Madrid es una de las ciudades del mundo mejor provistas de museos. Que no cunda el pánico. Estas líneas no van de museología. Simplemente voy a recomendar una doble visita comparada a los museos madrileños de América y de Arqueología.
Como es sabido, España exploró, colonizó y organizó un continente dotado, al menos, de unidad lingüística y religiosa. No obstante esta unificación, la sociedad por ella generada distó mucho de tener una correspondiente unidad racial.
En el museo de América hay numerosos documentos visuales en clave de pintura costumbrista o pequeños paneles de antropología donde se detallan las fusiones entre las razas blanca, negra y asiática, con resultados que a cualquier visitante pueden parecer, si no sólo pintorescos, al menos sorprendentes.
Para cualquiera es posible imaginar un mulato o una mestiza pero no tan posible observar a un negro con una china o a una mulata con un mestizo. Y etcéteras, que las hay. A diferencia de otros imperios colonizadores como el inglés y el francés, los españoles y los portugueses se han caracterizado por su promiscuidad y su resultado interracial. Hasta próceres continentales como San Martín y O’Higgins provienen de estas fuentes según han estudiado historiadores tales que Chumbita y García Hamilton.
Un proceso de mezclas e intercambios
A la actual España el proceso de mezcolanzas humanas, tribales o raciales según se las llame, la afecta desde siempre. Cambiemos de museo y vayamos al Arqueológico. Allí veremos, desde luego, piezas señeras de Grecia y Roma pero asimismo iberas, celtas, tartesas y fenicias. Y, por mor del comercio mediterráneo, algunos aportes indirectos de los egipcios. De tal forma, cualquier individuo que hoy se declare o simplemente se imagine español/española, por poco que especule llegará a la conclusión de no es cañí sino mestizo o mestiza.
Esto, sin contar con los aportes de los pueblos expulsados, los judíos, moros y moriscos. O sea que suma pues sigue.
Identidad e historia
Este viaje sumario por dos museos madrileños, gracias a sus resultados tangibles, nos traen a la actualidad española y, más en general, europea. Si la respuesta a los problemas de inmigración es la inconmovible identidad nacional de los pueblos, nos daremos de narices contra la muralla de la historia.
Si, por el contrario, la tenemos en cuenta esta última, acaso hemos de abrir alguna puerta para que lleguen, como siempre llegaron, nuestros antepasados. La humanidad, ciertamente, es muy difícil de llevar a cabo.
Nuestra unidad genética nos parece una abstracción de fórmulas y números. Preferimos fijarnos en el color de la piel. Conviene, entonces, recordar lo que dijo un poeta, Paul Valéry: «Nada hay tan profundo como la piel». Debajo de ella puede habitar alguno de nuestros ancestros. ¿Cuál de ellos o ellas?
Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.