Los nombres españoles no van a ser muy habituales en este recorrido por la ciencia-ficción, pero de los pocos que irán desfilando uno destaca especialmente por mucho que sus hallazgos hayan sido olvidados por todo aquel que no sea especialista en la historia del noveno arte.
El aragonés Segundo de Chomón fue probablemente uno de los pioneros más brillantes del cine. Nació en Teruel en 1871, pero como tantos españoles interesados en el arte antes y después que él marchó a París en 1895. Allí conoció a la mujer que se convertiría en su esposa, la actriz de variedades Julienne Mathieu Mouloup. Ésta había conseguido un empleo como coloreadora de fotogramas en el estudio de Georges Méliès. Allí comenzó a trabajar Chomón, ideando el pochoir, un sistema de mecanización del coloreado que atrajo la atención de Charles Pathé. Éste contrató al español para ponerlo al frente de la nueva delegación de la compañía Pathé Frères en Barcelona, responsabilidad que compaginó con los encargos que seguía realizando en su taller de coloreado.
No tardó en pasar a la dirección de cortometrajes, cintas en las que inmediatamente quedó de manifiesto su interés por la fantasía: Choque de trenes (1902), Pulgarcito (1903) o Gulliver en el país de los gigantes (1904) en los que ya aparecían maquetas y sobreimpresiones. En Eclipse de sol (1905), Chomón utilizaría por primera vez en el cine el paso de manivela, un laborioso trucaje que consistía en rodar una secuencia fotograma a fotograma, cambiando en los intervalos la disposición de los elementos de la acción o el escenario y consiguiendo ilusión de movimiento; en resumen, lo que más tarde se conocería como “stop motion” y que sería utilizado por el cine de ciencia ficción en innumerables ocasiones, desde King Kong hasta Star Wars.
En 1905, de nuevo en París y trabajando para la Pathé, Chomón continúa cultivando la vena fantástica en cintas como El rey de la cabeza elástica (1908), Visita a Júpiter (en la línea de Méliès), Nuevo viaje a la Luna (con actores chinos), Viaje a Marte y Viaje al fondo de la Tierra (a partir del relato de Verne), todas ellas rodadas en 1909. También en todas ellas, el turolense introducía innovación tras innovación, ganando en extravagancia y capacidad de sorpresa: sobreimpresiones, movimientos invertidos, ángulos forzados, sombras chinescas…
Culminación de su maestría en el trucaje visual es El hotel eléctrico, la primera película de CF española y una de las mejores y más originales de todas aquellas cintas primitivas. Dos viajeros (interpretados por el propio Chomón y su esposa) reservan una habitación en un hotel donde todo está mecanizado: las maletas se abren y deshacen solas, la ropa se cuelga y ordena en los armarios, los huéspedes son aseados por utensilios animados por electricidad… todo va de perlas hasta que el encargado se emborracha y comienza a pulsar lo que no debe, causando un cómico caos.
Pero los tiempos cambiaban y el cine con ellos. Aquellas fantasías ligeras pronto dieron paso a historias más complejas. Méliès no pudo adaptarse y su carrera llegó a su fin. Pero no ocurrió lo mismo con Segundo de Chomón: tras pasar otra época en Barcelona como representante de Pathé realizando cintas de tema español –bien recibidas por crítica y público pero poco gratificantes para el realizador– se trasladó a Italia, donde se ocupó de la fotografía de la superproducción épica Cabiria (1913), dirigida por Giovanni Pastrone (con el primer uso documentado de la técnica de travelling). No pararía ya de trabajar, destacando su participación en la también colosal Napoleón (1925-1927), de Abel Gance, hasta su muerte en 1929.
Siempre injustamente ensombrecido por la figura de Georges Méliès, lo cierto es que aunque ambos integraron lo fantástico y lo sorprendente en sus películas, lo hicieron de manera notablemente diferente. Mientras el francés rodaba trucos, el español hacía trucos con el celuloide. Y eso es lo que lo convierte en un realizador más moderno que Méliès. Sus logros y descubrimientos narrativos han sobrevivido en el cine hasta la actualidad por mucho que en España, el país que le vio nacer, no hayamos sabido reivindicar su figura todo lo que se merece.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.