A cierta altura, digamos que avanzada, de su vida y su carrera literaria, se sucedían con insistencia los premios sobre Álvaro Mutis (1923-2013). Consagraban una línea de conducta artística pero no en el sentido consabido de la palabra conducta, o sea en el de tarea a favor de los tiempos, sino en el opuesto. Más bien se premiaba la impertinencia del colombiano.
Veamos: cuando se inicia en las letras, en los 50, reina en la poesía el comienzo de un coloquialismo sembrado de experimentos verbales a la sombra de un maestro: César Vallejo. O se apuesta a un americanismo telúrico de corte nerudiano. O se busca refugio en los resabios íntimos de un enésimo romanticismo. Mutis, entonces, apela a una poesía versicular, de comedida suntuosidad y salpicada de erudición. Luego vendrá el boom.
De un poema. Mutis extrae el personaje de Maqroll, al revés de lo que suele ocurrir Frente al experimentalismo novelesco, ejerce el uso de las estructuras clásicas. Escribe una larga saga en clave de aventura caballeresca.
Cuando todos siguen la huella de guerrilleros y militantes, él prefiere al altanero vagabundo solitario. Si se aclama a Castro y al Che, él rinde homenaje a las memorias de Hohenstaufen y Felipe II. A las proclamaciones de igualdad y acción de masas, responde con elogios a las minorías nobles y la exaltación de los mejores, que siempre son escasos.
En el mayor de los sentidos, diría que Mutis cultiva la virtud de la impertinencia, que no por impertinente resulta menos virtuosa. Y no lo hace por individualismo esnob ni por convicción reaccionaría. Bien sabe don Alvaro que las Monarquías de otrora no pueden restaurarse. Los primeros en no quererlo son los Monarcas de hoy Se trata de otra nobleza y de distintas minorías excelentes. Y éstas sí pueden seguir activas y resultar fecundas en el mundo del arte. El arte no es cosa de mayorías. Tampoco de minorías, si por tales se entienden estirpes o grande familias. El arte es cosa de individuos y el individuo es siempre único, total y escaso.
El individuo que interesa a Mutis reúne las cualidades del noble, es un prototipo moral, y no se parece a ningún aristócrata. El ideal de servicio, de excelencia, de exigencia extrema, es propio del modelo noble y excede a cualquier sociedad. A ello se une el gusto por las causas bellas, que son las perdidas por inútiles, superfinas y arriesgadas, es decir, una vez más: hermosas. Tanto da que las padezca y goce un ser imaginario como Maqroll, o una persona histórica como Bolívar.
Mutis, colombiano de origen, educado en la Bélgica francófona y ciudadano de México, propone, además, una manera peculiar de ser americano. Sus héroes vagabundos son de todas partes y de ninguna: se hallan en su lugar, en cualquier lugar, como los conquistadores. No responden a ninguna tradición e ignoran su origen. Están siempre edificando un mundo nuevo, el Nuevo Mundo.
Copyright del texto © Blas Matamoro. Este artículo fue editado originalmente en ABC. El texto aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.