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El retorno de Mike Hammer

Si hay alguien con quien me siento espiritualmente identificado en el ámbito creativo USA es Max Allan Collins, escritor de novelas, cómics y hasta películas y, en esencia, cultivador de ficción pulp en una época donde ya no existe el pulp. Bueno, al menos él lo hace desde un país que no desprecia su cultura popular (a cambio, nosotros no vamos por ahí masacrando civiles con armas de fuego…).

Sin embargo, reconozco que no he apreciado su talento real hasta ahora: en años pasados, únicamente había leído su novela gráfica Road to Perdition (1998) que me pareció sinceramente poquita cosa, aunque tampoco ayudaba su dibujante, Richard Piers Rayner, empeñado en copiar fotografías y metamorfosear los personajes según pillaba una de Clint Eastwood, otra de Charlton Heston, otra de… Pero les agarró la época en que Hollywood compraba cualquier churro dibujado en viñetas y de ahí salió una película plásticamente muy estimable, manufacturada por Sam Mendes antes de concentrarse en destrozar la franquicia de James Bond.

Collins es un obrero de la cultura: lo mismo hereda los guiones de la tira de historietas de Dick Tracy que te noveliza Waterworld (esta novelización sí la leí y le salió bastante bien, por cierto) o la serie CSI. No le hace ascos a nada y, a lo tonto, ya lleva más de cien libros publicados.

Así que comprenderéis que me acercara con cierta cautela a su reciente serie de novelas de Mike Hammer, el personaje fetiche del temible Mickey Spillane. Hablar de Spillane sin desprecio en España suponía un tabú intelectual hace unos años, porque Spillane era un derechón brutal y aquí ya sabemos que la ideología prima: hoy día sólo con autores nacionales, no con los colonizadores. Sin embargo, su prosa exuda una fuerza obsesiva y psicopática muy interesante, que sólo Frank Miller ha logrado emular en su serie Sin City.

Bueno, Miller y ahora Max Allan Collins

Me decidí a zambullirme en su etapa porque adoro las sagas novelísticas y sus novelas están escritas de tal forma que se inscriben dentro de la cronología canónica del Hammer de Spillane, repartiéndose entre las legítimas. Eso hacía irresistible echarles un ojo. Además, sus historias son manuscritos de argumentos desechados por el propio Spillane. Se los cedió emocionado en el lecho de muerte ‒por favor, que nos ahorren el biopic‒. Lo gracioso es que al autor original le llevó toda una vida escribir trece novelas de su antihéroe más célebre…, mientras que Max Allan Collins ya lleva escritas doce en… exacto, ¡doce años! (*)

Así que me puse con una de ellas y no os lo vais a creer: ¡es una absoluta maravilla!

Killing Town (2018) se sitúa en el tiempo justo antes de los hechos acontecidos en la primera novela oficial de Mike Hammer, la celebérrima Yo, el jurado (1947). Esta obra rezuma tal violencia y tal odio por la humanidad que hoy día sólo podemos abordar su lectura como un ejercicio de autoparodia del género negro. Yo os recomiendo que la leáis acompañados de su audiolibro, que es el novamás de la sonoridad noir:

Bueno, pues no sé cómo lo hace ‒¡de verdad no sé cómo lo hace!‒, pero Max Allan Collins consigue no sólo estar a la altura sino superar al maestro desquiciado del hard-boiled irracional. De entrada, qué bonito guiño que la tal Killing Town (Ciudad Asesina) sea en realidad una localidad norteña llamada Killington, al igual que la Poisonville de Hammett en Cosecha roja era Personville o ‒de nuevo topamos con Miller, Sancho‒ Sin City es el apodo que el lumpen otorga a una tal Basin City.

Killing Town es una gozada de principio a fin. Hasta donde yo sé razonar su extrema inteligencia y calidad, para empezar, diría que su autor comprende a la perfección ese tono de juego autoparódico que, voluntaria o involuntariamente, empapa los mejores momentos de Spillane. Y los refuerza sin pudor.

En segundo lugar, el tipo domina de manera asombrosa la ambientación de los años 40-50 y la afilada economía del lenguaje hard-boiled. Difícil no soltar una carcajada cuando uno lee frases como «…frente a ella, el camarero grasiento y de mirada vidriosa, dos tercios marcas de viruela y uno un bigote mezquino, repasó la barra con un trapo húmedo y toda la pinta de que a él también le hubiera ido bien que se lo pasaran».

Y, por último, Collins suaviza sin que se note al hoy antipatiquísimo «caballero rodante» de Spillane, el detective justiciero y demente Mike Hammer, hasta convertirlo en un caradura simpaticote por ser consciente él mismo de su anacronismo. No puedo pensar en ningún personaje «heroico» más complicado de actualizar a la sensibilidad de nuestros tiempos que este troglodita del siglo XX. Y sin embargo, Max Allan Collins triunfa en ello. Y lo hace sin renunciar a que ese personaje siga siendo Mike Hammer.

Porque la esencia está ahí: el lenguaje soez, la libido desbordada del reprimido yanqui promedio, la cosificación maníaca del delito, la acción rauda e implacable, ¡incluso la excentricidad tecnológica que por momentos acerca la saga Hammer a la ciencia ficción! Todo está ahí.

Me quito el sombrero, señor Collins.

Sólo aspiro a que esta reseña os inspire a mascullar, como al Mike Hammer ochentero que encarnara Stacy Keach: «¡Tomaré nota!».

PD. ¿Algún editor en la sala que se anime a publicar todo Mike Hammer en español?

(*) Max Allan Collins ha escrito los siguientes relatos y novelas protagonizados por Mike Hammer: Dead Street (2007), The Goliath Bone (2008), The Big Switch (2009), The Big Bang (2010), A Long Time Dead (2010), Grave Matter (2010), Kiss Her Goodbye (2011), The Consummata (2011), Lady, Go Die! (2012), Skin (2012), Complex 90 (2013), So Long, Chief (2013), King of the Weeds (2014), It’s in the Book (2014), Kill Me, Darling (2015), Fallout (2015), The Legend of Caleb York (2015), Murder Never Knocks (2016), A Dangerous Cat (2016), The Big Showdown (2016), A Long Time Dead: A Mike Hammer Casebook (2016), The Will To Kill (2017), The Bloody Spur (2018), Killing Town (2018), Murder, My Love (2019) y Masquerade for Murder (2020).

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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