó desarrollar Tarzán y John Carter, Guerrero de Marte.

Ya con la licencia asegurada, Thomas planeaba encargarse él mismo de guionizar ambos títulos, pero rápidamente se dio cuenta de que le iba a resultar imposible dada la carga de trabajo que ya tenía sobre sus espaldas. Y fue entonces cuando ofreció a Marv Wolfman no sólo el puesto de escritor de las series, sino el de editor de las mismas.

A la tercera va la vencida, debió de pensar Wolfman cuando aceptó sin pensar la oferta de Thomas. Su intención, no obstante, ya no era adaptar las novelas de Burroughs, sino crear nuevo material para los cómics. Para ello, utilizaría un “vacío” temporal de nueve años que existe en las novelas, entre el párrafo tercero y cuarto del penúltimo capítulo de la primera novela de Carter, Una Princesa de Marte. De esta forma, no sólo tendría la oportunidad de contar historias completamente nuevas sin traicionar la cronología original, sino que evitaría abrumar a los lectores que no estuvieran familiarizados con el universo de ficción de Burroughs, con su ininterrumpido desfile de naves, ciudades en ruinas, criaturas y personajes.

Aunque Wolfman quería a Dave Cockrum como artista, pronto se percató de que el dibujante no sería capaz de mantener el ritmo de producción de una serie mensual. Aún así, no lo marginó totalmente –Cockrum era incluso más entusiasta de la saga de Carter que el propio Wolfman‒, y le asignó las labores de entintado del lápiz de Gil Kane en el primer número de la colección así como el dibujo del número 11, en el que se contaba el origen de Dejah Thoris.

Podríamos pensar que no fue tan malo que Cockrum quedara fuera del equipo si tenemos en cuenta que su sustituto fue el gran Gil Kane, una leyenda dentro del comic. Por desgracia, ya con muchos años de carrera tras de sí, su trabajo ya no tenía la definición que solía, obligando a Wolfman a contratar al entintador filipino Rudy Nebres para que acabara y embelleciera sus bocetos.

Junio de 1977 es la fecha de portada del primer número de la colección, y en él daba inicio “Los Piratas del Aire de Marte” el primer arco argumental. En él, Stara Kan, miembro de la raza de los marcianos rojos, busca venganza contra Carter por haberle cortado un brazo durante un combate. Kan rapta a Carter y Dejah Thoris, obligando al primero a liderar grupos de piratas embarcados en naves voladoras contra las ciudades del planeta. Los ciudadanos honrados de Marte se vuelven en contra de su antiguo héroe. Naturalmente, John Carter acaba derrotando a Kan y recobrando el respeto de los marcianos, pero no sin antes encontrarse con auténtico villano en la sombra, el amo de Kan, el aparentemente inmortal El Grande, una mezcla horripilante de marciano rojo, marciano verde de cuatro brazos y los terribles simios blancos tan característicos de Barsoom.

El John Carter de Wolfman era impecable. Aunque la historia era suya, bien podría haber sido extraída de algún relato olvidado e inédito de Burroughs. Ello gracias no tanto a la magnífica comprensión del guionista de los personajes y el entorno de ficción sino a la forma en que cuenta la historia. En las novelas de Burroughs, John Carter ejerce de narrador de sus propias aventuras y Wolfman emplea la misma técnica, llegando a imitar la prosa del escritor.

En cuanto al apartado gráfico, los lápices de Kane y las tintas de Cockrum se combinaron en ese primer número para ofrecer un número clásico y ejemplar de lo que era Marvel en los setenta. Las viñetas destilaban la fluidez, elegancia y dinamismo que podían encontrarse en, por ejemplo, Amazing Spiderman, consiguiendo por fin plasmar sobre el papel el estilo de combate de un hombre que utilizaba la gravedad marciana para saltar a gran altura y medirse con adversarios el doble de altos que él. Las cosas mejorarían con la entrada en el número dos de Rudy Nebres en las labores de entintado, añadiendo un sabor pulp que evocaba el trabajo de artistas como Frank Frazetta o Frank E. Schoonover, cuyas portadas e ilustraciones habían definido durante tanto tiempo el aspecto de Barsoom.

Asimismo destacable es la descripción gráfica de otros elementos de las novelas de Carter: sus grotescos enemigos (ya sean los verdes Tharks o las diversas criaturas de pintorescos nombres: thoats, soraks, callots…), las ciudades en ruinas y, por supuesto, la delicada pero contundente belleza de Dejah Thoris.

“Los Piratas del Aire de Marte” se prolongó diez números hasta su conclusión con el enfrentamiento de Carter y El Grande. A continuación vendría un episodio íntegramente dibujado por Cockrum en el que, como hemos dicho, se narraba el origen de Dejah Thoris y una historia de terror en tres partes escrita por Wolfman y dibujada por Carmine Infantino y Rudy Nebres. Con la marcha de Gil Kane y Dave Cockrum poco más de un año después del comienzo de la colección, Wolfman era el único de los creadores originales de esta etapa que aún seguía al pie del cañón. Y ni siquiera él duraría ya mucho más. El número 15 fue el último en llevar guión suyo. Agobiado por el trabajo –por entonces ya se ocupaba de diversas colecciones en Marvel‒ hubo de retirarse y dejar paso a un nuevo equipo creativo.

“John Carter está muerto”. Con estas palabras, exclamadas por un guerrero Thark, la portada del número 16 nos indicaba el comienzo de una nueva saga dentro de la colección, obra del nuevo equipo creativo encabezado por el guionista Chris Claremont. En cuanto éste recibió el encargo de escribir la serie, imaginó sin dificultad un arco argumental que se prolongaría once episodios. Supervisando su trabajo estaba el editor Roger Stern, quien ya había trabajado con Claremont en los “X-Men” y “Ms. Marvel”. Por desgracia, no se asignó ningún entintador regular a la colección (Rudy Nebres se marchó en ese número 16) y los lápices del nuevo dibujante, Ernie Colón hubieron de pasar por un interminable e irregular desfile de entintadores con estilos demasiado dispares como para aportar cierta uniformidad al aspecto visual. Haciendo de la necesidad virtud, Colón y Stern aprovecharon tal carencia para realizar algún experimento, como publicar el nº 20 con los lápices de Colón sin entintar. El dibujante realizó un trabajo tan ajustado y limpio que poca gente se dio cuenta de ese inusual hecho.

Desde el nº 16, los lápices de Colón primero y de Mike Vosburg después contribuyeron a dotar de un aire algo más moderno a las historias de Claremont, cuya capacidad de imitar el estilo y tono de Burroughs era casi tan bueno como el de Wolfman. En esta aventura encontramos a Dejah Thoris infiltrándose en el Gremio Marciano de Asesinos para buscar venganza por la muerte de su marido. Lo que hace que esta historia tenga un encanto particular es, precisamente, que no se centra en el héroe principal. Comenzando con la muerte (temporal) de Carter, Claremont vio la oportunidad de desplazar la acción hacia los personajes que tradicionalmente habían recibido un tratamiento más pobre.

Así, Tars Tarkas obtiene por fin su oportunidad de brillar por sí mismo en el número 18 (noviembre 1978), un episodio centrado en la batalla que libra Tarkas contra un congénere por el liderazgo de la tribu. Con todos los respetos hacia Colón y Vosburg, este número es quizá el más recordado de toda la colección por una razón: constituyó el segundo trabajo profesional de Frank Miller. Anteriormente, lo único que había hecho el joven Miller había sido un episodio del Capitán Marvel en el que el superhéroe cósmico se encontraba con un grupo de alienígenas entre los cuales el dibujante, como un guiño al lector, introdujo un Thark. Lo dibujó tan bien que el editor Roger Stern pidió a Chris Claremont que escribiera un guión protagonizado por el gigante verde de seis brazos para que Miller lo dibujara. Todo el mundo quedó impresionado por el talento del artista novel y antes de que nadie se diera cuenta estaba dibujando Daredevil y en pleno camino hacia la gloria tebeística.

Por su parte, en las capaces manos de Claremont, Dejah Thoris evolucionó rápidamente desde el papel de damisela en peligro hasta heroína del siglo XX. Después de todo, el núcleo de “Maestro Asesino de Marte” es la historia de la princesa asumiendo la misión de vengar a su amado. Incluso después de que un revivido Carter se una a ella, Dejah continúa al frente de la acción como lo demuestra el número 23 (abril de 1979), en el que se bate en duelo con bravura contra cuatro asesinas mientras Carter la contempla encadenado e impotente, una agradable inversión del tradicional papel de la pareja “héroe-damisela”.

A pesar del entusiasmo desplegado por Claremont y su novedoso enfoque de las historias de Barsoom, la serie fue cancelada en su número 24 (mayo de 1979), a tres números de la conclusión del arco argumental. Afortunadamente para sus seguidores, Marvel decidió dar un último impulso al título para terminar la historia, impulso que duró cuatro números. En cuanto a los motivos de cancelación, nadie está muy seguro pero en estos casos las cifras de ventas suelen ser implacables. Roger Stern declaró que el departamento de ventas decidió liquidar la colección pero alguien descubrió que Marvel estaba contractualmente obligada a producir un cierto número de episodios, por lo que hubieron de reanudarlo para cumplir el acuerdo. A todo esto podría haberse sumado la problemática propia de los comics publicados bajo licencia: en ocasiones, el desembolso que implica el uso de los derechos se come los beneficios de la colección.

Sea como fuere, “John Carter, Warlord of Mars” fue definitivamente cancelado en su número 28 (octubre de 1979) con una historia a cargo de Peter Gillis y Larry Hama. Un año después, una historia escrita por Claremont y parcialmente dibujada por Carmine Infantino fue reciclada para que su acción tuviera lugar hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana. De esta forma vio la luz entre los números 53 y 54 de la colección Star Wars editada por Marvel. Si John Carter hubiera continuado, es posible que hubiéramos podido leer pequeñas joyas como una historia de Claremontilustrada por George Pérez, o una colaboración de Miller –ambas sugeridas en la columna editorial de la serie- y, ¿quién sabe? quizá episodios dibujados por John Byrne –que por entonces colaboraba habitualmente con Claremont‒ o Gene Colan

Como todo buen héroe, John Carter nunca muere de verdad. Ni siquiera en los cómics.

A raíz de la película de Disney, rodada en 2012, Marvel devolvió al guerrero de Barsoom su colección mensual, tanto en la forma de historias relacionadas con el argumento de la película como una nueva adaptación de Una princesa de Marte. Marvel y Dark Horse recuperaron en su línea de clásicos los viejos episodios aquí comentados e incluso Chris Claremont retomó su historia de Star Wars y la escribió como originalmente había deseado, incluyéndola en una antología en prosa con nuevas aventuras titulada Under the Moons of Mars. Cien años después de su nacimiento, John Carter parece gozar de mejor salud que nunca. Y eso no es algo que ocurra todos los días.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".