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Futuribles y futurables

Las encuestas de opinión suelen subrayar que buena parte de los europeos no creen factible la Unión más allá de veinte años. Nadie sabe cómo sería el proceso de disolución pero cualquiera parece persuadido de que disolución habrá. La cosa no es sencilla y a la vista está el asunto Bréxit. Hasta ahora, la Unión ha sido difícil de montar, lenta y contradictoria, desigual y perpleja pero posible. Lo que amenaza con ser imposible salvo que se opte por el caos, es lo contrario.

Tal vez el error provenga de no recontarse la historia. Europa no encara su unidad a partir de una idea sino de una realidad y esta realidad no es la armoniosa reunión de sus pueblos sino un desolador paisaje de ruinas, producto de dos guerras mundiales que en su origen lo fueron europeas. La Unión es un esbozo de respuesta al mayor fracaso histórico de la humanidad en que grandes entidades históricas y complejos y rutilantes sistemas culturales se dedicaron a la mutua aniquilación.

Así visto, el logro puede recontarse. Tenemos un esbozo de poder ejecutivo europeo, un parlamento europeo, un banco central y una moneda europea, un proyecto de alianza militar europea y suma y sigue. Del otro lado: la crisis griega del euro, la presencia de los refugiados, la emigración desordenada, la distancia entre el superávit alemán y los déficits meridionales, el Bréxit.

Funcionalmente, la Europa unida partió de un esquema de eje –Alemania y Francia– y periferia, todo lo demás. El desafío no es alterarlo sino determinar qué nivel de riqueza y desarrollo nos queda a los periféricos. Si bien somos deudores, también corresponde recordar que ayudamos a pagar la reunificación alemana y el agujero que las hipotecas basura dejaron en el banco hipotecario germano. Es decir que, de hecho, a regañadientes y con mala uva, hemos sido solidarios con el esforzado pueblo teutón que, cuando le fue necesario, también se saltó el porcentaje del déficit fiscal.

Ahora la gran Alemania se ve avocada a un crecimiento paralítico, acaso resultado de la inestabilidad mundial que repercute en los compradores de sus productos, empezando por China. Pero estamos también los demás clientes de Alemania, los que no casualmente somos sus socios en la Unión. Convendría no olvidarnos de los futurables –lo que deseamos que ocurra en el futuro– con los futuribles –las fatales consecuencias de un futuro que va a ocurrir por sí mismo, como si la historia no nos pidiera permiso para existir.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")