Muchos niños creen en los Reyes Magos, pero ese no parece ser el caso de Christopher Smith, más conocido como el Pacificador. Podría decirse que este cómic nos lleva en la dirección opuesta: en lugar de fantasías infantiles, nos encontramos con alguien que construyó su imaginario a base de horror. La doctora Sedgewick, obsesionada con el personaje, se reúne con Smith en un cementerio. Su objetivo es realizar un perfil psicológico, pero el resultado es una serie de fogonazos del pasado que nos explican cómo funciona la retorcida e impactante psique de esta máquina de matar.
Aquellos que conozcan la obra de Garth Ennis entenderán que su guion para El Pacificador: Perturbar la paz no contiene un solo gramo de lirismo. Más bien propone una biografía (ficticia) a contracorriente, cargada de ferocidad, que arroja al lector en un territorio ensangrentado, previo a las aventuras del Escuadrón Suicida.
Al llegar al final de esta historieta, todo casa, todo se hace coherente, casi como un diagnóstico a bocajarro. Al construir ese origen y ese destino para el antihéroe, Ennis también maneja ingredientes de humor negro, lo cual, por otra parte, es coherente con otras creaciones de este poderoso escritor.
Acompañan al guionista irlandés el dibujante Garry Brown ‒sin duda, otra buena elección‒ y el colorista Lee Loughridge. Habrá quien busque en el trabajo de este equipo ecos de la teleserie de HBO Max protagonizada por Peacemaker, pero en realidad, no hay contacto directo entre ambas creaciones. De hecho, uno podría ignorar por completo el resto de las peripecias del personaje, y aun así, disfrutar de estas páginas.
Obviamente, la doctora Sedgewick viene a ser un avatar del propio lector. Su punto de vista se instala inicialmente en la curiosidad, y acaso en el morbo. Pero poco a poco ‒no adelantaré detalles del argumento‒, Sedgewick sigue la línea de puntos y va comprendiendo por qué la violencia condiciona la moral (o más bien, la ausencia de ella) de Smith.
A todo esto, Ennis consigue explicar por qué se le llama Pacificador. La paz le importa por encima de cualquier otra cosa, pero este sociópata también es capaz de reventar a tiros a cualquiera que altere su pervertido concepto de la calma y la armonía existencial.
En gran medida, la narración alcanza un nivel superior gracias a Garry Brown, cuya estética encaja muy bien con el tono decidido por Ennis. El horror existencial, el ánimo imperturbable y la falta de empatía del Pacificador afloran en cada página con un sólido acabado formal y con un empuje que, en el caso de Ennis, es marca de la casa.
Se trata, por consiguiente, de una excelente oportunidad para comprender por qué este ex militar, antiguo miembro de la Delta Force, tiene su memoria repleta de víctimas.
Sinopsis
“Lo que quiero decir es que vaya donde vaya… en todas las unidades en las que ha servido o junto a las que ha servido durante 25 años… algo ha pasado. Ha muerto gente.” (Dra. Sedgewick)
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