Productivo como pocos escritores ha dado el género, Brian Aldiss acumuló prestigio como crítico, poeta, autor de ficción convencional e incluso ilustrador. Pero en el núcleo de su reputación siempre se hallan docenas de interesantes novelas de ciencia ficción y cientos de historias del mismo género, escritas de manera regular desde que comenzara su carrera a mediados de los años cincuenta.
El libro que ahora comentamos es un buen ejemplo de lo dicho, un conjunto de nueve relatos escritos en la primera época (1957-1960) de su fecunda carrera. Originalmente publicado en 1959 como The Canopy of Time, en Estados Unidos apareció con una versión algo diferente y ampliada, retitulada Galaxias como granos de arena, título que Plaza y Janés respetó para su edición en español. Se trata de un rosario de nueve historias independientes pero conectadas entre sí por textos complementarios que nos cuentan los acontecimientos que han ocurrido en los miles o millones de años que median entre cuento y cuento, de tal forma que todos juntos constituyen un mapa del futuro lejano, una crónica en la que se nos narra la trayectoria de la humanidad en los milenios por venir.
Muchos de los relatos se ajustan a aquella afirmación de Brian Aldiss: “La ciencia ficción debería contarte cosas que no quieres saber”. La Humanidad se embarcará en guerras fratricidas de décadas de duración, abandonará el planeta hacia las estrellas dejando atrás grupos aislados y estrictamente regulados que, protegidos por la tecnología, desconfían de una naturaleza que sus propios actos han hecho hostil; finalmente, la Tierra quedará en manos de robots que, movidos por una inteligencia rudimentaria y automática pero reminiscente de la humana, se adueñarán de aquélla y desarrollarán una civilización compleja que, a su vez, les llevará a las estrellas; los solitas, una de las tribus humanas que permanecieron en la Tierra reducidas al primitivismo, avanzan en su cultura tecnológica y regeneran el planeta solo para caer ante los vehicularios, una raza mecánica que, a su vez, miles de años después, dejará paso a una raza humana que ha olvidado todo lo referente al viaje interplanetario y que ignora que sus congéneres que emigraron a las estrellas millones de años atrás han levantado una federación galáctica que lucha, se alía y comercia. La Tierra es visitada por esas nuevas razas humanas, colonizada culturalmente, privada de su nombre y aleccionada en un nuevo lenguaje, la galingua, que proporciona un nuevo marco conceptual a través del cual se puede penetrar en la esencia del universo y que les permite mutar hacia una forma en la que la tecnología ya no es necesaria… hasta llegar a los últimos estertores de la raza, que morirá para dejar paso a una nueva especie.
Pero esto sólo es el tapiz, un tapiz espectacular y amplísimo que Aldiss utiliza como fondo para ir desgranando pequeños dramas, diminutas cápsulas encerradas en el océano del tiempo protagonizadas bien por personajes sin relevancia en la Historia o por los involuntarios protagonistas de esta: el viajero del tiempo que, habiendo asesinado a su esposa prefiere regresar a su pasado destrozado por la guerra; los amantes condenados a morir víctimas de sus sentimientos; el mesías de una nueva ciencia que no encuentra más que incomprensión; los robots que alumbran una nueva chispa de inteligencia en su interior; el aislacionista que recibe, al coste de su vida, el conocimiento último del universo; la doctora que se convierte en la primera mutante de una nueva especie al intentar curar a un enfermo; el productor de películas, dispuesto a traicionar sus orígenes con tal de ascender en el rígido escalafón social…
Este libro no es ningún intento de adivinar lo que será de nuestra especie. La ciencia ficción, con excepción de algún aislado autor en exceso pretencioso, nunca ha pretendido adivinar el futuro. Y cuando forzamos nuestra mirada más allá del horizonte de los siglos, los paisajes físicos y humanos de los relatos comienzan a bordear la frontera de la fantasía. El mundo de Solite, tan avanzado científicamente que parece dominar la magia, las subterráneas sueñerías en las que los hombres se refugian de la horrible realidad entrando en una ensoñación indefinida; una Tierra abandonada por los humanos, pero manejada por los robots; o reconvertida en Yinnisfar por obra de alienígenas tan humanos como los terrícolas, las ciudades submarinas, los viajes somáticos de los médicos por el interior de los cuerpos de los pacientes, los diferentes niveles de la gran ciudad de Nunion…
Hay viajes en el tiempo, crónicas de guerras interestelares milenarias, civilizaciones que se levantan y caen… sin embargo no hay épica en todo ello. Aldiss utiliza su dominio lingüístico y su creatividad conceptual para imbuir a esta Historia del Futuro de un suspiro melancólico, una impresión de decadencia inevitable, de sombrío ciclo sin fin: da igual que la Humanidad se extienda por miles de mundos, que diversifique sus culturas, que se adapte con éxito en los entornos más variados, que triunfe tantas veces como fracase, que busque un propósito… se siguen repitiendo las mismas pautas una y otra vez. Incluso cuando se consigue entender la estructura misma del Universo, se tiene la sensación de que es demasiado tarde, de que siempre fue tarde.
La obra de Aldiss se caracteriza por su inagotable imaginación, la ambición estilística y una penetración filosófica que supera a la obsesión tecnológica de otros autores. Por todo ello, este libro constituye una lectura imprescindible para todo aquel aficionado al género que quiera soñar con el porvenir de la Humanidad.
Copyright © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia-ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.