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«Heavy Traffic» (Ralph Bakshi, 1973). Un caleidoscopio underground

Antes de que me lo pregunten, debería decir que uno puede admirar los productos de Disney sin olvidar que los dibujos animados no son un invento (ni una exclusiva) de dicha compañía. En este sentido, siempre he pensado que Heavy Traffic es el mejor contrapunto a la mágica felicidad que transmiten Blancanieves o La Bella y la Bestia.

Y es que, en esta cinta, Bakshi rinde tributo a la modernidad y a la contracultura, y lo hace a través de una oscura expedición a las malas calles de Nueva York, impregnada de cinismo, humor negro, desesperanza y crueldad.

Bakshi se había curtido como animador en el estudio Terrytoons, dibujando planchas del Super Ratón (Mighty Mouse) y las Urracas Parlanchinas (Heckle and Jeckle). Tras un decepcionante paso por Paramount Pictures, fundó en 1967 Bakshi Productions junto al productor Steve Krantz. Tras varios encargos comerciales de firmas como Coca-Cola, su primer proyecto fue, precisamente, Heavy Traffic, pero para rodarlo tuvo que esperar hasta el estreno del film que trajo prestigio ‒y polémica‒ a la compañía: El gato caliente (Fritz the Cat, 1972), inspirado en el cómic underground de Robert Crumb.

La sátira social que planteaba Fritz, con su sobredosis de sexo y descaro, reaparece en Heavy Traffic, ambientada esta vez en tres barrios neoyorquinos: Lower East Side, Chinatown y Harlem. Empleando fotografías a modo de fondos y combinando acción real con dibujos animados, Bakshi consiguió una textura inquietante, a medio camino entre el realismo sucio y el experimentalismo psicodélico propio de los primeros setenta.

El recurso más querido por este animador ‒el rotoscopio, con el que podía captar movimientos humanos con naturalidad‒ es usado en Heavy Traffic con mucha ambición, en línea con el empeño realista del proyecto, que a ratos parece un documental extremo sobre la vida en los barrios más sórdidos. Como podrán comprobar, la improvisación de los actores de voz sirvió para redondear este efecto, sobre todo en los episodios más hilarantes.

Vista hoy, Heavy Traffic es una obra de una sorprendente incorrección política, en la que los bajos instintos son la norma y ‒digámoslo con ironía‒ hay una total falta de consideración por sentimientos como la ternura o la felicidad. Esto, al fin y al cabo, es cine contracultural, y nadie debe esperar canciones románticas o sortilegios infantiles. Bakshi sabía dónde emplazar sus baterías, y además, los finales felices no eran lo que esperaba un público acostumbrado a las noticias sobre Vietnam.

Distribuida por American International Pictures, la película se estrenó el 8 de agosto de 1973, y supongo que a causa de la sensibilidad política del momento, se ganó el favor de los críticos, que vieron en ella un producto adulto, incómodo, amargo, explosivamente provocativo y con una inteligencia superior a la de otros productos underground.

Los personajes de este collage urbano, en su totalidad, son seres marginales. El protagonista es un dibujante, Michael Corleone (Joseph Kaufmann), adicto a las máquinas de pinball (una metáfora de la arbitrariedad de la vida), e hijo de un matrimonio que se odia: el mafioso Angelo «Angie» Corleone (Frank DeKova) e Ida (Terri Haven), la madre judía que detesta a su marido italiano. De toda la fauna humana que se cruza en el camino de Michael ‒vagabundos, drogadictos, pandilleros, prostitutas, freaks…‒, la única que parece tener claro su destino es Carole (Beverly Hope Atkinson), una camarera afroamericana que acompañará al protagonista en una dirección cada vez más peligrosa.

A pesar de los sonados desacuerdos de Bakshi con Steve Krantz, el acabado final es muy digno, y ello hay que agradecérselo al productor Samuel Z. Arkoff, que siempre confió en el animador frente a los excesos de Krantz. En todo caso, también hay que tener en cuenta el nerviosismo que le causaba a este último introducir en el film escenas de sexo explícito.

Como un contrapunto a la depravación y la patética sordidez que se muestra en pantalla, Bakshi recurrió a una banda sonora formidable, en la que figuran temas como «Twist and Shout», cantado por los Isley Brothers, el clásico «Take Five», a cargo del cuarteto de Dave Brubeck, o el standard de Chuck Berry «Maybellene». Sin embargo, la pieza que sirve como hilo conductor y como resorte emotivo es «Scarborough Fair», en la delicada versión de Sérgio Mendes y Brazil ’66.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.